miércoles, 18 de febrero de 2009

ENTREVISTA - Ban Ki-Moon



ENTREVISTA: "Yo trabajo más duro que nadie"
GABRIELA CAÑAS 15/02/2009

Frente a las críticas a su falta de visibilidad, el secretario general de la ONU defiende su liderazgo político para lograr consensos. Le preocupan la economía y el cambio climático.
Nació en un pequeño país asiático de larguísima historia, Corea, en plena ocupación japonesa. Corría el año 1944, apenas un año antes de que el invasor se convirtiera en uno de los más importantes perdedores de la II Guerra Mundial.
Una sangrienta guerra civil, entre 1950 y 1953, que terminó dividiendo el país, marcó su infancia en una zona rural de una nación entonces devastada y pobre. La ONU participó en aquella guerra y ha tutelado los pasos hacia la paz, la democracia y el desarrollo de Corea del Sur, hoy undécima potencia mundial. Ban Ki-moon, que a los 18 años estaba determinado a convertirse en diplomático, logró culminar su carrera con altas calificaciones y tuvo varios destinos relacionados con la ONU. Finalmente, en enero de 2007 se convirtió en el octavo secretario general de esas Naciones Unidas que tan determinantes han sido siempre en su vida. Así que Ban Ki-moon asegura que la ONU, para él, como coreano, era de joven un gran icono de esperanza. Pero es un hombre contenido y cuando se le pregunta si este puesto que ahora tiene es su sueño cumplido, medita y responde simplemente: "Desde el punto de vista personal, es realmente un gran honor".
El hombre que sucedió en el puesto al africano Kofi Annan me recibe en la suite del hotel Ritz donde se aloja. Ha llegado a Madrid para la celebración de la Cumbre del Hambre y por la tarde parte para el foro económico de Davos. Media docena de guardaespaldas vigilan la puerta de la suite. Están presentes en la entrevista tres de sus colaboradores, entre ellos su portavoz, la periodista haitiana Michele Montas.
Viste impecable terno oscuro y aparenta menos años de los 64 que ya tiene bien cumplidos. Cuando entro en el saloncito de la lujosa habitación me estrecha la mano durante un largo rato, sonriente y cordial, y saluda en español: "¡Buenos días!". Pero es todo lo impenetrable que cabe esperar de un diplomático de la ONU que debe hacer un juramento de lealtad y discreción para poder tomar el mando de este inmenso organismo multilateral.
Ha sido objeto de numerosas críticas por su perfil político, que se considera bajo, cuando no inexistente. Se le acusa de ser demasiado diplomático y poco político; más secretario que general, se ha llegado a decir. Y él rechaza todas esas críticas sin perder la calma. Sólo dos detalles le delatan. Cuando habla de la ONU, de Estados Unidos, de Obama o de Oriente Próximo, se dirige a mí. Cuando habla de su estilo y su forma de liderazgo levanta un poco más la voz, muy poco, y mira más bien a sus colaboradores; como si buscara en ellos su aprobación o quizá también como si quisiera que tomaran buena nota. Difícil saber.
La ONU participó en la creación de la República de Corea y participó también en la guerra civil.
¿Se podría decir que la ONU es algo sustancial para su vida y su carrera?
La ONU, para mí, como coreano, era un gran icono de esperanza. Ahora me preocupa cómo tender puentes entre los países desarrollados y los países en desarrollo. Tras superar difíciles desafíos, Corea es ahora un país desarrollado. Sabemos cómo mejorar una situación socioeconómica y cómo conseguir la democratización. Así que intento dar una esperanza a los países en desarrollo. Cuando noto que se desesperan intento convencerles de que hay una esperanza si se trabaja con Naciones Unidas. No hay más que mirar el caso de mi país y de otros. Tengo argumentos para convencerles.
¿Cuál era la visión que tenía usted de la ONU cuando era muy joven?
Con sólo doce años envió una carta al entonces secretario general Dag Mammarskjöld. Sí, hacía sólo tres años que había acabado la guerra civil en Corea y nosotros vimos los intentos de democratización del país y la opresión que ejerció la Unión Soviética. En efecto, escribí una carta a Dag Mammarskjöld y cuarenta años después me convierto en secretario general. Cuando me dirigí por primera vez a la Asamblea General de la ONU pensé que yo no debería ser secretario general si no fuera capaz de recibir ese tipo de cartas de niños de todo el mundo pidiendo libertad o democracia. Realmente me gustaría ver al mundo libre de opresión y de miedo, un mundo en el que la gente viviera con libertad. Ésa es mi ambición personal.
Toda su vida ha estado relacionada con la ONU. ¿Convertirse en secretario general fue para usted un sueño cumplido?
Desde el punto de vista personal, realmente es un gran honor. Pero todavía hay un largo camino por recorrer y soy muy humilde a la hora de pensar si seré capaz de afrontar tantos desafíos. Veo tanta gente pobre, tanta gente enferma, tanta gente oprimida y que sufre en tantos conflictos... Veo tantos derechos humanos vulnerados, en mujeres, en niños... Me pregunto cómo puedo hacer más. ¿Qué puedo hacer por toda esa gente? Eso me motiva y me da energía.
Creo que cuando usted tenía 18 años estuvo en Washington, que pudo saludar al presidente John F. Kennedy y que incluso éste le preguntó qué quería estudiar y usted le dijo que sería diplomático. ¿Fue así?
Sí, es cierto que estuve con el presidente Kennedy, pero éramos 40 o 50 jóvenes estudiantes de diferentes países y yo no tuve tiempo como para hablar. Es verdad que un reportero estadounidense me preguntó después de la visita y yo le dije que sería diplomático. Aquellos tiempos eran de gran inspiración para un estudiante coreano que provenía de una zona muy devastada del país. No teníamos nada en Corea y yo era un muchacho del campo. Así que fue un gran choque cultural. En ese tiempo me pregunté qué podría yo hacer por mi país y qué podría hacer mejor, y pensé que podría ser diplomático, que podría trabajar para Corea en la comunidad internacional. Y, en efecto, ése sí fue un sueño que se hizo realidad.
Usted vivía en el campo, en una zona pobre de un país pobre, pero para entonces ya había establecido muchas relaciones con los soldados americanos desplegados en su país.
Sí, sí. Estados Unidos fue uno de los 21 países que contribuyeron con Corea y que participaron en la guerra bajo la bandera de la ONU. Los soldados americanos continuaron después en la península de Corea para defendernos de Corea del Norte. La relación entre Corea y Estados Unidos fue crucial y, sí, tuve mucho contacto con los estadounidenses y su cultura.
Ha recibido muchas críticas por su forma de trabajar. Se dice de usted, por ejemplo, que evita la confrontación. ¿Qué opina de ello?
No estoy totalmente de acuerdo con esa idea. Hay diferentes estilos de trabajar, diferentes estilos de liderazgo. Mi estilo personal es muy consensual. Pongo mucho énfasis en lograr las cosas por consenso. Como diplomático, intento acercarme a los problemas de forma objetiva. Cuando se quiere resolver realmente algo complejo y los actores están en posiciones muy distantes, es necesario escuchar a ambas partes e intentar una solución de consenso.
Creo que si te pones inmediatamente de parte de uno pierdes tu autoridad y tu poder para facilitar esos acuerdos. Además, el secretario general debe representar a 192 países y debe ser equilibrado en la defensa de los principios recogidos en la Carta de Naciones Unidas. Cuando están involucrados principios globales como los derechos humanos, entonces sí tengo voz. Es lo que he hecho en Gaza y en otras crisis. He condenado las agresiones y las violaciones de los derechos humanos. Pero para facilitar los acuerdos en temas sensibles hay que manejarse con cautela. Escuchar a las partes y buscar una solución aceptable para todos. Comprendo que haya quienes prefieran que me ponga de un lado, pero no puedo hacerlo. Hay que entender cuál es el papel de un secretario general.
Creo que lo que se le pide es que desarrolle usted un papel más político y menos diplomático. ¿Está usted preocupado por su falta de visibilidad?
Mi trabajo es más político que diplomático. Y requiere liderazgo político. Lo sé, y creo sinceramente que he demostrado tenerlo. Estoy orgulloso de poder decir que me he reunido con más líderes políticos que cualquier otro líder político del mundo. En ocasiones me he visto con diez y hasta quince líderes en un solo día. He visitado hasta tres y cuatro países en un solo día, como acabo de hacer con motivo de mi viaje a Gaza. Me siento orgulloso de haber participado en este esfuerzo diplomático conjunto que ha logrado el alto el fuego. Mi estilo de ejercer el liderazgo no debería ser criticado. Se pueden encontrar hasta 192 estilos diferentes de 192 líderes políticos. Yo tengo el mío propio y creo que es ampliamente apreciado, que los críticos son sólo unos pocos.
El viaje de Ban Ki-moon a Gaza se produjo prácticamente en los últimos días del conflicto, entre el 17 y el 21 de enero, cuando otros grandes líderes ya habían visitado la zona, aunque no la franja asediada por las bombas israelíes donde en poco más de dos semanas se calcula que murieron 1.300 palestinos y quedaron heridos otros 5.450. Ban ofreció el día 20 una rueda de prensa en las ruinas del edificio de la ONU en Gaza destruido por los ataques. Durante los primeros días del conflicto, el secretario general se quedó en Nueva York. Reclamó el cese de los ataques el primer día, el 29 de diciembre, y una semana después, el 6 de enero, se inició una reunión especial del Consejo de Seguridad.

Los colaboradores de Ban aseguran que tuvo una agenda frenética cargada de llamadas telefónicas y negociaciones. Finalmente, el día 9, el Consejo emitió una resolución exigiendo el alto el fuego y la apertura de corredores humanitarios, una resolución que Estados Unidos, aún bajo la Administración de Bush, no vetó. Se abstuvo.
Se critica su liderazgo, pero también he leído comentarios elogiosos sobre usted. Dicen que es muy madrugador, infatigable (sus colaboradores se ríen y asienten) y que le caracteriza su tesón y su paciencia.
En efecto, yo trabajo más duro que nadie.
Según Jeffrey Sachs (director del Proyecto del Milenio de la ONU y asesor de Ban), la clave no es que la ONU fije más objetivos, sino que éstos se cumplan. Me gusta mucho esa idea y es un auténtico desafío en medio de esta crisis financiera. Yo voy a seguir recordando a los líderes que han de cumplir sus compromisos y que si pueden hacer más, siempre será bien recibido.
La ONU no permite obtener éxitos clamorosos, me temo.

A mí no me interesa tanto el éxito personal y rentable como a los políticos. Hago un trabajo discreto que a veces no está a la vista, lo que es una manera muy diferente de ejercer el liderazgo. El papel es muy distinto. Tengo que tratar con 192 países y no soy el presidente o el primer ministro de un país en concreto que puede mostrar una visión muy específica o dura sobre un determinado tema. No hay más que observar los conflictos regionales. Normalmente, ningún país hace ninguna concesión. Defiende públicamente su posición, sea razonable o no, de manera inflexible. Ése es el principio de los problemas. Yo también podría ser inmensamente inflexible, pero no debo. Si actuara de ese modo, no estaría cumpliendo con mi deber. Es algo que la gente y sus lectores deben comprender. Deben entender la naturaleza exacta del papel de un secretario general.
Vivimos momentos de esperanza con el cambio de presidencia en Estados Unidos. ¿Usted también?
Yo creo que estamos entrando en una nueva era que va a mejorar las relaciones entre Estados Unidos y la ONU. Estará usted de acuerdo en que Estados Unidos es el más importante contribuyente de la ONU...
Sí, aporta el 22% de su presupuesto. ... Y que también es uno de los Estados miembros más importante de la organización. Por tanto, es extremadamente importante mantener una relación más estrecha. Estados Unidos y la ONU comparten objetivos e ideales recogidos en la Carta de la ONU: paz, seguridad, desarrollo y derechos humanos.
Realmente me sentí muy animado el pasado 23 de enero cuando hablé con el presidente Barack Obama y comprobé su grado de compromiso. Hablamos de cambio climático, de seguridad alimentaria y también de los conflictos actuales, como el de Oriente Próximo. Le dije que para Estados Unidos debe ser un tema prioritario, porque la paz y la estabilidad en la zona tienen importantes implicaciones en la paz y la estabilidad del resto del mundo. Hablamos también de la reforma de la ONU, que busca dotar de mayor efectividad a la organización y también generar mayor confianza para afrontar todos los desafíos.
La reforma de la ONU tiene históricamente un escollo fundamental, el de la reforma de su órgano más poderoso y ejecutivo: el Consejo de Seguridad. En este órgano están representados quince países: diez tienen turno rotatorio. Otros cinco tienen asiento permanente y, además, derecho de veto. Son los cinco grandes victoriosos de la II Guerra Mundial: Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, China y Rusia.
¿Hablaron ustedes concretamente también de la reforma del Consejo de Seguridad?
No, realmente. Hay tantos asuntos...
¿Usted cree que será capaz de lograr o al menos de ver la reforma del Consejo de Seguridad, o es un objetivo imposible?
Considerando los tremendos cambios habidos en la escena política desde la fundación de la ONU -63 años ya-, creo que todo el mundo está de acuerdo en que es absolutamente necesario que el Consejo de Seguridad debe ser reformado para ser más democrático, más representativo y más transparente. Creo que no hay objeción alguna a este principio; que hay un consenso. ¿Cómo reformarlo y a quién debe estar representando en el Consejo de Seguridad? ¿De qué manera? Todo esto es objeto de un larguísimo debate que se inició hace ya varios años. La Asamblea General adoptó una importantísima resolución el año pasado para debatir de manera informal esas modalidades de la reforma, y yo como secretario general debo facilitar ese diálogo. Porque la decisión es de los Estados miembros, no del secretario general.
¿Ve usted una buena disposición por parte de los cinco países con derecho de veto? Esto es algo que todavía tenemos que ver. Es una materia muy sensible en la cual el secretario general no tiene ninguna posición que tomar.
¿Podría usted precisar cuáles son los primeros pasos que espera que dé Estados Unidos en relación con la ONU?
Este año 2009 va a ser crucial para el cambio climático. Hay muchas crisis: la crisis alimentaria, la crisis energética, Congo, Darfur, Zimbabue, Somalia... Pero el cambio climático es una amenaza global para toda la humanidad, para todo el planeta, en el que hay que galvanizar todas las voluntades políticas, movilizar todos los recursos. Para diciembre tenemos que lograr un acuerdo equilibrado, efectivo y aceptable para reemplazar al Protocolo de Kioto [que fijó una reducción mundial de emisiones de gases de efecto invernadero de un 5% para 2012 con respecto a 1990]. Y en este terreno, creo que la Administración de Obama va a ser muy proactiva. La lucha contra el cambio climático deben encabezarla los países desarrollados porque son los que más han contribuido al calentamiento global. Además son los que tienen la capacidad tecnológica de afrontarlo y de lograr que los países en desarrollo se puedan subir al tren sintiéndose cómodos en los esfuerzos conjuntos.
La crisis económica puede ser de gran ayuda para lograr el objetivo de recortar emisiones. La crisis financiera es un asunto muy serio y urgente y, por tanto, doy la bienvenida y deseo el mayor éxito a los paquetes de estímulo financiero que los países desarrollados han puesto en marcha. Pero no deberían olvidarse de la urgencia de afrontar el cambio climático.
Y creo que se podría aprovechar la oportunidad para invertir en una mayor industrialización, pero invirtiendo en economía verde y sostenible, cambiando los parámetros. Deberíamos lograr un Nuevo Contrato Verde.
Obama ha adquirido ya otros importantes compromisos, como cerrar Guantánamo. ¿Puede la ONU aportar alguna ayuda a este respecto?
Desde el primer momento de mi mandato pedí el cierre por cuestión humanitaria. Cuando Obama firmó esta orden de clausura yo di la bienvenida. Ahora Estados Unidos está consultando a otros Gobiernos para acomodar a los prisioneros.
Si dependiera de usted, ¿qué haría con la base de Guantánamo? ¿Construiría usted allí un memorial, un museo? [Se ríe].
Eso es algo que se sale de mi mandato.
Respecto a la crisis económica, usted a finales del pasado año ofreció la sede de la ONU para celebrar la cumbre financiera del G-20. ¿Hará ofertas similares en el futuro cercano? ¿Cómo puede colaborar la ONU en esta crisis?
Esta crisis puede tener un impacto directo con nuestros objetivos más importantes, pilares del desarrollo global, como los Objetivos del Milenio [redu cciones drásticas de la pobreza, la falta de educación y sanidad, así como de la desigualdad de género]. Los paquetes de estímulo financiero deben estar coordinados internacionalmente, y la ONU puede aportar ideas y experiencias. Eso es lo que se debatió en el G-20, donde están representados el 80% del PIB total y el 80% de la población mundial, pero en el que no están representados otros muchos países.
Y usted lo que quiere es abrir, digamos, el grupo.
Sí. La Asamblea General está debatiendo ahora sobre ello. Habrá otra reunión del G-20 en Londres y yo representaré a toda la ONU. Mi mensaje será simple y claro: los paquetes de estímulo financiero son necesarios, pero deben tener en cuenta a los mil millones de pobres que hay en el planeta.
Esos rescates financieros contienen cifras enormes. Unos 700.000 millones de euros en Estados Unidos y 150.000 en España. Cifras exorbitantes comparadas con las que se manejan para terminar con el hambre. En la reciente reunión de Madrid, por ejemplo, se ha creado un fondo contra el hambre de 5.500 millones. ¿Es una comparación frustrante? Considerando el impacto de esta crisis global, creo que las cantidades que se están manejando son lógicas, pero los países más industrializados no deben olvidar sus compromisos de ayuda. La Asamblea General aceptó el objetivo de que los países dedicaran el 0,7% del PIB a ayuda oficial al desarrollo para 2015. La tendencia es muy desigual. Hay países que hacen muchos progresos, como España, que será capaz de alcanzar ese objetivo en 2012. Esto es fantástico. Tener esta visión y esta humanidad en medio de la crisis financiera que vivimos es la única manera de alcanzar este objetivo en 2015. La oferta del Gobierno español de aportar mil millones al fondo ahora creado contra el hambre, unido a su compromiso con los Objetivos del Milenio, perfila un importante papel de liderazgo de este país dentro de la ONU. En los dos años que llevo en este puesto he comprobado que España es uno de los socios más fuertes de la ONU. De hecho, es ya la séptima vez que estoy en este país en dos años.
Creo que los ciudadanos españoles apreciamos enormemente el multilateralismo de la UE y de la ONU porque representan la democracia para un país que careció de ella hasta hace bien poco. Ésa es exactamente la razón por la cual España lidera la Alianza de Civilizaciones, que gana apoyos cada día en la comunidad internacional. Ustedes tuvieron una trágica guerra civil y superaron las diferencias de opinión. También supieron erradicar la intolerancia y promover un mejor entendimiento y conocimiento de las diferentes culturas. Y eso es lo que se necesita en gran medida en este momento de conflictos y de desafíos.
La tendencia general es la de recortar la ayuda. ¿Qué opinión le merece el hecho de que ninguna de las grandes potencias económicas cumpla con el 0,7%?
Estoy advirtiendo contra la tendencia general al recorte. Se deben respetar los compromisos, e incluso acelerarse y acrecentarse. Un buen número de países europeos, y particularmente los nórdicos, están haciendo grandes progresos para llegar al 0,7%. España, como he dicho antes, está haciendo el mayor de los progresos. Y espero que otros le imiten. Pero hay importantes países, como Estados Unidos, como Japón..., sí, que están lejos del objetivo.

martes, 10 de febrero de 2009

Sobre Irán cerca del aniversario de la revolucion


Jomeini toma el poder en Irán y proclama la República Islámica

La Guardia Imperial, último bastión del sha y Bajtiar, se rindió ayerEl Ejército del Aire distribuyó las armas entre la población
FELIX BAYON ENVIADO ESPECIAL, - Teherán - 13/02/1979


El ayatollah Jomeini, líder de la oposición religiosa chiita al sha durante más de veinte años, se hizo ayer con el poder en Irán, después que la Guardia Imperial, último bastión de defensa del Gobierno del primer ministro, Shapur Bajtiar, se rindiera al mediodía sin disparar un solo tiro en defensa de su jefe exiliado. Horas después, el líder chiita declaraba formalmente la República Islámica de Irán y confirmaba en su cargo al del Gobierno provisional primer ministro Mebdi Bazargan.
La Unión Soviética reconocía casi inmediatamente a la nueva República y, pese al estupor y temor en Occidente, todos los Gobierno europeos y el propio presidente norteamericano, Jimmy Carter, expresaban sus deseos de «trabajar» en colaboración con el nuevo régimen, para hacer «un Irán estable e independiente».

A las cuatro de la tarde de ayer, el primer ministro del Gobierno provisional, Mehdi Bazargan, se convertía en jefe del ejecutivo de la flamante República Islámica de Irán. Se acaban así «los 2.500 años de imperio», según titulaba ayer el vespertino persa Kayhan.De este modo parecía finalizar también una pequeña guerra civil que comenzó el pasado viernes a las once de la noche y que ha costado más de trescientos muertos y setecientos heridos. Se conoce ya cuál fue el inicio de los incidentes. Todo empezó con una discusión entre militares del Ejército del Aire de la base de Doshan Tappeh. Minutos antes, la televisión oficial había pasado un documental de una hora sobre la vida cotidiana del ayatollah Jomeini. La inmediata discusión política se continuó con el fuego. Después llegó la Guardia Imperial.
El sábado, los militares de la aviación partidarios de Jomeini repartieron armas, y la lucha continuó en toda la ciudad de Teherán. A mediodía, el general Rajimi, administrador de la ley marcial, adelantó el toque de queda. Bazargan pidió a la población que desobedeciera la orden. En la madrugada del sábado al domingo continuaron los combates. Los jomeinistas, en principio, estaban casi desarmados: cada grupo de guerrilleros contaba sólo con alguna pistola, unas pocas metralletas y cócteles molotov. Había quienes nada más llevaban armas blancas. En la mañana del domingo vimos un comba tiente que portaba, como única defensa, un hacha arrancada de una panoplia decorativa.
Los enfrentamientos oponían a la Guardia Imperial, de un lado, y a los guerrilleros y algunos soldados del Ejército del Aire, por otro. El Ejército de Tierra permanecía al margen. Ocasionalmente, los jomeinistas asaltaron cuarteles del Ejército o de la gendarmería para proveerse de armas y municiones.
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Victoria chiita tras una corta guerra civil
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El domingo por la mañana se veían ya carros blindados llevados por guerrilleros. La batalla más dura tuvo lugar entonces al sur de Teherán. En un. radio de poco más de cien metros se encontraban tres objetivos básicos: la central de telecomunicaciones, unos estudios de radiotelevisión y el edificio principal de la policía. A no mucha distancia está también la presidencia del Gobierno.
Al mediodía, la Guardia Imperial quedó prácticamente rodeada. Sin embargo, algunos de sus miembros actuaban desde los tejados como francotiradores. La desesperación final de los partidarios del sha añadió un peligro adicional a los combates. Disparaban no sólo contra los guerrilleros, sino también contra las ambulancias y los periodistas. Un técnico del primer canal de la televisión francesa fue herido en un brazo. Minutos después, otro francotirador disparó cinco ráfagas contra los enviados especiales de Corriere della Sera, RAI, L'Unita y EL PAIS, quienes salieron ilesos después de marchar a gatas durante cincuenta metros en busca de refugio.
Sobre la una de la tarde, el tiroteo comenzó a disminuir, después de cuarenta horas de fuego intenso en diversos lugares de la ciudad. En el resto del país había, entre tanto, una relativa calma. Sólo incidentes aislados y alguna ocupación de cuarteles o centrales de policía.
A las cinco, los rebeldes tomaban la RTV; dos horas después, la televisión comenzaba sus programas. Por primera vez, el retrato del sha no presidía la apertura. La primera imagen fue un ramo de claveles, que iba acompañado con la música de una fanfarria militar. Luego, un descorbatado presentador saludó a los espectadores: «Salam, malam» (salud, pueblo). Había comenzado la República Islámica.
Poco antes, en las oficinas del Gobierno provisional, uno de los ayudantes de Jomeini, el doctor Yazdi, había presentado a los periodistas al administrador de la ley marcial, general Rajimi, prisionero de los guerrilleros. Entonces se supo también que el general Nasiri antiguo jefe de la Savak (policía política del sha) había sido trasladado de la prisión en que se encontraba a una cárcel del pueblo -probablemente, una mezquita- El primer ministro, Shapur Bajtiar, había desaparecido. En un principio se rumoreó que había muerto. Luego se supo que estaba en un lugar seguro.
El domingo por la tarde se conoció también el contenido de cuatro comunicados que hacían pensar que la paz podía llegar. Por un lado, el ayatollah Jomeini absolvía a los militares de su juramento de fidelidad al trono. Por otro, el Consejo de las Fuerzas Armadas declaraba su neutralidad en cuestiones políticas y pedía que el Ejército no saliera de los cuarteles. En tercer lugar, la marina decía apoyar al movimiento chiita. Por último, los jefes de la Guardia Imperial (cuyos soldados y oficiales continuaban defendiendo con las armas al sha) declaraban su solidaridad con el pueblo.
En algunos momentos, los guerrilleros dieron muestra de haber perdido los nervios. La busca y captura de policías y oficiales de la Guardia Imperial llegaba a ser una auténtica caza de brujas. Más de una vez, el domingo por la mañana, se celebraron en las calles juicios sumarísimos. Se habló de inmediatas ejecuciones de supuestos partidarios del régimen anterior.
Por la tarde comenzó una calma relativa. Sólo quedaban por tomar unos pocos objetivos, que terminarían cayendo ayer por la mañana. Doce mil presos comunes habían sido puestos en libertad y había aire de fiesta.
Ayer se continuaron escuchando los tiros. Eran disparos de fiesta.
Victoria chiita tras una corta guerra civil
"Profunda tristeza" del sha
Carter, dispuesto a "trabajar" con líderes islámicos


El conflicto de Oriente Próximo
Irán exige disculpas y un gran cambio a Estados Unidos
ÁNGELES ESPINOSA - Teherán - 29/01/2009

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Irán, el Irán oficial, sigue desconfiando de Estados Unidos. Quedó claro ayer en la respuesta de Mahmud Ahmadineyad a la mano tendida de Barack Obama. "Quienes hablan de cambio deben pedir disculpas a los iraníes y reparar los crímenes que cometieron en el pasado", dijo el presidente iraní. Es la primera reacción oficial desde que el estadounidense llegó a la Casa Blanca.
Obama enviará una carta a Ahmadineyad para descongelar las relaciones con Irán

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Ahmadineyad también pidió "cambios profundos" en la política exterior de EE UU, entre ellos que deje de apoyar a Israel y que retire a las tropas que tiene estacionadas por el mundo. Esta posición maximalista revela tanto la desconfianza hacia el cambio que ha ofrecido Obama, como la dificultad del propio régimen iraní para hacer concesiones.
Washington rompió relaciones con Teherán poco después de la revolución islámica de 1979, a raíz de la toma de su embajada por un grupo de estudiantes.
La tensión entre ambos ha aumentado desde que en 2002 se descubrió que Irán tenía un programa nuclear secreto. Ése es hoy el principal punto de fricción entre ambos. Barack Obama mantiene la exigencia de que Irán suspenda el enriquecimiento de uranio para suavizar su política.
Pero el asesor de prensa de Ahmadineyad, Ali Akbar Javanfekr, reiteró ayer a la agencia Reuters que en ese asunto no hay marcha atrás. Aún así, muchos observadores están convencidos de que el proyecto nuclear es más un medio que un fin. "El reconocimiento del régimen y de su peso regional ayudarían a dar un paso en ese terreno", señalaba recientemente un embajador europeo.
Irán
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Teherán.
Gobierno:
República Teocrática.
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65,875,224 (est. 2008)
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domingo, 8 de febrero de 2009

Secuelas de dictadura



MARIO VARGAS LLOSA


Un escándalo de 'chuponeo' o espionaje ilegal sacude la política y el mundo empresarial de Perú. El sustrato del caso es el poso de corrupción y envilecimiento cívico heredado del periodo Fujimori-Montesinos
El feo peruanismo chuponear -feo por su viscosa fonética y por su significado- significa interceptar las comunicaciones entre las personas con un propósito delicuencial. Está ahora de moda en el Perú a raíz del descubrimiento de unos audios grabados ilegalmente de conversaciones telefónicas en que dos antiguos militantes del Partido Aprista, Rómulo León Alegría y Alberto Químper, uno de los cuales fue ministro en el primer gobierno del presidente Alan García, hacían tráfico de influencias a favor de empresas y personas interesadas en obtener licitaciones y contratos del Estado y se felicitaban de las comisiones que por ello recibían: "¡Hemos hecho un faenón, hermano!". Ambos han sido expulsados del Apra, están presos y su conducta se ventila ante el Poder Judicial.

Violaban la privacidad para obtener poder, contratos, influencia o extorsionar a sus rivales
Son nuevos demócratas, con el whisky en la mano y la sonrisa del triunfador en las páginas sociales
Aunque el presidente García no ha sido personalmente afectado por el escándalo -los audios prueban que hacía tiempo se negaba a recibir al ex ministro implicado, y en un discurso ha llamado "ratas" a los protagonistas- el episodio provocó la caída de todo el gabinete y, ahora, ha tenido un rebrote publicitario con la captura de los chuponeadores: una compañía llamada Bussiness Track, de la que forman parte varios oficiales de la Marina de Guerra, algunos en activo y otros en situación de retiro.

Los registros policiales de los ordenadores y archivos de la empresa en cuestión, y la aparición de más de ochenta nuevos audios que llegaron misteriosamente a manos de un periodista, han provocado toda clase de conjeturas. Se habla de una vasta clientela de individuos y empresas particulares que encargaban las ilegales interceptaciones de Buissness Track y otras compañías de la misma índole -por lo visto hay varias en plena actividad- para servirse de ellas contra sus competidores o en problemas más íntimos, como los pleitos de divorcio. Decenas y acaso centenares de personas del mundo profesional, industrial y comercial operando en la más flagrante ilegalidad y sin el menor escrúpulo.
Hay razones para alarmarse, desde luego, pero sólo los cínicos y los tontos deberían sorprenderse. Porque el Perú es un país que, como la mayoría en América Latina, tiene una larga tradición de dictaduras y la herencia más profunda y duradera que éstas dejan siempre a las sociedades que las padecen es el eclipse de la moral pública, el envilecimiento cívico. Esta tara persiste una vez que la dictadura se desploma y es uno de los lastres por el que las democracias que suceden a los regímenes tiránicos fracasan y a veces terminan en nuevos golpes de Estado.
La interceptación de las comunicaciones se practica en todas partes, desde luego, pero en las democracias dignas de ese nombre ella se lleva a cabo, en cada caso específico, con autorización judicial, y esto ha permitido, por ejemplo, capturar a traficantes de drogas y grandes criminales. Los servicios de inteligencia se valen de ella, también, para combatir el terrorismo, dentro de limitaciones legales estrictas.
Y hemos visto en los últimos años las protestas que han merecido en Estados Unidos y en Europa los casos en que los cuerpos de seguridad se extralimitaron, violentando la ley que garantiza la privacidad de los ciudadanos, en sus labores de espionaje.
La pareja criminal Fujimori-Montesinos que fue dueña y señora del Perú por diez años -1990 a 2000- hizo del horripilante chuponeo una práctica generalizada que le servía para conocer la vida íntima de sus críticos y adversarios y poder extorsionarlos, así como para ejercer chantajes y obtener beneficios en las grandes operaciones delictivas en que los forajidos del régimen se robaron cientos de millones de dólares, que comprendían desde negociados mafiosos con la compra y venta de armas hasta pactos y negocios de los carteles internacionales del narcotráfico. Como todas las instituciones del país fueron puestas al servicio de la dictadura, las Fuerzas Armadas, claro está, pasaron también a servir, antes que al Perú, a Fujimori y Montesinos, y por eso hay hoy todavía en la cárcel, cumpliendo condenas o a punto de recibirlas, un buen número de antiguos oficiales que, en esos años sombríos, ensuciaban su uniforme a la vez que se llenaban los bolsillos.
Buen número de ellos ejercitaban el chuponeo desde las modernas instalaciones importadas para el efecto por el Servicio de Inteligencia que presidía Montesinos, eminencia gris de la dictadura. Cuando ésta finalmente se desmoronó en un fin de fiesta tan calamitoso como payaso (Fujimori huyendo al Japón y renunciando a la Presidencia mediante un fax y Montesinos entregado por los servicios secretos venezolanos de Chávez que lo habían escondido), los expertos chuponeadores se quedaron sin trabajo y, ni cortos ni perezosos, formaron empresas privadas y ofrecieron sus servicios al público.

Lo más notable y escandaloso no es que lo hicieran sino que, de inmediato, encontraran tantos clientes en el mundo empresarial. Lo que significa que a una cantidad indiscernible, pero ciertamente grande, de peruanos les parecía -les parece- perfectamente legítimo valerse de una actividad delictuosa e inmoral -la violación de la privacidad- para obtener contratos, influencia, poder o extorsionar a sus competidores y adversarios.
El Perú anda mucho mejor de lo que estaba en aquella década infame, por supuesto. Desde el año 2000, con los tres presidentes que ha tenido desde entonces, Valentín Paniagua, Alejandro Toledo y Alan García, la democracia ha funcionado pasablemente bien en lo esencial -elecciones libres, libertad de prensa, independencia de poderes- aunque sus imperfecciones sean todavía grandes en razón del subdesarrollo, y la buena política económica seguida por los tres ha traído al país un crecimiento y una buena imagen internacional para los inversores sin precedentes en nuestra historia.

Acaso lo más sorprendente de estos años haya sido la evolución del presidente Alan García hacia una filosofía liberal y moderna que (en buena hora para el país) defiende y aplica contra viento y marea, incluso contra buen número de sus propios compañeros de partido que siguen anclados en el pasado, sin importarle la impopularidad. El resultado es que, a diferencia de lo que ocurre en otros países latinoamericanos, el Perú, con su apertura al mundo, su apoyo a la empresa privada y su implantación en todos los grandes mercados internacionales, resiste bastante mejor que el resto el cataclismo financiero internacional.
Ahora bien, como lo muestra el escándalo del chuponeo, hay una podredumbre moral agazapada debajo de esa fachada estimulante, que conspira contra todo lo que anda bien y que, si no se corta por lo sano, podría, dadas ciertas circunstancias difíciles, retrocedernos otra vez hacia la barbarie autoritaria.

Ésta no empieza cuando los tanques salen a las calles y los uniformados, siguiendo a un mequetrefe militar o civil, asaltan el Parlamento, Palacio de Gobierno y el caudillo toma el poder y comienza a gobernar a punta de úcases. Comienza con el criollo desprecio de las reglas y convenciones que son el sistema sanguíneo de la civilización, el poco respeto no sólo de las leyes sino del espíritu que las anima, y la aceptación de todo lo que las vulnera e instaura la arbitrariedad, la mentira y lo ilícito como norma aceptable de conducta.
El Perú, una democracia en cierto sentido pujante, es, al mismo tiempo, un paraíso de la ilegalidad.

Es cierto que buen número de responsables de los crímenes y pillajes de la dictadura han ido a la cárcel, pero muchos más de los que la prohijaron, sirvieron y medraron con ella, andan ahí, reciclados, ahora demócratas de nuevo, con el whiskycito en la mano y la sonrisa del triunfador, adornando las páginas de sociales. Los discos, los libros y los vídeos piratas se venden por doquier y todo el mundo sabe y acepta que la coima sea la única llave maestra para aligerar cualquier trámite administrativo o librarse de las multas y que las multas y los trámites se conciban sólo para poder obtener coimas.

¿Cómo sorprenderse que, en semejante contexto, el traficante de influencias, emboscado bajo la anodina denominación de lobbysta o cabildero, sea un activo protagonista de la vida económica y de que haya empresarios que contratan a los chuponeadores con toda normalidad para descubrir el talón de Aquiles de sus competidores y ganarles los concursos y los pleitos? Son esas silenciosas y diligentes termitas las que, a lo largo de nuestra historia, han hecho que todos nuestros intentos democráticos se desintegren de pronto como momias expuesta al sol. No seamos tan insensatos otra vez más.

domingo, 1 de febrero de 2009

Inicios en política exterior de Obama



EDITORIAL ,EL PAIS
Obama entra en juego
Las primeras decisiones sobre Palestina revelan que EE UU quiere asumir un papel más activo
01/02/2009

La extrema prudencia del presidente norteamericano Barack Obama en sus contadas declaraciones sobre el conflicto de Palestina muestra hasta qué punto éste preocupa a Washington; pero también la celeridad con que la Casa Blanca ha empezado a jugar sus cartas con el envío de George Mitchell el pasado fin de semana a la zona revela cómo, a diferencia de la Administración de George Bush, sí hay decisión de tomar el toro por los cuernos. Una cautela similar en Israel, que celebrará elecciones legislativas el próximo día 10, revela, en cambio, la aprensión con que el Gobierno encara una nueva ronda diplomática con un presidente que tiene parientes musulmanes y ha declarado a medios árabes que aspira a la mejor relación con el mundo islámico.

El hecho de que sea Mitchell, católico maronita, el elegido para esta primera gira, que le ha llevado a Egipto, Israel, Cisjordania, Jordania y culminará esta semana en Arabia Saudí, subraya la intención de arrojar una mirada diferente sobre el conflicto. Entre los diplomáticos cuyos nombres se barajaron para cubrir ese puesto estaban Dennis Ross y Martin Indyk, ambos sionistas moderados, cuya elección habría agradado a Jerusalén.
Mitchell ya presidió una comisión de investigación en la zona, tras el estallido de la segunda Intifada palestina en septiembre de 2000, y presentó un informe en el que junto al fin de la violencia terrorista pedía el congelamiento de la expansión de las colonias israelíes en territorio palestino, donde hoy viven 300.000 ocupantes en 120 asentamientos autorizados, y varias docenas de fortuna, junto a un número similar de colonos en la Jerusalén árabe; todo ello en violación de la cuarta convención de Ginebra sobre las obligaciones de las potencias ocupantes.
El negociador norteamericano tiene como objetivo inicial consolidar el alto el fuego en Gaza, pasablemente observado por Israel y el movimiento palestino Hamás, tras la ofensiva militar sionista que duró tres semanas y concluyó el pasado día 18, en la que murieron más de 1.300 palestinos, casi todos civiles y muchos de ellos mujeres y niños.

Pero nadie duda de que, al mismo tiempo, Mitchell le ha tomado el pulso a una situación envenenada, dilatada, y de posiciones tercamente incompatibles que ensangrienta Palestina desde comienzos del siglo XX. La paz habrá de ser, por ello, la gran apuesta exterior de la presidencia de Obama.