sábado, 19 de diciembre de 2009

Duomocidio

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Paulina Gamus

Sábado, 19 de diciembre de 2009


No sé si habrá encuestas que midan las reacciones ante la agresión sufrida por el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, pero si nos atenemos al tratamiento que se ha dado al hecho en la prensa internacional, podría decirse que muchos condenan de la boca para afuera la violencia implícita en ese el mismo pero se alegran en su fuero interno. Hasta los editoriales y artículos que consideran intolerable esa forma de expresar repudio a un gobernante, dejan un resquicio para no exonerar al premier herido de sus culpas. Berlusconi -electo y reelecto por los italianos- ha cometido infinitos atropellos contra las leyes y las formas, se ha burlado reiteradamente de la inteligencia de sus electores, ha colocado en el ridículo más extremo a su país y ha abusado hasta el hartazgo del doble discurso. Es natural que esa conducta haya provocado rabia y crispación en muchos de sus connacionales y que ese hecho, unido a algunos trastornos psíquicos o de conducta, haya impulsado a Massimo Tartaglia a romperle la nariz y tumbarle algunos dientes, usando como arma una réplica en miniatura del Duomo o catedral de Milán.


La prensa informa que desde que se produjo el atentado ese modelo del Duomo en miniatura ha batido record de ventas de souvenirs en la muy turística Milano. Si relacionamos ese incremento en la comercialización del objeto transformado en arma contundente, con la forma en que los vendedores lo publicitan: “se agotó el modelo con el que le rompieron el tabique y dos dientes a Berlusconi”, podríamos intuir que la mayoría se solaza con el incidente. Hasta ahí el asunto puede parecer chistoso pero cuando se sabe que la tal miniatura reproduce las 136 puntas en forma de aguja que tiene esa catedral gótica, a cualquiera se le pone carne de gallina. Los partidarios del primer ministro han culpado de manera feroz a la oposición y en especial al ex fiscal y ahora parlamentario Antonio Di Pietro, de haber propiciado la agresión. Por su parte varios dirigentes de la oposición al régimen han hecho de las reproducciones del Duomo de Milano un emblema de su lucha política.



Ante un hecho de tanta gravedad es obligante preguntarse cómo puede sucederle algo así a un gobernante que sin duda tiene guardaespaldas y que es protegido por medidas especiales de seguridad. ¿Dónde estaban los responsables de resguardar la vida e integridad física de Berlusconi cuando Tartaglia le dio el duomodazo? ¿Se imaginan ustedes que eso le ocurra a otro mandatario, por ejemplo a Chávez, que se moviliza rodeado de inmensos espalderos cubanos (supone que le son más fieles) de un segundo anillo de seguridad probablemente venezolano y embutido en camisas y trajes a prueba de balas? Claro que podría ocurrirle y él lo sabe. Si hasta le ha pasado y con desenlaces fatales a presidentes del Imperio. Por eso es que en cada proceso electoral de los diez o doce que hemos tenido en una década y cada vez que su popularidad sufre un bajón en las encuestas, se vuelve una plañidera denunciando planes magnicidas detrás de los cuales siempre está el Imperio. El brazo ejecutor no podría ser otro que el Mossad. Apenas Chávez gime las posibilidades de su muerte a manos de un (os) magnicidas, sale el coro de la corte imperial encabezado por el canciller Maduro, la presidenta de la Asamblea Nacional Cilia Flores o cualquiera de los adulantes de turno, a secundar las desgarradoras denuncias del presidente contra el Mossad.


¿Cuántos venezolanos -con inclusión de aquellos que militan en las filas del chavismo- saben qué es el Mossad? Creo que muy pocos. Si uno acude a esa maravilla de muleta que es Google y escribe la palabra Mossad podrá leer lo siguiente: “es una de las agencias de inteligencia de Israel, responsable de la recopilación de información, acción encubierta, espionaje y contraterrorismo, cuyo ámbito es todo el mundo, fuera de los límites del país. El Mossad creado en abril de 1951, es un servicio civil que depende directamente del Primer Ministro y buena parte de su personal ha prestado servicio en las Fuerzas armadas. Entre sus operaciones más famosas están: la obtención del discurso secreto en el que Nikita Jruschov condenaba a Stalin (1953) la captura del criminal nazi Adolf Eichmann -conocida también como Operación Garibaldi- con la colaboración del cazanazis Simón Wiesenthal, la obtención de los planos del caza francés Mirage 5 para el desarrollo del caza israelí IAI Kfir la liberación de pasajeros secuestrados en el aeropuerto ugandés de Enttebe, tema de la película “Rescate en Enttebe”, la eliminación física de los terroristas palestinos de Septiembre negro que fueron autores o cómplices de la masacre de Munich durante las olimpiadas de 1972”.

Pero no todo es coser y cantar ni siquiera para esos superhombres (Chávez dixit) del servicio secreto israelí; también han tenido sonoros fracasos. En 1973 el Mossad mató por error en Noruega, a Ahmad Bushiji, un camarero árabe de origen marroquí al confundirlo con Alí Hassan Salameh, uno de los dirigentes del grupo terrorista Septiembre Negro, responsable de la masacre de Munich. En 1997, dos agentes del Mossad fueron capturados en Jordania después de atentar contra Haled Meshaal, dirigente del grupo Hamás, mediante la inyección de una droga letal. El descubrimiento prematuro de la operación causó un agrio encontronazo entre el Primer Ministro Benjamín Netanyahu y el rey Hussein quien, como condición para liberar a los agentes del Mossad, exigió a Israel suministrar el antídoto contra el veneno utilizado y liberar a varios palestinos presos en Israel, en particular al jeque Ahmed Yasín, fundador de Hamás.

Es incomprensible que entre los fracasos más estrepitosos del Mossad no se hayan incluido los veinte o treinta planes frustrados de asesinar a Chávez y su más audaz pero desafortunada incursión en tierra venezolana: el llamado carmonazo. El principal acusador entonces fue el muy creíble santón José Vicente Rangel, vicepresidente de la República. O se han enchinchorrado los del Mossad o el G2 cubano en colaboración con los narcoservicios de espionaje de las FARC y la super desarrollada inteligencia militar venezolana, se lo lleva en los cachos. El Imperio debería cambiar de operador subversivo y volver a la tradicional CIA. Nuestros revolucionarios de hoy la han dejado languidecer en el olvido después de pasarse más de medio siglo culpándola de todo cuanto le ocurría a sus compinches en cualquier lugar de la tierra. Sin embargo ¿quién puede negarle sus éxitos? Cualquier portal de Internet, documental de TV, libro o periódico de tinte comunistoide atribuye el derrocamiento de Salvador Allende en Chile, a una conspiración mediática financiada por la CIA. Sobran las palabras.


paugamus@intercable.net.ve

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