jueves, 28 de agosto de 2008

Cobos volvió a diferenciarse del kirchnerismo

lanacion.com,
El vicepresidente Julio Cobos ya no hace ningún esfuerzo por ocultar las diferencias que mantiene con la presidenta Cristina Kirchner. Apenas pisó suelo cordobés, Cobos respaldó el reclamo de fondos que la provincia le realizó a la Nación para solventar la Caja de Jubilaciones.
Horas antes de que la jefa del Estado reciba, a las 18.30, en la quinta de Olivos a Juan Schiaretti (Córdoba) y Hermes Binner (Santa Fe), los gobernadores que enfrentaron abiertamente el proyecto oficial de aplicar retenciones móviles y que no convalidaron la embestida kirchnerista contra el campo, el titular del Senado volvió a marcar las diferencias con Cristina Kirchner.
Antes de visitar la muestra agropecuaria Agro Activa, en la localidad de Oncativo, Cobos dijo que si no existiera la deuda que pide saldar la provincia mediterránea, "no estaría la partida del presupuesto: hay 570 millones de pesos asignados", recordó.
Al arribar al aeropuerto, Cobos fue recibió el saludo de productores rurales, quienes le agradecieron el "voto no positivo" de la madrugada del 17 de julio, con el que sepultó la intención del oficialismo de transformar en ley las retenciones móviles.
Pese a que en todas sus acciones muestra diferencias con su compañera de fórmula, Cobos reiteró que su relación con la Presidenta "es igual" que antes del cimbronazo que provocó su voto en el Senado y por el que todos los hombres de su confianza que cumplían funciones en la administración nacional dejaron sus cargos.
El vicepresidente ya había participado el viernes pasado de la Expo Junín, en la provincia de Buenos Aires, una muestra comercial, industrial y ganadera en la cual recibió numerosas muestras de adhesión.
Cobos y el radicalismo. En una nueva muestra de que no está en sus planes bajar el perfil, Cobos habló de todo y dio declaraciones de alto voltaje político. Entre los temas que abordó también le dedicó tiempo a la Concertación Plural, que se encuentra en medio de una crisis desatada por su voto en contra de las retenciones móviles.
En ese sentido, Cobos le reclamó a la UCR que deje sin efecto las suspensiones que pesan sobre los dirigentes del partido que se aliaron con el kirchnerismo. "Quiero que el radicalismo se defina y se renueve. Quiero que levante las intervenciones", afirmó el vicepresidente que fue desafiliado del partido en cuanto aceptó competir en la fórmula presidencial del Frente para la Victoria junto con Cristina Kirchner.
En su misma situación se encuentran gobernadores, intendentes y legisladores que decidieron alinearse con la Casa Rosada.
La Concertación Plural, la herramienta creada por Néstor Kirchner para facilitar la llegada de su mujer al poder, entró en crisis desde que Cobos frustró los planes del oficialismo respecto de las retenciones móviles, eje del prolongado conflicto con el campo.
Además, el vicepresidente, que volvió a mostrarse hoy cerca de ruralistas, les reclamó "prudencia y serenidad" y destacó la tarea de la Secretaría de Agricultura en las negociaciones con el sector.
Aseguró que el área a cargo de Carlos Cheppi, "va a transmitir algunas medidas para el sector, dirigidas en especial a los sectores de la carne, las exportaciones del sector tambero y el precio inicial para la leche".
Cristina y los gobernadores. Tras el duro golpe que sufrió el Gobierno tras el conflicto con el campo, un mes atrás, Cristina Kirchner recibirá hoy a gobernadores que enfrentaron abiertamente el proyecto oficial de aplicar retenciones móviles.
Así, a las 18.30 recibirá a los mandatarios de Córdoba, Juan Schiaretti, de Santa Fe, Hermes Binner, de Buenos Aires, Daniel Scioli; de La Pampa, Oscar Jorge, y de Chaco, Jorge Capitanich. El encuentro se gestó para tratar la grave sequía que padecen estas provincias.
Pero según informó hoy LA NACION , la reunión será el primer paso de "una política oficial de integración de los gobernadores" con respecto a la política nacional con el campo.
Tags: cobos , UCR, expulsiones, Concertación Plural

domingo, 24 de agosto de 2008

El conflicto del Cáucaso


La ampliación hacia el Este europeo abre nuevas grietas en la OTAN
La crisis georgiana reaviva las diferencias estratégicas entre EE UU y Europa
ANDREA RIZZI
La política de ampliación de la OTAN hacia el Este de Europa, impulsada por la Casa Blanca ante la perplejidad de varios países del viejo continente, está abriendo nuevas grietas en la Alianza Atlántica. La actual crisis de Georgia, país cuya aspiración a ser incluido en las próximas rondas de ampliación ha desatado la ira de Moscú, ha reavivado la brecha estratégica que se abrió con motivo de la invasión de Irak entre Washington y Londres, por un lado, y la Vieja Europa, por el otro, tal como la definió el ex jefe del Pentágono Donald Rumsfeld.

"La división se ha exacerbado", dice el International Crisis Group
Lachowski: "Rusia ha elegido el momento más oportuno para desatar la crisis"
Aunque las fricciones son menos aparentes en esta ocasión -y a pesar de que los actuales Gobiernos de París, Berlín y Roma sean más filoestadounidenses que los anteriores- el conflicto caucásico muestra que las divergencias de los dos bloques en la actitud hacia Moscú no han sido reconducidas con los cambios recientes en varias cancillerías europeas y amenazan con ensanchar distancias en el seno de Occidente.
"Este asunto hace aflorar discrepancias que están sobre la mesa desde 2002. Puede tener consecuencias muy serias para Occidente. Moscú es un socio fundamental en casi todas las prioridades internacionales: Irán, crisis energética, terrorismo nuclear", comenta en una conversación telefónica desde Estados Unidos Steven Miller, director del Departamento de Seguridad Internacional de la Universidad de Harvard.
"La división se ha exacerbado", sentencian en un informe publicado el viernes los expertos del centro de análisis International Crisis Group, pese a los esfuerzos de las cancillerías de los países miembros de la OTAN en aparentar unidad. "La ampliación de la OTAN tiene como precio la enemistad de Moscú", prosigue Miller. "En mi opinión es un error: es una cinta de transmisión de problemas desde el Este hacia el corazón del Oeste. Creo que en términos estratégicos sería enormemente más rentable apostar por una buena cooperación con el Kremlin que desgastar esa relación para anclar a ciertos países en la órbita occidental. Moscú es demasiado relevante", dice el académico.
Otros, por supuesto, no opinan lo mismo y la diferente valoración de los dividendos de las dos opciones paraliza a Occidente, tanto en la OTAN como en la UE. La cumbre del martes en la que la Alianza Atlántica decidió enfriar las relaciones con Rusia se centró "más en evitar divisiones internas que en solucionar el problema", según Andrew Wilson, analista del think tank European Council on Foreign Relations.
Los aliados decidieron en esa reunión extraordinaria que las relaciones con Moscú no podían "seguir como antes", pero no concretaron ninguna medida específica. Washington, Londres y varios países del Este europeo chocaron con el veto de sus otros socios europeos a su propósito de formular una reacción más dura. El común denominador alcanzado fue juzgado como mínimo por muchos observadores.
Si la divergencia está sobre la mesa desde hace tiempo, "Rusia ha elegido el momento más oportuno para desatar la crisis, con la UE paralizada en su reforma aún no resuelta y la Casa Blanca con un inquilino con fecha de caducidad cercana", observa desde Suecia Zdzislaw Lachowski, experto en relaciones euroatlánticas del Instituto Internacional de Estudios de Paz de Estocolmo.
"Moscú ha logrado su objetivo: advertir a Occidente de que no acepta su política y a los países vecinos de que tengan mucho cuidado", prosigue. "Ahora lo previsible es que reconduzca su conducta dentro de cauces menos agresivos -que sólo provocarían un acercamiento de posiciones dentro de la OTAN- y deje a Occidente frente a sus contradicciones". Contradicciones que, si se han ocultado más o menos en los foros políticos, han ocupado estos días el proscenio en la prensa internacional con avalanchas de editoriales y columnas de opinión.
De un lado se yerguen quienes invocan un fortalecimiento de la OTAN frente a una Rusia más agresiva "que busca nada menos que un poder de veto sobre su expansión", en palabras del diario británico The Times, y exigen una firme respuesta a la desafiante actitud rusa, una consolidación de la esfera de influencia y la protección a países que libremente han vuelto su mirada hacia Occidente.
Por el otro, están quienes subrayan que esa misma expansión de Occidente -junto con la independencia de Kosovo y el escudo antimisiles en Polonia- ha alimentado un sentimiento de "humillación" en Rusia, que "ha abierto el camino al ascenso de Vladímir Putin" y ha inducido y permitido a éste "sofocar la democracia rusa", según escribía el premio Pulitzer Thomas L. Friedman en The New York Times. ¿No es más importante acompañar y fortalecer la democracia en Rusia que en Georgia?, preguntan algunos.
"Lo que me preocupa es que en EE UU el debate público ha sido poco plural, y los aspirantes a la Casa Blanca se han empleado en competir sobre quién lanzaba las amenazas más duras contra Rusia", comenta Miller. "Si seguimos con esta dinámica, reforzaremos la deriva autoritaria en Rusia. Aislarla puede convertir en irresolubles muchos problemas de enorme relevancia".


Un destructor estadounidense descarga ayuda humanitaria en Georgia
OTAN(Organización del Tratado del Atlántico Norte)
A FONDO
Sede:
Bruselas (Bélgica)
Directivo:
Jaap De Hoop Scheffer (Secretario General)
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Rusia, Georgia, Stalin, Kosovo, Márai, Amis y Más, pero sobre todo Marx


El conflicto entre Rusia y Georgia, al igual que todos los que involucran a la extinta Unión Soviética (URSS), es muy complejo, y por lo tanto, un análisis en profundidad requiere explorar ángulos históricos y emocionales amén, de los sucesos contemporáneos que enemistan a estas dos repúblicas que durante ocho décadas tuvieron un destino común bajo la tiranía del Partido Comunista Soviético.
Osetia del Sur, - con 66 mil habitantes, y Abjasia, con 215 mil, - son dos regiones que geográficamente están en territorio georgiano, pero sus habitantes exigen independencia desde que Georgia declaró la suya en 1991 tras el colapso de la URSS. En el caso de Osetia del Sur, 70% de su población tiene ciudadanía rusa y la mayoría son caucasianos de procedencia y cultura distinta a la del menos del tercio de los georgianos que allí viven. En Abjasia, la población rusa es menor que en Osetia, pero los abjasios autóctonos sienten más afinidad con Rusia que con Georgia, razón por la cual también aspiran a soberanía o algún tipo de confederación con el régimen de Moscú.
Es por esto que la raíz del conflicto, que hoy incluye factores geopolíticos e intereses energéticos, es étnica y nacional, y en eso se basan los líderes separatistas osetios y abjasios para exigir su independencia de Georgia. ¿Por qué hay tal mezcla de poblaciones rivales en estas regiones? La mayor responsabilidad recae en las políticas de un hombre que nació en Georgia, pero que eventualmente se convirtió en el arquitecto de la Unión Soviética y no solo terminó por identificarse como ruso, sino que intentó “rusificar” a las republicas conquistadas por su imperio: Yosef Stalin.
El Factor Stalin
No hay dudas de que a aquel sujeto a quien apodaron “Koba” durante su niñez y luego Stalin, - “el (hombre) de acero” - cuando se convirtió en un joven del partido comunista, tiene una gran responsabilidad sobre lo que ocurre hoy, tanto en Georgia, como en otros lugares de lo que fue la URSS.
Nacido en una de las ciudades más afectadas por el reciente conflicto bélico en Osetia del Sur, Gori, que se encuentra a encuentra a 30 Km. de su capital Tsjinval, Stalin fue uno de los más importantes asesores de Lenin cuando el ejército soviético, bajo las órdenes del fundador de la URSS invadió y anexó Georgia en 1921 para convertirla en una república vasalla de Moscú. Entonces, considerado por los georgianos como un traidor, Stalin aconsejó al nuevo gobierno bolchevique a no demostrar ninguna piedad a sus compatriotas: “¡Hay que tratar a esta tierra georgiana con un hierro al rojo vivo! […]- arengó entonces - ¡Tenéis que romperle las alas a esta Georgia! ¡Que corra la sangre de los pequeño burgueses hasta que depongan toda resistencia!... ¡Descuartizadlos!”.
La cita la proporciona Martin Amis en su libro Koba El Temible, quien señala que para el historiador Robert C. Tucker, en ningún sitio se trató peor a las víctimas del Gran Terror de este tirano que en el Cáucaso, y específicamente en Georgia, en donde Stalin ordenó asesinar o enviar a campos de trabajo forzado (GULAG), a 425 de los 644 delegados que asistieron al congreso del partido comunista georgiano de 1937. Para Amis, Stalin - responsable de la matanza de más de 16 millones de soviéticos - se ensañó contra Georgia por vergüenza a sus humildes orígenes y a su propia familia, y su odio a esa republica llegó a niveles paroxísticos, no comparables con sus camaradas rusos de partido.
En los años 20, ya como presidente del Partido Comunista y sucesor de Lenin, Stalin dividió a Osetia en dos regiones y le entregó la parte sur a Georgia, dividiéndola de la región rusa de Ingusetia, que junto a lo que hoy se llama Osetia del Norte, es parte integral de la actual Rusia. Estas políticas se fundamentaban en venganzas del tirano contra gobernantes a quienes despreciaba, pero sobre todo, tenían la intención de seccionar a las repúblicas soviéticas y transferir poblaciones entre ellas, para enviar a miles rusos a difundir a lo largo y ancho del imperio soviético el idioma y la cultura eslava. El incremento de población rusa en detrimento de poblaciones autóctonas, - lo que el Partido Comunista llamó “la rusificación” de la URSS, - pasó por la deportación forzada de millones de personas. La región del Cáucaso fue una de las que más sufrió estas transferencias masivas de población, entre ellos, georgianos, chechenios, y armenios.
Stalin fue el causante de la actual situación de coexistencia forzada entre grupos étnicos diferentes que bajo el yugo soviético estuvieron obligados a abandonar sus sentimientos nacionalistas, adoctrinados por la ideología comunista. Sin embargo, esta mezcolanza que nunca amalgamó, explotó en violentos conflictos en la ex republicas soviéticas. El caso de Osetia del Sur es emblemático de las consecuencias de esta política, puesto que los habitantes osetios autóctonos y los rusos, de esa región, se niegan a ser parte de una Georgia independiente.
Para muchos rusos Stalin fue el hombre que consolidó el orgullo ruso en la era soviética, mientras que para los georgianos, fue un apóstata que destrozó sus aspiraciones nacionales.
El factor Stalin es un ingrediente del conflicto ruso-georgiano que no debe ser menospreciado a la hora de tomar en cuenta la animosidad entre estas dos repúblicas.
El Factor Imperial
Rusia ve a las ex republicas soviéticas como sus aliados naturales, o en todo caso, como parte de su “área natural” de influencia, aunque muchos gobiernos y poblaciones de esos países no tengan la menor simpatía por los rusos. Esta percepción es natural, porque muchas zonas de Asia Central, el Báltico, y el Cáucaso, - en donde se encuentra Georgia, - estuvieron bajo el dominio de los zares, durante siglos, y luego, fueron invadidas por el régimen soviético. Para gran parte de los rusos, la desintegración de la URSS fue una humillación, - no porque estuviesen contentos con su régimen totalitario y su sistema económico fracasado, - puesto sino porque que significó la pérdida de hegemonía sobre los otros países de aquel imperio.
En su obra autobiográfica ¡Tierra, Tierra!, el escritor húngaro Sándor Márai, registró sus primeras impresiones sobre la llegada de los rusos a su país, cuando se conformó el bloque de naciones europeas comunistas, luego de la II Guerra Mundial, y en un intento de ser objetivo, el autor personalizó el drama de muchos soviéticos que conoció en Budapest. Sin embargo, sobre los rusos, no pudo más que llegar a la conclusión de que estaban dispuestos a sacrificar grandes valores como la libertad intelectual o espiritual, en nombre de la expansión y consolidación de su imperio. Márai cita a un personaje famoso que en el siglo 19 profetizó lo siguiente: “Cuando Rusia cuenta con la cobardía y el temor de los poderes occidentales, hace que suene su sable y aumenta a un grado máximo sus exigencias, para comportarse luego como si fuera magnánima al contentarse con alcanzar sus objetivos más inmediatos…¿Ha pasado ya el peligro? No. Sólo es la ceguera de las clases dirigentes de Europa la que ha llegado a su cenit. Para empezar, la política rusa es inmutable…Pueden cambiar los métodos, las tácticas o las maniobras, pero la estrella polar de su política – la dominación del mundo – es un estrella fija”.
El autor de estas líneas fue el alemán Karl Marx, y estas palabras podrían perfectamente reflejar la posición rusa ante el reciente conflicto de Osetia del Sur: si occidente vacila, Rusia impone su política en base a la fuerza, y cuando reacciona, entra en una fase pragmática de negociaciones para obtener sus objetivos más inmediatos, sin renunciar a los de largo alcance, en este caso, la independencia o anexión futura de esa región georgiana a su país.
Si a esto le agregamos que los conflictos de hoy son esencialmente energéticos, que el Cáucaso es una región rica en petróleo y gas, y que Georgia es estratégica para transportar esta energía desde lugares como Kazajstán y Chechenia, entre otras, hacia su mercado en Europa, está claro que Rusia no permitirá que ese país se haga aliado de la Comunidad Europea, como su actual gobierno aspira, ni mucho menos de la OTAN.
El Factor Kosovo
El argumento de los gobernantes de la región de Kosovo, para separarse de Serbia, no estaba basado en que alguna vez esa provincia serbia fuese una nación independiente, sino, esencialmente, en el aspecto étnico y religioso. El 90% de los kosovares son albaneses musulmanes, a diferencia de un 10% de eslavos cristianos, del mismo origen de los serbios y de los rusos. Por lo tanto, a pesar de que Kosovo perteneció a Serbia desde 1912, y luego a la ex-Yugoslavia, su parlamento declaró unilateralmente su independencia, en febrero de 2008, e inmediatamente fue reconocido como nación soberana por 27 naciones, incluyendo a 10 de la Comunidad Europea.
El argumento de los líderes separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, para independizarse de Georgia, no está fundamentado solamente en el aspecto étnico, sino, en un argumento de mayor peso: el nacional. La mayor parte de los territorios de Abjasia fueron anexados por la Rusia Zarista en 1864, al igual que lo fue Osetia – la que hoy está divida en la del norte y la del sur - en 1801, pasando luego ambas a ser reconquistadas por la Unión Soviética. Ambas regiones también gozaron de breves períodos de independencia.
Desde este punto de vista, Abjasia y Osetia del Sur poseen mejores argumentos históricos que Kosovo para exigir su independencia, y de ahí que sus líderes apelen constantemente a lo que llaman “el precedente kosovar”, para exigir que el mundo no actúe con hipocresía en sus casos. Ya desde el colapso de la URSS, los separatistas abjasios lograron, con ayuda rusa, dominar militarmente su región, luego de proclamar su independencia en 1992. Los osetios del sur se declararon en 1990 como una región ligada a Osetia del Norte y por lo tanto, de Rusia, pero Georgia la anexó como parte de su territorio original, previo a ser conquistados por la URSS. Tras conflictos violentos, en 1992 se creó una fuerza tripartita integrada por soldados autóctonos osetios, georgianos y rusos, para mantener el status quo de continuar siendo provincia georgiana bajo influencia de Moscú.
Sin embargo, la dirigencia de Osetia del Sur cambió su estrategia original de unirse a la del norte bajo soberanía rusa, eligiendo un presidente y parlamento propio, en 2001, y luego, con un plebiscito, en 2006, que - con el apoyo de la abrumadora mayoría de su población - proclamó su independencia. Sin embargo, hasta ahora no han sido reconocidos como soberanos por la comunidad internacional. Así las cosas, tanto Abjasia como Osetia del Sur mantienen una autonomía de facto, aunque de iure (desde el punto de vista jurídico), aun son parte de Georgia. Es por esto que durante el reciente conflicto bélico el parlamento de Osetia del Sur ha exhortado al mundo a reconocerlos como Estado independiente, basado en el “precedente kosovar”.
Paradójicamente, la independencia de Kosovo se ha convertido en el gran argumento político de Rusia – más allá de su superioridad militar – para justificar el por qué, en su percepción, tiene derecho a intervenir en Osetia y Abjasia.
Más Factores
Son muchas las razones por las cuales el conflicto entre Rusia y Georgia se complicó hasta conducir a ambas naciones al borde de convertirse en la primera gran guerra manifiesta entre dos ex republicas soviéticas.
El conflicto comenzó apenas Georgia se independizo de Moscú, pero pasó de las amenazas a la violencia en 1995 durante la presidencia del ex canciller de Gorbachev, el georgiano Eduard Shevardnadze, cuando separatistas abjasios junto a aliados pro-rusos nor-caucásicos masacraron a decenas de miles de georgianos, mientras que en Osetia del Sur, más de 20 mil fueron expulsados. Entonces, Georgia también deportó a familias osetias de ciudadanía rusa, durante años de mutuas acusaciones entre ambos países de ejecutar políticas de “limpieza étnica”. Se calcula que unos 10 mil civiles, pro-georgianos y pro-rusos murieron victimas de violencia interétnica. Tras el derrocamiento de Shevardnadze, tras la llamada “revolución de las rosas”, en 2003, el nuevo gobierno, encabezado por el actual presidente, Mijail Saakashvili, prometió restaurar la integridad territorial de su país, y con ese fin, impulsó una política exterior agresiva contra Rusia, exigiendo el retiro de sus fuerzas de paz en las regiones en conflictos, declarando que Georgia buscaría integrar la Comunidad Europea, y, algo inaceptable para Moscú, postularía para ser miembro de la OTAN. La apuesta de Saakashvili fue muy arriesgada, y más sorprendente aún resultó la incredulidad de los europeos y norteamericanos en creer que su acercamiento íntimo con un vecino de Rusia, sería permitido por un país de tradición expansionista y que, definitivamente, no renunciaría a sus áreas de influencia.
El mal cálculo de la administración Bush en el caso de Georgia – lo cual ya parece un estilo de gobernar – y la avidez europea de posesionarse en una zona de la cual son energéticamente dependientes, les hizo subestimar que Rusia reaccionaría agresivamente ante cualquier provocación georgiana. Medvedev, el nuevo presidente ruso, es obviamente un títere del ahora Primer Ministro Putin, quien no dejó piedra sobre piedra en una zona del Cáucaso - Chechenia - en donde fue masacrada más del 20% de su población musulmana durante una guerra por su derecho a la autodeterminación.
Los georgianos se equivocaron al pensar que los Estados Unidos vendrían a su rescate en caso de una guerra. Rusia mostró sus garras apenas Georgia se atrevió a enviar soldados a Osetia del Sur, les obligó a retroceder y demostró que occidente no está dispuesto a inmiscuirse en un conflicto bélico contra ellos. Por lo tanto, tras la firmar de la tregua en el actual conflicto, Georgia es el gran perdedor: ha debido admitir la permanencia de tropas rusas en su territorio, reconocer el derecho de sus grupos separatistas, e incluso, sus probabilidades de ser miembros de la Comunidad Europea son ahora más distantes que nunca.
Que dan claras varias cuestiones esenciales de este conflicto.
- El Cáucaso y Asia Central seguirán sumidas en disputas entre sus diversos grupos étnicos, religiosos, nacionales, y en rencores ancestrales, cuyas consecuencias – entre ellas el surgimiento de nuevos países – tendrán impacto para muchos movimientos separatistas del mundo.
- Rusia se fortalece luego de este conflicto, retornando como potencia bélica en el tablero internacional en sus áreas de influencia.
- La política de Medvedev es sucesora e hija de Putin, y por lo tanto, Europa, más que Estados Unidos, debe reconciliarse con la idea de que Rusia volverá a engullirse a varias de las naciones independientes a las cuales anteriormente dominó, a menos de que hagan caso al alerta que durante años han manifestado varios de sus intelectuales como los franceses André Glucksmann y Bernard-Henri Lévy: “¿Va a reinar el orden en Tiflis como reinó en Budapest en 1956 y en Praga en 1958?…sólo cabe contestar con una respuesta. Hay que salvar, aquí y ahora, a una democracia amenazada de muerte. Porque no se trata sólo de Georgia. El caso afecta también a Ucrania, a Azerbayán, a Asia Central, a Europa del Este y, por lo tanto, a Europa. Si dejamos que los tanques y los bombarderos arrasen Georgia, les estamos diciendo a todos los vecinos, más o menos cercanos a la Gran Rusia, que jamás los defenderemos, que nuestras promesas son papel mojado, que nuestros buenos sentimientos se los lleva el viento y que, por lo tanto, no pueden esperar nada de nosotros.” (¿SOS Georgia?, ¡SOS Europa!, El Mundo, 13 de agosto de 2008).
- Marx tenía razón cuando dijo: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Solo que en este caso, no citamos a Karl, el sociólogo alemán, sino a Groucho, el comediante estadounidense.
arielsegal@hotmail.com

martes, 19 de agosto de 2008

Parlasur: Venezuela fracasa en reclamo contra legisladora



AP parlasur
Venezuela fracasó hoy al reclamar la renuncia de la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento del Mercosur (Parlasur), la diputada del partido Nacional uruguayo Adriana Peña, a quien acusa de presunta injerencia en asuntos internos venezolanos.
Peña y la diputada paraguaya Mirta Palacio, vicepresidenta de la comisión, llevaron a cabo este mes, ``a título de legisladoras´´, gestiones en Caracas para tomar conocimiento de las razones por las cuales organismos estatales venezolanos, proscribieron a 272 dirigentes políticos que no podrán intervenir en elecciones de noviembre.
Peña dijo que ``fuimos a escuchar a las partes´´ en disputa, los inhabilitados y autoridades, pero ``estos últimos no nos pudieron recibir´´ y por eso ``no abrimos opinión´´ sobre la situación.
El tema fue presentado el martes en la reunión del Parlasur, donde la delegación venezolana encabezada por el diputado socialista Saúl Ortega reclamó la renuncia de Peña como presidenta de la Comisión. La moción no fue acompañada.
En la jornada fue presentado el caso de Leopoldo López, alcalde del municipio caraqueño de Chicao, quien en nombre de los 272 inhabilitados - bajo distintas acusaciones, incluyendo presunta corrupción - presentó su alegato ante la Comisión de Derechos Humanos.
López dijo a la AP que ``por lo menos, tuvimos la oportunidad de explicar nuestro caso. Dentro de la complejidad es bastante sencillo, porque tanto nuestra Constitución como la Convención Americana de Derechos Humanos son demasiado claras; dice que si no hay una sentencia judicial penal firme no hay manera de sacar una persona de la contienda electoral. Y eso es lo que ocurrió en nuestro país´´.
López informó que las acusaciones se referían al pago de los maestros, los bomberos y el alumbrado público y un proyecto de hace más de 10 años que tiene que ver con la solución de conflictos en las escuelas más pobres del oriente del país´´.
Peña, por su lado, ratificó sus decisiones sobre la ida a Caracas, como ``diputada y no en nombre de nadie´´, pero afirmó que no pudo llegar a conclusiones en el terreno por no poder reunirse con las autoridades.
Ortega y otros legisladores venezolanos oficialistas, en cambio, mantienen sus acusaciones y la legitimidad de las acciones inhabilitantes.
La Comisión del Parlasur se compone de 10 miembros - dos por país- Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que tienen voz y voto y Venezuela que tiene voz pero no voto, porque está en proceso de adhesión al Mercosur. --

Vladimir Putin


Vladímir Putin
Político ruso, nacido el 7 de octubre de 1952 en Leningrado (San Petersburgo desde el 1 de octubre de 1991). Se licenció en Derecho en la Universidad de Leningrado, donde fue alumno del que sería alcalde de la ciudad, Anatoli Sobchak. En 1975 Vladímir Putin comenzó su vida profesional en la Dirección de la inteligencia exterior del Comité de Seguridad del Estado (KGB), en la antigua URSS, donde alcanzó el rango de teniente general. Según su currículum, trabajó en Alemania durante la década de los 70, pero también se ha especulado, después de ser nombrado jefe del Servicio Federal de Seguridad (SFS), que pertenecía a los servicios de disidencia interna, el Quinto directorio del KGB.
Vladímir Putin
A su vuelta de Alemania, Putin se instaló de nuevo en Leningrado donde ocupó el cargo de vicerrector adjunto de relaciones internacionales de la Universidad de esta ciudad. Después de la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento de la URSS, Vladímir Putin empezó a ocuparse de temas de política municipal en su ciudad natal, en el periodo en el que era alcalde de Leningrado Anatoli Sobchak, considerado muy liberal y con una enorme popularidad entonces.
En 1990 fue asesor del Presidente del Consejo Municipal de Leningrado. Inmerso en las tareas municipales, Vladímir Putin entró en relación con Anatoli Chubais, "padre" de las privatizaciones y responsable de la economía rusa. Sobchak y Chubais fueron dos personajes muy activos en Rusia desde el colapso de la Unión Soviética, y la introducción de Putin en la política se produjo de la mano de ambos.
Entre 1991 y 1996 ocupó la presidencia del Comité para las Relaciones Internacionales del Ayuntamiento de San Petersburgo, cargo que compartió a partir de 1994 con el de primer Vicepresidente del Gobierno de esta ciudad (vicealcalde). En 1995 dirigió la campaña electoral del partido de carácter regional Nuestra Casa Rusia, que lideraba el ex primer ministro Viktor Chernomirdin. También dirigió la campaña para la reelección a la alcaldía de San Petersburgo de Sobchak, pero dimitió de su cargo tras la derrota en las urnas de este último.
Después de la dimisión, Putin se trasladó a Moscú, donde ocupó en los siguientes años cargos cercanos al presidente Boris Yeltsin. En pocos meses fue nombrado Vicedirector del Servicio Administrativo y Técnico del Presidente de la Federación Rusa, puesto que ocupó durante 1996 y 1997; jefe de la Dirección General de Inspecciones del Presidente y Vicejefe del Gabinete de la Presidencia en 1997 y 1998. En ese mismo año ascendió a Primer Vicejefe de la Presidencia.
En julio de 1998 fue nombrado Director del Servicio Federal de Seguridad (SFS), la más importante de las cuatro ramas en que se dividió el KGB y heredera de las funciones de policía política. A partir de marzo de 1999 Putin compartió este cargo con el de Secretario del Consejo de Seguridad.
El 9 de agosto de 1999 Boris Yeltsin nombró a Putin primer ministro en sustitución de Serguéi Stephasin, que había accedido al cargo hacía sólo tres meses. Putin fue el tercer primer ministro consecutivo de la Federación Rusa que perteneció a los servicios secretos, después de Yevgueni Primakov, jefe del servicio de espionaje exterior. Serguéi Stephasin y Putin son prácticamente copias exactas: miembros del KGB y jefes del posterior SFS, los dos son de San Petersburgo y casi de la misma edad (46 y 47 años respectivamente).
Vladimir Putin está considerado un incondicional del presidente ruso y su lealtad hacia Yeltsin es absoluta. Es uno de los nueve personajes del Kremlin que integran la llamada "Familia", en referencia al círculo cercano a Yeltsin, que incluye a la mujer del presidente y a su hija, al jefe de la administración presidencial Alexander Voloshin, al ex periodista Valentin Yumashev, al portavoz del Kremlin Dmitri Yakushkin, a Anatoli Chubais, y a los financieros Boris Berezovsky y Roman Ambramovich.
Se califica a Putin de duro y de poseer un carácter dictatorial que le haría proclamar sin escrúpulos el estado de excepción por el conflicto en el Cáucaso. Yeltsin confió en él como el único capaz de hacer frente a la coalición electoral formada el 4 de agosto por Nuestra Patria, del alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, y el grupo regional Toda Rusia, dirigido por el presidente de Tatarstán, Saimilev, y por el nuevo gobernador de San Petersburgo, Yakólev.
Este bloque electoral se presentó a las elecciones legislativas de diciembre de 1999 con el ex primer ministro Primakov liderando la coalición, en un momento en que gozaba de gran popularidad y sus posibilidades de ganar eran reales.

PUTINERIAS

La pregunta que se impone responder a los venezolanos es si es posible hacer una "alianza estratégica" con una gran potencia, ponerse "bajo su protección" y desembarazarse al mismo tiempo de las tropelías que esa potencia perpetre en el ámbito internacional.

La experiencia demuestra que esto no es posible, como se desprende de la conducta seguida por Fidel Castro durante el conflicto chino soviético, en que terció abiertamente a favor de la URSS, o la invasión de Checoslovaquia en 1968, en que contra la opinión mayoritaria del mundo, una vez más, se puso del lado de los tanques rusos y respaldó resueltamente la invasión, aún a costa de pagar un precio muy alto.

Una cierta lógica política tasa los respaldos de tal manera que cada apoyo crea una obligación tácita o explícita de que se va a actuar de un modo recíproco respecto del otro, so pena de quebrantar las bases de la asociación o alianza y fracturarla hasta hacerla inviable.

Una de las pretensiones del neo comunismo (o socialismo) es liberarse de los imperativos de la lógica, como lo han hecho de toda racionalidad, sobre todo económica; por lo que les parece posible expropiar los bienes ajenos y decir que respetan la propiedad privada, establecer una hegemonía comunicacional a la vez que exaltan la libertad de expresión, mandar a la cárcel o al exilio a los opositores y proclamar al mismo tiempo la defensa de los derechos humanos, defender al terrorismo y no querer ser considerados como forajidos.

Desafortunadamente el sentido común nos sigue diciendo que no se puede hacer sociedad con Vladimir Putin (como con Al Capone) y evitar ser llamado al mimos tiempo "gángster". En un conflicto global, Venezuela podría quedar ubicada en el lugar equivocado en el momento menos propicio.

El gran aporte de Putin a la política mundial es ser cabeza del neo totalitarismo, pretender que se puede restaurar el comunismo post soviético, reconstruir la pretendida grandeza de la Unión Soviética, pero con un cínico revestimiento de pseudo democracia, para cumplir con los cánones de la civilización occidental, que en el fondo considera como una farsa de la que se puede burlar a gusto.

Lo que reivindica Putin es la llamada "política de poder", la creencia de que el sistema internacional es una selva donde impera la ley del más fuerte; el prejuicio soviético del "cordón sanitario" que se estrecha alrededor de Rusia y que él tiene la obligación de ensanchar, hacia fuera, hacia occidente y oriente por igual, hasta abarcar todo el mundo. Si esto no es imperialismo, habrá que buscarle otro nombre, pero resulta por sí solo bastante amenazante.

GEORGIA. Coincidiendo con el inicio de los juegos olímpicos de Pekín, los tanques rusos invadieron esta pequeña república del Cáucaso, el pasado 8 de agosto, apoyo aéreo incluido. Curiosamente, la hegemonía comunicacional del Kremlin presentó al presidente de Georgia como "agresor" y "genocida", sin omitir que se aprovechaba de los juegos olímpicos para encubrir sus acciones.

Incluso para los venezolanos, acostumbrados como estamos a la táctica del régimen de imputarles a los otros lo que ellos hacen, resulta imposible digerir, ni siquiera concebir tanta maldad y cinismo. No sólo porque Georgia estaría perpetrando esa agresión contra su propio territorio y los georgianos se estarían matando a sí mismos, sino porque de inmediato hicieron recordar que la utilización de las olimpiadas para encubrir invasiones es toda una tradición soviética: así fue la invasión de Hungría en 1956, coincidiendo con las olimpíadas de Melbourne; la de Checoslovaquia en 1968, con las de México y la de Afganistán justo antes de las mismísimas olimpiadas de Moscú, en 1980, lo que propició el boicot de los juegos por algunos participantes, pero no impidió que la cobertura periodística dirigiera la atención del público hacia los juegos, alejándola de los teatros de operaciones y de la muerte de civiles.

Lo cierto es que los rusos han organizado y armado unos grupos irregulares separatistas en la región que llaman Osetia del Sur, que se encuentra en el mero corazón de Georgia, para provocar la acción de las fuerzas armadas del Estado, a la que ellos se han tomado la libertad de responder en una escala tan abrumadora que es imposible no advertir que se trata de una operación planificada con mucha anticipación.

El verdadero motivo de la invasión es la solicitud de Georgia de formar parte de la OTAN, lo que siendo un vecino de Turquía, que ya forma parte de la organización, es considerado por el Kremlin como un avance inaceptable en su patio trasero. Por este motivo están dispuestos a ir a una guerra generalizada. El mito del "cerco profiláctico" y la política de poder reinan otra vez en Moscú.

Esta invasión pone en evidencia no solo que los tanques rusos ya no pueden derrocar gobiernos para sustituirlos por gobiernos títeres dentro de su órbita, como en el pasado, sin conseguir resistencia armada, sino también la impotencia de Europa frente a la amenaza rusa. Todo el antiamericanismo cultivado por décadas se espanta ante el rugido del oso, que no puede ser domesticado sin contar con el respaldo de los aliados al otro lado del Atlántico. Otros se han limitado a comentar, encogiéndose de hombros, "uno no va a la guerra con alguien que te puede cortar el suministro de gas".

Rusia no puede convencer a nadie, no puede lograr que alguien quiera irse voluntariamente hacia su sistema, sea comunista o neocomunista, por lo que apela a la lógica del chantaje: adhesión incondicional o aniquilación. Esto es lo que le han ofrecido a Georgia, como antes lo hicieron con Chechenia.

Putin se ha ganado su lugar en la historia como Iván El Terrible o Stalin, un autócrata desalmado, un nuevo Zar sin la nobleza de los Zares. Y este es el último logro de los neocomunistas: han perdido el miedo al juicio de la historia. Los marxistas ortodoxos habían sustituido la idea del fin de los tiempos y el Juicio Final por la lucha final y el juicio de la historia. Realmente creían que la historia los pondría en un pedestal o los lanzaría al basurero. Pero los neo comunistas han superado por completo esas supersticiones. Realmente les importa un carajo lo que la historia diga de ellos, si ahora disfrutan del poder y sus beneficios, todo lo demás son supercherías de viejas.

Ciertamente, lo más amargo de nuestro tiempo no es que los buenos hayan perdido toda esperanza sino que los malos hayan perdido todo temor.

ANNA. La Politkovskaya fue asesinada el 7 de octubre de 2006 enfrente de su residencia en Moscú, justo el día de cumpleaños de Vladimir Putin. Como en una película de El Padrino, el pistolero dejó caer el arma con que le dio dos tiros, al pecho y la cabeza, y se alejó tranquilamente, como si no hubiera hecho nada. Más ruido hicieron los corchos de las botellas de champaña, los aplausos y las risas en la celebración de los 54 años del "salvador de Rusia", "amigo de todos los niños", "criador de cerdos más destacado del país", "mejor minero", "camarada de todos los atletas" y "más destacado director de cine", como ella lo reseña en su libro La Rusia de Putin, un bestseller en el exterior, pero extrañamente ignorado en el interior del país.

En Rusia se da la paradoja de que algunas personas no consienten que sus opiniones sean publicadas adentro, por temor a las consecuencias y en cambio no tienen reparo en que se publiquen en el exterior, confiando con toda certeza en que lo que se diga afuera no será conocido dentro del país, tal como ocurría durante el período soviético.

Los que dispararon contra Anna apostaron muy alto, porque al vincular el crimen así fuera simbólicamente con Putin se aseguraban la más absoluta impunidad y la abstención de todo el aparato judicial y de seguridad del país. ¿Quién podría sacar la mano por una periodista defensora de chechenos, tanto menos si esta de por medio el nombre del Zar de todas las Rusias?

Hay que reconocer que desde el ascenso de Yeltsin a la caída de Anna habían sido asesinados más de 300 periodistas en toda Rusia, sin que se armara tanta alharaca. Es el precio que se paga al pasar de un régimen cerrado a una sociedad abierta, de opinión pública, a la que las mafias no se acostumbran, por lo que resuelven las discrepancias de opinión a su manera, a la de Putin y compañía, es decir, a tiros.

Dice Anna: Me acerco al final de este libro, cuando el calendario marca la fecha 6 de mayo de 2004. No se ha producido el milagro de que alguien cuestione los resultados de las elecciones presidenciales del 14 de marzo. La oposición las ha respaldado. Por lo tanto, mañana asistiremos a la inauguración de la época de Putin II, un presidente reelecto con la increíble mayoría del 70% de los votos. Aunque descontemos un 20% de votos fraudulentos destinados a redondear el resultado, igual habrá recibido votos suficientes para asegurarse la presidencia.

En pocas horas, Putin, un típico teniente coronel del KGB soviético, subirá otra vez al trono de Rusia. Su imagen es tan estrecha y provinciana como induce a pensar el rango militar que alcanzó. Tiene la antipática personalidad de un teniente coronel que nunca consiguió ser ascendido a coronel y las maneras de un policía secreto soviético que suele husmear a menudo en la vida de sus colegas. Y además es vengativo. Ni uno solo de sus oponentes políticos ha sido invitado a la ceremonia de nombramiento, como tampoco ninguno de los partidos políticos que no se pliegan a sus dictados.

Y como epílogo: Si atendemos a los sondeos de opinión elaborados por las empresas (encuestadoras) que no desean perder sus contratos con la oficina presidencial, la popularidad de Putin no podría ser más elevada. Afirman que cuenta con el apoyo de la aplastante mayoría de la ciudadanía rusa, que goza de total confianza, que nadie desaprueba sus acciones.

ALEXANDER. Quien se dedicó a realizar una investigación independiente del asesinato fue Litvinenko, antiguo agente del KGB, hoy Servicio Federal de Seguridad (FSB), pero fue detenido, encarcelado y amenazado al punto que huyó con su familia de Moscú y pidió refugio político en Londres.

Hasta allí fue perseguido y asesinado mediante un producto identificado como "Polonio 210" un isótopo nuclear. Un producto así, que produce una muerte agónica, tiene el sello oficial de los servicios secretos de Putin.

Su defensa es ejemplar: "Lo que Litvinenko iba a decir ya lo había dicho". Mejor es la del Ministro de Defensa, típica de la burocracia soviética: "No era nadie". Lo que no gusta al Reino Unido es que el FSB extienda sus tentáculos y ande asesinando gente incluso en Piccadilly Road, en mero centro de Londres, lo que afecta algo más que la seguridad y el respeto debido a la Corona.

Putin se debate en una sorprendente paradoja: por un lado, quiere parecer frío, duro, inflexible, inspirar horror, que es como los autócratas rusos entienden el respeto; pero así parece inhumano, cruel, "una fría estatua de hielo", como lo definía Anna Politkovskaya, algo problemático para sus asesores de imagen.

Entonces da un giro copernicano y aparece cargando niñitos, besando viejitas, visitando heridos en los hospitales, poniendo una cara de circunstancia, como si estuviera a punto de arrancarse a llorar, que resulta ser más caricaturesca que una simple falsificación. Completamente intragable.

En sus memorias Lénin confesó que cuando veía niños se sorprendía invadido por una corriente de ternura, le provocaba acariciar; pero entonces retrocedía espantado: "¡No, no! –se decía-: ¡Es necesario golpear, golpear!"

Pobre Volodia, su rigor, implacabilidad, intransigencia revolucionaria sigue siendo el karma de quienes le siguieron y aún permanecen bajo su influencia no solo en Rusia, sino en todo el mundo. Fingen ignorar que mientras las estatuas exhibían un Lénin granítico, líder del proletariado mundial, en realidad, en una dacha remota, un anciano retirado era consumido por la bacteria de la sífilis y daba muestras ostensibles de demencia. Todavía se conserva ese cerebro deformado por los estragos de la enfermedad y una vida insoportable.

Putin, por supuesto, no es Lénin. Es apenas un teniente coronel con gravísimos delirios de grandeza. Un problema embarazoso que no se sabe todavía cómo resolver; pero que se está tornando peligroso, incluso para sus acomodaticios jala-colaboradores.

Luis Marin

lunes, 18 de agosto de 2008

El modelo vietnamita


JORGE CASTAÑEDA 18/08/2008

Hace unas semanas, el flamante Emerging Markets Forum, dirigido por Harinder Kohli y The Centennial Group, una especie de Davos de los mercados emergentes, organizó una reunión de alto nivel en Hanoi, después de haber hecho lo mismo en España, en Uruguay y en Marruecos. Dicha reunión permitió a varios participantes, incluyendo al que escribe, formarse una idea, sin duda inicial y superficial, pero no por ello menos fascinante, del "modelo vietnamita". Se trata, como es bien sabido, de la combinación de un férreo régimen de partido único, en el clásico estilo socialista (que va desde el mausoleo de Ho Chi Minh, idéntico a los de Lenin y Mao, hasta una prensa acrítica, oficial, y propagandista) con una economía de mercado casi salvaje, apenas regulada, pero tan boyante que le ha brindado al país casi 15 años de un crecimiento anual del 8%, y más de 18.000 millones dólares de inversión extranjera el año pasado, uno de los montos más altos del mundo con relación al PIB.

Cuba
A FONDO
Capital:
La Habana.
Gobierno:
República comunista.
Población:
11.308.764 (2004)
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A Cuba puede salirle mal combinar un régimen de partido único con una economía de mercado
Raúl Castro ha sido quien ha mantenido la estrecha relación entre Hanoi y Cuba
Es cierto que actualmente la economía de Vietnam atraviesa por zonas de turbulencia -un repunte inflacionario, quizá un cierto aletargamiento- pero, de todas maneras, su desempeño a lo largo de los últimos 15 años es impresionante. A ello se debe que, junto con la perpetuación en el poder del Partido Comunista, el país sea percibido por varias otras naciones que hoy se encuentran en una situación semejante a la de Vietnam hace 20 años, como un modelo digno de emular. Huelga decir que la nación más tentada por este esquema es Cuba.
Se ha mencionado repetidamente a lo largo de los últimos años que quien condujo siempre la antigua y estrecha relación de la isla con Hanoi fue Raúl Castro. Se sabe también que volvió muy entusiasmado con lo que vio, en Vietnam, durante su viaje a aquel país para asistir en abril de 2005 a los festejos conmemorativos del 30º aniversario de la toma de Saigón por los tanques del general Giap y los guerrilleros del Vietcong. Entusiasmo, por cierto, que contrasta con la reacción del hermano mayor de Raúl, quien supuestamente lamentó que los vietnamitas se hubieran vuelto revisionistas y partidarios del capitalismo. Y sobre todo es casi una perogrullada afirmar que Vietnam constituye un ejemplo mucho más adecuado y viable para Cuba que China -una analogía imposible- para salir del atolladero en el que se encuentra.
Pero el esquema vietnamita representa igualmente una opción atractiva para aquellos Gobiernos que buscan hacer negocios con La Habana y normalizar sus relaciones con ella, sin correr los riesgos que podrían implicar una exigencia de democratización: un éxodo migratorio masivo o un enfrentamiento directo. Así, reformas económicas con altos niveles de crecimiento en el horizonte, aunado a un control político total del poder y de la estabilidad por parte de las Fuerzas Armadas y del Partido Comunista, parecería ser la mezcla ideal anhelada por Raúl Castro y muchos de sus amigos y aliados, hipotéticos o reales, para la isla: he allí la tentación vietnamita.
Por desgracia, incluso un sobrevuelo breve y distante de la experiencia de Vietnam sugiere que la emulación cubana consiste probablemente en un sueño guajiro. Habría muchos factores que explicaran por qué, pero como prenda basten tres botones. En primer lugar, la sociedad vietnamita constituye un conglomerado mucho más jerarquizado, homogéneo y aislado del resto del mundo que la cubana; el país ha derrotado lo que denomina cinco ataques imperiales a lo largo de los siglos (los mongoles, los Han, de China, Francia, Estados Unidos, y de nuevo, los chinos de la República Popular), gracias a su disciplina y su sentido de sacrificio absolutamente inverosímiles.
Contrario senso, y quizá para bien, la sociedad cubana reviste exactamente los rasgos opuestos: la diversidad, el caos, el calor humano y la hospitalidad, la práctica perenne de "resolver", y su coexistencia más o menos pacífica, durante mucho más tiempo que sus vecinos, con tres manifestaciones de dominio externo, a saber: España durante el siglo XIX, EE UU hasta 1959, y la URSS durante los siguientes 30 años. Todo ello nos conduce al segundo factor.
En Vietnam se ha consolidado la propiedad privada a lo largo y ancho de la economía. Abarca la tierra, la vivienda, los negocios pequeños y grandes, los millones de motonetas, y las decenas de millones de teléfonos celulares; en Cuba prácticamente no existe. Debido a los rasgos culturales anteriormente descritos, el pueblo vietnamita parece haber aceptado un intercambio que otros pueblos no tolerarían: el libre acceso a la propiedad privada, a múltiples bienes de consumo, y a una prosperidad relativa, sin ningún acceso a ninguna libertad de ningún tipo. A algunos cubanos quizá también les agradaría este quid pro quo, pero a muchos más tal vez no, razón por la cual, por lo menos a lo largo de los últimos dos años, Raúl Castro no se ha atrevido a permitir la propiedad privada de casi nada, por temor a perder el control del proceso sucesorio. Acaba de ofrecerle a los cubanos la oportunidad de volver al campo y recibir pequeñas extensiones de tierra en usufructo por 10 años; tierras que no pueden poseer, vender, alquilar o hipotecar. Veremos si esto seduce a alguien. Sí seduciría a muchos la plena propiedad de su casa, pequeños negocios, tierras, o un acceso generalizado a las comunicaciones, ya que tal vez decidirían conversar interminablemente con otros cubanos y venderles sus bienes a otros cubanos, también: los que residen del otro lado del estrecho de Florida.
Se trata, por supuesto, del tercer factor, y no es despreciable. La población de Vietnam alcanza 85 millones de habitantes; dos millones y medio de vietnamitas se hallan fuera de su país, muchos en EE UU, pero muchos otros repartidos por todo el mundo. Algunos quieren volver, otros no; a algunos se les permite la adquisición de propiedades en su patria anterior, a otros no; pero no representan un elemento significativo de la ecuación económica, política o internacional de su país.
En cambio, existe aproximadamente un millón y medio de cubanos en el exilio, casi todos ellos concentrados en Miami, a 150 kilómetros de La Habana; representan casi el 15% de la población cubana total, y mantienen vínculos notablemente cercanos con sus familiares en la isla, a pesar de medio siglo de dificultades y obstáculos en materia de viajes, remesas y comunicaciones.
Este exilio cubano jamás obtendrá la satisfacción de haber derrocado a Fidel Castro, pero muy posiblemente pueda disfrutar de la oportunidad de comprar un tajo considerable de su legado. Impedírselo por la fuerza probablemente resulte imposible; convencerlo por las buenas de que desista de hacerlo, o persuadir a los cubanos de la isla de no vender sus propiedades hipotéticamente recién adquiridas, también se antoja improbable. Por tanto, si Cuba persiste en seguir el camino de Vietnam, cambiando para seguir igual, quizá acabe en el peor de todos los mundos posibles: sin una verdadera economía de mercado nacional, y sin un sistema político democrático.
Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México, es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.

domingo, 17 de agosto de 2008

La ocasión la pintan calva

Simón Alberto Consalvi

Desde tiempos antiguos, esta expresión "la ocasión la pintan calva" rememora a una diosa así llamada, la diosa romana Ocasión, cuya cabeza ofrecía frondosa cabellera alrededor de su rostro, pero era calva en su parte posterior, de modo que era difícil, si no imposible, tomarla por los cabellos si no se hacía a tiempo. No es ni dios ni calvo el Presidente de Bolivia, no obstante, ahora se le puede aplicar la vieja sentencia.
En efecto, Evo Morales Ayma obtuvo una alta votación en el referéndum del domingo 10 de agosto. Se dice que ningún presidente boliviano había logrado tales cifras, ni el mismo Evo cuando fue elegido. Esto daría pie para suponer que con tanta popularidad el Presidente boliviano estaría en condiciones de imponer su proyecto político signado por el radicalismo y por sus no disimuladas pretensiones de prolongarse en el poder, mediante una reforma constitucional que lo consagre.
Esta perniciosa tendencia de presidentes elegidos democráticamente que de inmediato ocurren a las reformas constitucionales, convocan constituyentes y alteran los sistemas democráticos para imponer sus proyectos políticos, se va convirtiendo en tentación común, lo cual no augura buenos tiempos para América Latina.
Pues, contagiado de esta manera, el presidente Morales está al borde del precipicio, sin que esto pretenda indicar que está condenado a fracasar. Lo estaría, sí, si menosprecia la ocasión que, también en su caso, la pintan calva.
Si bien Evo obtuvo tan grande votación, no menos cierto resultó igual fenómeno con los prefectos departamentales y, en particular, con los más connotados de sus adversarios que obtuvieron, asimismo, respaldos masivos. No se requiere ser demasiado profundo para advertir que los bolivianos le han dado a Evo un voto de confianza, en la creencia de que comprenderá el mensaje.
Lo quieren de presidente, y en buena hora, por lo que representa y puede hacer por su gente, pero no lo quieren como un dictadorzuelo iracundo o un presidente dueño de toda la verdad, mientras los demás son unos degenerados que se atreven a discrepar de sus sabios designios o, en última instancia, no se resignan al silencio.
Como lo dijo en una nota editorial El Diario de La Paz (agosto 11), Morales se sintió envalentonado antes de su triunfo, y dijo en una concentración política "que sabe que comete algunas ilegalidades, pero que eso no le preocupa, porque en su partido existen abogados que las tienen que legalizar, pues para eso son profesionales de la ciencia jurídica".
Tamaña impertinencia fue rectificada la noche del domingo, luego de la victoria. Con tantos votos en la mano, tuvo la sensatez de reconocer que para Bolivia había llegado la hora del diálogo.
En efecto, esa es la expresión de la voluntad popular que ratificó a los prefectos de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y Potosí, con una votación significativamente tan alta como la suya. Uno de sus prefectos, el de Oruro, fue derrotado, y otro, una indígena, acababa de ser elegida y no necesitó ir a la prueba. Una indígena, por cierto, disidente del MAS.
De modo y manera que el cuadro político de Bolivia después del referéndum no es una fiesta. Evo lo entendió así en medio de la euforia, y dijo lo que antes no quiso decir y rehusó aceptar como la condición sine qua non de la estabilidad democrática del país. Esa condición no es otra que la de aceptar los estatutos autonómicos de las regiones, o sea, negociar y modificar el proyecto de Constitución centralista, aprobado entre gallos y medianoche, en un cuartel de la ciudad de Sucre en diciembre pasado.
La condición comporta el reconocimiento del pluralismo de Bolivia, que equivale también a respetar la democracia. Nadie le negará al Presidente que avance en sus reformas, pero no puede hacerlo despojando a las regiones, aplicando un centralismo antes criticado a los regímenes que lo precedieron. Los estatutos autonómicos son perfectamente compatibles con un gobierno de avanzada.
Son, en sí, un signo de progreso, de participación ciudadana y de estabilidad democrática. Bolivia, según los analistas nacionales e internacionales, atraviesa un momento complejo, no cabe duda. Pero, de imponerse la sensatez, y aplicando la inteligencia, los bolivianos estarían en capacidad de echar las bases de una democracia como no la han experimentado nunca.
Bastaría que el presidente Morales vea más hacia dentro que hacia fuera. Que responda a los intereses de su país, de sus regiones, que reconozca la pluralidad de la sociedad y preste menos oídos a aquellos que pretenden inscribir a Bolivia como uno de sus cotos de experimentación. Convendría que el presidente Morales reconozca que no necesita profetas ajenos. Ni dogmas, ni proteccionismos. La ocasión, en fin, la pintan calva tanto por lo que antes se dijo, como porque no vuelve a repetirse. Así de caprichosas son las diosas

¿A usted le importa Abjazia?



ANÁLISIS: Guerra en el Cáucaso EL OBSERVADOR GLOBAL
MOISÉS NAÍM 17/08/2008

¿Había usted oído hablar de Osetia del Sur? ¿Y de Abjazia? ¿Sabía cual es la capital de Georgia? A comienzos del siglo pasado Ambrose Bierce escribió que las guerras son la manera que tiene Dios para enseñarnos Geografía. Resulta que mientras muchos estábamos de vacaciones siguiendo ocasionalmente las noticias de los Juegos Olímpicos de Pekín y tratando de ignorar las nefastas noticias sobre la economía, un pequeño y, para muchos, ignoto país (Georgia) decidió ponerle orden por la fuerza a dos provincias separatistas aun más pequeñas y desconocidas (Osetia del Sur y Abjazia). Esto provocó la desproporcionada reacción militar de Rusia que invadió Georgia, y que no oculta el deseo reestablecer su dominio en la región y de mandar de paso una clara advertencia a otros países que le han ido perdiendo el temor y el respeto al gigante del vecindario.
Medvédev dice a Sarkozy que el lunes comenzará la retirada de las tropas rusas
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Puede que la extraña guerra del verano de 2008 se olvide. Pero sus consecuencias perdurarán
Para algunos comentaristas en pocos meses nadie se acordará de esto y Abjazia, Osetia (tanto la del sur como la del norte) y toda esa región volverán al anonimato. Pero aunque esto ocurra, la crisis entre Georgia y Rusia revela algunas realidades que nos afectan a todos.
¿Para qué sirve una superpotencia? Si nos guiamos por lo que pasó en Georgia parece que no para mucho. Allí, y una vez más, el poderío militar, tecnológico, económico y diplomático de EE UU no sirvió para proteger sus intereses. Georgia es un fuerte aliado de los Estados Unidos, que a su vez considera al pequeño país un bastión en su lucha por promover la democracia y el libre mercado en el mundo. Georgia es de los países que más soldados aportó a la guerra en Irak. Su presidente, Mijail Saakashvili apostó a que la alianza con la superpotencia le protegería de la brutal Rusia de Vladímir Putin. Se equivocó. Y para mal o para bien, el mundo tomó nota. Retar a la superpotencia ya no es tan peligroso; especialmente si se tiene mucho petróleo. Putin, Ahmadineyad y Chávez así lo han demostrado.
¿Es Osama bin Laden más importante que Otto von Bismarck? No. Después de los ataques del 11-S la interpretación generalizada fue que los principales retos a la seguridad mundial ya no emanaban de guerras tradicionales entre naciones sino de agrupaciones como Al Qaeda, es decir, grupos armados y bien organizados capaces de operar internacionalmente y sin afiliación permanente a país o Gobierno alguno.
Las ideas de Von Bismarck el canciller alemán del siglo XIX según las cuales "el gran juego de ajedrez mundial" se define por el balance de poder entre naciones condenadas a competir entre sí dependiendo de sus necesidades y su poderío militar, pasaron de moda. Los grupos terroristas y no los Estados nacionales se volvieron el foco de atención de generales, espías, diplomáticos y políticos. Pero como me dijo Carlos Lozada, un editor del Washington Post, es irónico que un Gobierno como el de George W. Bush, que comenzó en el 2000 insistiendo en que su máxima prioridad internacional era contener a Rusia y China y que después del 11-S reemplazó esa prioridad por la guerra mundial contra el terrorismo, concluya su mandato enfrentado a Rusia en medio del despliegue olímpico chino. El episodio de Georgia no quiere decir que las amenazas simbolizadas por Osama bin Laden hayan desparecido. Simplemente nos alerta de que las que describió Von Bismarck no han perdido vigencia. Ahora las tenemos a las dos.
¿Sosiega la globalización los instintos bélicos? No tanto como creíamos. La integración económica es el mejor antídoto contra las guerras ya que cuanto más comercio e inversión hay entre países, mayores son los costos de un conflicto armado. Las instituciones como Naciones Unidas, el Grupo de los Ocho, la Unión Europea, la Organización Mundial del Comercio, los tribunales internacionales, el Derecho Internacional, las normas y las relaciones interpersonales contienen los impulsos guerreros. Estas ideas, muy en boga hasta hace unos años, habrá que revisarlas. En la crisis de Georgia todas las instituciones internacionales así como las leyes y normas que en teoría sirven para contener guerras fallaron.
Y las relaciones personales también. Cuando George Bush conoció a Vladímir Putin, lo miró a los ojos y captó "una sensación sobre su alma. Lo encontré directo y confiable", dijo el presiente. Seguramente Bush estará repensando lo que descubrió en los ojos del ex agente de la KGB transformado en todopoderoso zar de Rusia. Por otro lado, también es fácil imaginar a Putin sonriéndose mientras ve cómo el presidente que invadió a Irak despreciando a la ONU y todas las normas, hace acrobacias para reivindicarlas. Es probable que la extraña guerra del verano del 2008 sea olvidada muy pronto. Pero sus consecuencias perdurarán y se sentirán más allá del Cáucaso.
mnaim@elpais.es

miércoles, 6 de agosto de 2008

Turquía: la concordancia es posible


La decisión del Tribunal Constitucional turco de no ilegalizar al partido del Gobierno es, junto con la detención de Radovan Karadzic, una de las buenas noticias de este verano, y ambas están relacionadas con el intento de retomar el buen pulso del proceso de integración europea. Los agoreros podrán decir que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) sólo se salvó por un voto, pero en realidad, pistas aquí y allá venían indicando que se estaba produciendo algún tipo de acuerdo de Estado para evitar la catástrofe. Además, es muy probable que la discreta mediación de la UE haya sido el mejor bálsamo para tranquilizar los ánimos e incluso para recuperar la confianza en el maltrecho proceso de integración europea en los Balcanes y Anatolia.
Francisco veiga
El Gobierno turco es demócrata-islamista; la oposición, sobre todo, nacionalista
Recapitulemos: el pasado mes de abril, el Tribunal Constitucional aceptó la denuncia de la fiscalía turca para poner fuera de la ley al Gobierno democrático del AKP, que dirige Erdogan, por presuntas actividades "antilaicas". Llevar al extremo la teoría de la supuesta agenda oculta del Gobierno Erdogan para hacer de Turquía una república islámica generó esta situación surrealista.
De hecho, la intentona judicial resultaba suicida, porque Bruselas no le hubiera perdonado a los sectores "laicos", nacionalistas o ultraderechistas, que desestabilizaran a Turquía justo en este momento, cuando las posibilidades de ingreso del país en la UE empezaban a cobrar impulso. El daño hubiera sido devastador, dado que esos sectores de oposición no presentan un frente unido, no poseen un proyecto político moderno, no podrían llevar a Turquía a la UE y desequilibrarían al país de modo irremisible y durante años.
Mientras tanto, el Gobierno se mantuvo firme y respondió a la presión con la detención de un tinglado de conspiradores de extrema derecha: la denominada red Ergenekon. El mensaje era bien claro: el establishment laico sí poseía una agenda oculta, y no el vilipendiado Gobierno islamista. Pero si bien el contraataque no carecía de lógica, resultaba básicamente inapropiado mantenerlo siquiera a medio plazo. Porque los turcos no tenían por qué ir hacia la autoaniquilación política en nombre de la pugna entre dos estamentos político-sociales que no son tan diferentes entre sí.
Por un lado se nos habla de los "sectores laicos" u "oposición secular" de forma genérica, lo que pretende una identificación con la modernidad y hasta el progresismo. Pero esta oposición también asocia a militares de rancia tradición golpista y a jueces conservadores. En realidad, ese campo (que actualmente abarca en torno al 25 o el 27% de la población) define lo que en muchos países europeos se conoce como la derecha nacionalista, que integra desde posturas centristas hasta actitudes neofascistas. El Partido Republicano del Pueblo, sólo a medias heredero del que fundara en su día Atatürk, ve peligrar su presencia en la Internacional Socialista ante lo que este organismo considera netas posturas nacionalistas y poco más.
El Partido de la Justicia y el Desarrollo, en el Gobierno y con una amplia mayoría parlamentaria, suele ser tildado de "islamista moderado". En realidad, a la luz de la experiencia política occidental, podría ser definido de forma más precisa como demócrata-islámico, con un perfil ideológico y una base social muy similares a los que en su día tuvieron los demócrata-cristianos europeos. Es evidente que el actual Gobierno no hace feliz a la izquierda turca, y es normal que sea así; pero el problema real reside en el hecho de que en Turquía esa última opción está muy desdibujada.
Por tanto, estamos ante una transición política, y con las consabidas tensiones que implica un relevo, en el cual los que resisten al cambio se aferran a los viejos hábitos de la cultura política en extinción y no tienen apenas proyectos coherentes de futuro. En Turquía la extrema derecha ha llegado a lanzar propuestas de "irse con Rusia" y fantasías panturquistas de similar calado. El golpe militar parece descartado hasta que se redefina la política norteamericana hacia Oriente Medio, y para eso hay que esperar a las elecciones en la gran potencia. Pero lo evidente es que todo ese coro de voces conecta con los lamentos de un estrato social que se hizo con el poder institucional en tiempos del kemalismo clásico y ahora pretende vender caros sus sillones y prebendas. Al otro lado, los que han ido tomando el relevo desde 2002 cuentan con el respaldo de Bruselas, lo cual amarga aún más a la derecha "laica". Es más que comprensible: tras décadas identificando sus posiciones políticas con la esencia de lo occidental y lo moderno, se encuentran con que la Unión Europea apoya a la democracia islámica del Partido de la Justicia y el Desarrollo. Un amargo trágala.
En cualquier caso, la pugna política es entre una derecha y un centro, "islamista" o lo que se quiera, que es un centro derecha. Lógicamente, ambos estamentos políticos representan cada uno a clases medias diferentes destinadas a converger ¿Es suficiente eso para encarrilar a Turquía?
El objetivo más razonable habría de ser que en ese país se reconfigurara el sistema político y se constituyera un sistema de partidos equilibrado, adaptados a la realidad turca y alejados de nostalgias de épocas que no volverán.
Francisco Veiga es profesor de Historia Contemporánea de la Europa Oriental y Turquía en la Universidad Autónoma de Barcelona.

martes, 5 de agosto de 2008

La promesa de Obama


Fernando Mires

He escuchado en los últimos días en diferentes modos y tonos la misma pregunta: ¿Por qué los alemanes han recibido con tanto entusiasmo al candidato presidencial demócrata norteamericano Barak Obama? Así, me he visto impulsado a pensar acerca del tema y, como suele ocurrir, descubro que la respuesta no es tan sencilla como al comienzo imaginaba.

1.A fin de responder con aproximada exactitud, deberé precisar en primer lugar un hecho. La multitud que ovacionó a Obama en Berlín estaba formada en su mayoría por jóvenes, algunos muy jóvenes. En verdad, sólo a los más afamados cantantes “pop” o a los Papas les está reservado el honor multitudinario que acogió a Obama. Cierto es que una vez Kennedy también fue igualmente ovacionado, pero eso ocurrió en aquel tiempo en que los habitantes de Berlín estaban amenazados de caer bajo las garras del imperio soviético. Obama en cambio no venía a salvar a nadie.

Las insistentes comparaciones periodísticas con Kennedy están, como casi todas las comparaciones periodísticas, fuera de lugar.Convengamos, para empezar, que la política alemana es por el momento bastante aburrida. La gran coalición (demócratacristianos y socialdemócratas) impone todas las leyes que decide gracias a su amplia mayoría parlamentaria.

La oposición de los liberales y “verdes” no sólo es minoritaria sino que antagónica entre sí. La única novedad es el avance de “La Izquierda”, organización post-comunista que ahora conducida por el ex socialdemócrata Lafontaine, avanza de modo radicalmente populista desde el Este al Oeste, erosionando las bases de la Socialdemocracia y apuntado a formar una coalición roja-roja. Objetivo que, si se cumple, terminará con la destrucción definitiva del viejo partido de Willy Brandt.

Por si fuera poco, la señora Merkel nunca ha dicho nada brillante como canciller pero, a la vez, nunca ha cometido un error porque simplemente no sabe dar un paso en falso, materia en la que sus predecesores masculinos eran consumados expertos. Y en medio de ese letárgico clima, aparece de pronto el joven Obama quien, con su sola presencia, congrega multitudes. Puede ser sin duda el aburrimiento político una de las razones que explican la “obamanía” alemana.

La política no es sólo administración de las cosas; precisa además de cierta dramaturgia, y eso es lo menos que tiene la política alemana. No obstante, deben haber otras razones más importantes que la simple ausencia de entretención política. Una de ellas es que Barak Obama es sin dudas un personaje carismático.El concepto de carisma tiene dos sentidos. Uno estricto y otro más bien cotidiano. En sentido estricto (weberiano), el carisma deviene no de la persona carismática sino que de poderes reales o supuestos que la rodean.

El Papa, por ejemplo, es carismático porque representa a una Iglesia. El hechicero de una tribu también lo es, porque representa las fuerzas ocultas de la naturaleza. En sentido cotidiano, en cambio, el término carisma alude a atributos individuales. Suele decirse así que un político es carismático cuando genera empatía, tiene fuerza de atracción o, como Obama, mueve multitudes. Ahora, parece que en ambos sentidos, el estricto y el cotidiano, Obama es carismático.Por una parte, Obama representa una larga historia que es la lucha por la igualdad de derechos de la población afroamericana en los EE UU.

Simboliza el cumplimiento de la utopía de Abraham Lincoln y habla a través del espíritu de Martín Luther King. Por otra parte, en un sentido individual, Obama es el representante de un gran ideal americano (y protestante): el del hombre que se ha hecho a sí mismo, que vence todas las dificultades, y al final obtiene el éxito esperado. Es un triunfador, y cuando llegó a Berlín lo rodeaba la áurea de haber vencido en unas apasionantes primarias que demostraban a los jóvenes alemanes como la política puede ser algo más viviente que la práctica burocrática que ven en su país. Símbolo histórico, triunfador político y, además, joven. ¿Qué más? Si, hay más.2.Obama no sólo emerge como triunfador sino como quien inicia un periodo de reconciliación.

El no aparece como el representante del triunfo de la raza negra; más bien como la síntesis de “las dos Américas”, la blanca y la negra. Su propio rostro algo blanqueado está como hecho para jugar ese rol. Entre esas “dos Américas”, él surge como la síntesis, o si se prefiere, como un puente.La metáfora del puente es tal vez la más adecuada para entender a Obama como sujeto de representación colectiva. El mismo, no sé si por casualidad o por innato talento, utilizó el concepto de puente en su discurso de Berlín. Comenzó aludiendo al legendario puente aéreo que implementó EE UU para salvar a la gran ciudad del aislamiento que imponía el imperio soviético. Luego habló del puente racial, y por cierto, se refirió al deteriorado puente que une a EE UU con Europa. Este último fue el tema más controvertido de su discurso puesto que no sólo habló de la amistad transatlántica sino también de las obligaciones y derechos que son necesarios para conservar esa amistad. En ese punto, los jóvenes alemanes fueron avisados que el probablemente nuevo Presidente no sólo representa una ruptura con la política internacional de Bush. Además, en alguna medida, representa su continuidad. En otras palabras, Obama dejó muy claro que la política internacional de su país, más que política de gobierno -como ocurre en Europa- es política de Estado; y la diferencia es importante.Durante toda la Guerra Fría, demócratas y republicanos mantuvieron una significativa unidad en materia de política exterior. Había un enemigo común –el comunismo- que resistir y derrotar, tanto política como militarmente. Ese fue también el lazo que unió a los EE UU con Europa. Así era comprobado, una vez más, que no hay amistad más íntima que aquella que surge de la presencia de un enemigo común. En cierta medida, el lugar del enemigo común, tanto hacia el interior de la política estadounidense, como entre EE UU y Europa, ha sido ocupado por el así llamado terrorismo internacional. ¿Dónde reside el problema entonces? Antes que nada, en el hecho de que el terrorismo internacional no es un enemigo configurable, como lo fue el imperio soviético. La mayoría de los comentaristas políticos está de acuerdo en que no todos los enemigos de los EE UU caben bajo la rúbrica “terrorismo internacional” y que la administración Bush cometió abusos en la utilización de ese concepto, es algo tan evidente que el propio Bush así lo ha reconocido. Pero que hay terrorismo internacional, lo hay, y eso fue lo que dijo Obama a sus oyentes, muchos de los cuales esperaban una declaración de paz universal en un mundo sin enemigos ni conflictos. Más todavía: Obama les recordó que la contribución que dan a esa lucha, han de seguir dándola; e incluso deberán aumentarla.

En fin, les dijo que si querían conservar el puente de la amistad, deberían reconocer el abismo que los separa de los enemigos comunes. Ese es el precio de la amistad. Por cierto, tanto la extrema derecha como la izquierda alemana, se apresuraron a divulgar el comentario de que entre Bush y Obama no hay diferencias. Pero sí las hay. La posición demócrata que representa Obama no niega la necesidad del enfrentamiento militar con el terrorismo internacional. Clama sí por una mayor precisión del concepto. Tampoco niega la posibilidad de que existan enfrentamientos militares con enemigos que no sean miembros del terrorismo internacional. Clama sí por el uso más intensivo de los medios políticos. Así como los republicanos otorgan primacía a la lucha militar, no negando la política, los demócratas otorgan primacía a la lucha política, no negando la militar. En cualquier caso, los demócratas exigen una mayor precisión en la configuración del enemigo, que es a la vez, una de las condiciones para derrotarlo. En breve: los demócratas exigen que no se les diga más a los soldados que serán enviados a combatir terroristas, y en lugar de eso deban enfrentar a milicias islamistas sunitas que luchan en contra de un gobierno chiíta.Barak Obama sabe que el terrorismo internacional proviene en gran parte del mundo islámico, pero que no todo el mundo islámico es terrorista.

Mantener conflictos con ese mundo requiere de extrema sensibilidad política y, desde luego, entender la diferencia entre el Islam- que es una religión- y el islamismo -que es un movimiento que se sirve ideológicamente de una religión-. A la vez, Obama sabe que no todos los islamistas son terroristas, habiendo fracciones islamistas con las cuales será necesario disputar políticamente. En otras palabras, que para que no exista la guerra de las culturas -que es el objetivo de los islamistas y de algunas fracciones que apoyaban a Bush- será necesario recurrir de modo más intenso a modos y medios de confrontación política. Si ello no ocurre así, las consecuencias no sólo las pagará la población civil islámica, o los EE UU, sino, sobre todo, Israel. De lo que se trata -y eso es lo que intentó decir Obama a los jóvenes alemanes, pero también a los que lo escuchaban en su país- que así como es necesario localizar al enemigo y derrotarlo, será necesario establecer una relación política (política no quiere decir amistosa) con gran parte del mundo árabe e islámico.

En este caso, para seguir utilizando la metáfora de Obama, se trata de construir otro puente. Ahora bien, ese puente podría ser el mismo Obama. El hecho de que Obama provenga de una familia islámica fue utilizado en contra por sus adversarios inter y extra partidarios. Pero ése, que para un candidato pudo ser un minus, puede ser para un gobernante, bajo determinadas condiciones, un plus. El sólo hecho de conocer las pautas y códigos de la cultura islámica le evitará, sin duda, cometer errores semánticos como los que a granel cometía Bush, lesionando sentimientos y creando enemistades donde no había porqué tenerlas.

A la inversa, el hecho de que un presidente norteamericano entienda las pautas de la cultura islámica, puede crear, sino amistades, por lo menos interlocuciones positivas, las que son tan importantes en la desactivación de conflictos. La promesa de ese nuevo puente no pasó quizás inadvertida a los jóvenes alemanes que vitoreaban a Obama. Que esa promesa exista, no quiere decir por cierto, que deberá ser cumplida. Que Obama está mejor posicionado que sus antecesores para cumplirla es, por otro lado, innegable. 3.La “obamanía” no sólo es norteamericana y alemana. Probablemente, sin el fervor de los jóvenes alemanes, hay muchos habitantes de las naciones latinoamericanas que cifran esperanzas, muchas veces infundadas, en las posibilidades que abre su posible presidencia.

La política es siempre representativa, y porque es representativa, es antropomórfica. El antropomorfismo es mucho más evidente en América Latina –territorio siempre fértil para mesianismos de todo tipo- que en otras regiones. Dicho antropomorfismo político suele expresarse en dos versiones: endiosamiento o satanización. Desde esa perspectiva, es innegable que Bush significa para muchos latinoamericanos la representación satánica de la política. Que ello sea así tiene que ver en gran parte con el hecho de que muchos académicos y políticos latinoamericanos construyeron sus formatos ideológicos durante el periodo de la Guerra Fría. Dichos formatos no sólo han sido mantenidos. Debido a situaciones históricas muy particulares, han continuado reproduciéndose a lo largo y a lo ancho del continente.

La reproducción de los esquemas de la Guerra Fría tiene que ver también con la retórica del presidente Bush, la que también es un producto ideológico del periodo de la Guerra Fría. En cierto modo hay una sintonía entre el lenguaje belicista de Bush y la agresividad verbal supuestamente antiimperialista del presidente venezolano Chávez, para poner un ejemplo. Hugo Chávez, Evo Morales y otros representantes de los socialismos nacionales (militares, etnicistas, etc) que han emergido en América Latina, han convertido a Bush en el blanco preferido de sus ataques verbales.

Ello contrasta con la paradoja de que entre los gobiernos de la historia norteamericana, el de Bush ha sido uno de los que menos ha intervenido en Latinoamérica. Más aún, ningún gobernante norteamericano se ha dejado insultar de una forma tan soez y desmedida como lo ha hecho Chávez con Bush, sin dejar por eso EE UU de pagar puntualmente la cuota de petróleo que necesita el gobierno venezolano para financiar su absurdo “socialismo del siglo XXl”.

En cierto modo, ya ha tenido lugar una apertura política de los EE UU hacia Latinoamérica la que no ha encontrado resonancia porque, entre otras cosas, Bush, entre sus muchos olvidos, olvidó “poner en forma política” esa apertura, algo que no olvidaron ni Roosevelt con el New Deal, ni Kennedy con La Alianza para el Progreso, ni Carter con los Derechos Humanos. Obama, seguramente, tampoco olvidará ese detalle.

Con ello, esos gobiernos que sin tener ningún problema real con los EEUU, ni territorial, ni económico ni ideológico, y que han convertido a Bush en el blanco de sus ofensas sólo para justificar ideológicamente los desmanes antidemocráticos que planifican en sus respectivos países, deberán desactivar su discurso que menos que antiimperialista, es rabiosamente anti-norteamericano. Chávez sin Bush será así sólo la mitad de sí mismo.

Tanto los EE UU como Latinoamérica entenderán alguna vez que pese a las múltiples diferencias culturales que los separan, hay una comunidad de valores compartidos, valores que son al fin los del Occidente político. Obama podría construir ese último puente político, tan necesario para ambos continentes. Las condiciones, al menos, están dadas.Por supuesto, Barak Obama no es el salvador del mundo. Probablemente realizará sólo una parte de su programa y sin dudas, cometerá, al igual que Bush, muchos errores. Su suerte –si es elegido- será quizás la de casi todos los gobernantes norteamericanos. Terminará el tiempo de su mandato –si es que no muere antes- en medio de crisis económicas, casos de corrupción, bochornos y escándalos. Pero al cabo de pocos años, la memoria histórica recordará sus hechos positivos y su imagen será restaurada. Como debe suceder en toda democracia.


Enviado por Efren Rodriguez Toro

domingo, 3 de agosto de 2008

¿El fin de las guerras en el Mediterráneo?


TRIBUNA: ALAIN TOURAINE

Somos muchos los convencidos de que la creación de un Estado palestino independiente que reconociese a Israel sería clave para resolver muchos de los conflictos entre los países ribereños del Mediterráneo. Por eso es positivo que este asunto estuviera muy presente en la reciente reunión organizada en París por Nicolas Sarkozy de casi todos los jefes de Estado y de Gobierno de los países mediterráneos y de la Unión Europea. Como también fue positiva la presencia de Turquía en esa cumbre, celebrada en la víspera del 14 de julio, y ello pese a todas las conocidas reticencias de Sarkozy sobre el ingreso futuro de ese país en la Unión Europea.

Sin un Estado palestino independiente es imposible una verdadera seguridad en el Mediterráneo
Sin embargo, es posible ir más allá. Hace varios años que palestinos e israelíes parecen estar a punto de encontrar una solución al conflicto, pero sus intentos fracasan una y otra vez, y, sin duda, el actual debilitamiento de la Autoridad Palestina y la fuerza electoral de Hamás complican aún más la situación. De modo que, sin llegar a pensar en sustituir a Estados Unidos en la búsqueda de una solución al conflicto israelo-palestino, la Unión Europea puede y debe hacer más en este asunto. Europa se ha visto reducida en el curso de los últimos años a una impotencia difícilmente compatible con el activo papel que ha desempeñado en la aportación de recursos financieros a la zona, en particular para paliar los sufrimientos de los palestinos. Por esta última y por otras razones, creo que Europa podría llegar a ser un garante colectivo de la formación de un Estado palestino independiente.
En el momento actual, la hegemonía y la influencia de Estados Unidos están, como consecuencia de la guerra de Irak, en claro retroceso en Oriente Próximo, lo que dificulta cualquier nuevo acuerdo entre Israel y los palestinos. Y por otro lado, cada día es más difícil saber lo que designa la palabra "palestinos". ¿Hamás o la Autoridad Palestina?
Si es cierto que no resulta fácil imaginar qué podría empujar a los palestinos a unirse para defender una solución precisa y viable, no lo es menos que la intervención del conjunto de los países mediterráneos podría cambiar las cosas. Puede que ésta fuera la idea de varios de los participantes en la cumbre de París, entre ellos Nicolas Sarkozy y Hosni Mubarak. Y de ser así podría producirse una situación completamente nueva, en la que, mientras un Estados Unidos en plena transición presidencial se ocupa de elaborar su nueva política, se alcanzase un principio de acuerdo que reflejase lo que han venido anunciando diferentes interlocutores. Ese acuerdo podría dibujar dos etapas correspondientes a una duración de seis meses y otra de dos años a partir de hoy.
Si es evidente que las partes implicadas no pueden ponerse de acuerdo, si también lo es que Estados Unidos ya no tiene capacidad para imponer o promover una solución, ¿no le corresponde ahora no tanto a Europa como a un conjunto más amplio -formado por países miembros de la Unión Europea y por otros países mediterráneos- servir de garantía y apoyo a unas negociaciones cada vez más indispensables, en particular para los palestinos, divididos, hambrientos y sometidos a la presión siempre creciente de Israel?
Al menos, tenemos derecho a formular esta hipótesis. Y en este sentido, es a todas luces necesario incluir a Siria en una negociación de conjunto, aunque las opiniones sobre el dictador sirio sean muy negativas en todos los países.
Por otra parte, las señales que nos han llegado en los últimos tiempos sobre la posibilidad de que Estados Unidos cambie su política respecto a Irán pueden anunciar el comienzo de la solución de uno de los aspectos más peligrosos de la situación en Oriente Próximo. Dados los vínculos de Hamás y Hezbolá con Irán, un preacuerdo entre Washington y Teherán podría favorecer de modo decisivo la formación de un amplio grupo de apoyo a todos los intentos de acuerdo y de paz, es decir, los intentos que aspiran a la construcción de un Estado nacional palestino.
Si estas hipótesis fuesen confirmadas durante los próximos meses, habría que reconocer el éxito de la iniciativa impulsada por Nicolas Sarkozy, y cuyo primer logro, la realidad del encuentro en París entre países europeos y mediterráneos, ha demostrado que se pueden hacer más cosas de las que se pensaban.
En todo caso, es difícil negar que en un momento en el que hasta los más optimistas se desanimaban y en el que ya nadie osaba imaginar una solución al problema del que dependen todos los demás, el de las relaciones entre Israel y los palestinos, la situación ha vuelto a evolucionar.
Alain Touraine es sociólogo y director del Instituto de Estudios Superiores de París.


Traducción: José Luis Sánchez-Silva.

Europa en el limbo


TRIBUNA: CARLOS FUENTES

Visité Europa por primera vez en 1950. Las heridas de la II Guerra Mundial eran visibles. Ciudades destruidas. Poblaciones empobrecidas. Tarjetas de racionamiento. Todo lo resumió, con una estética del más lúcido terror, Max Ernst en su pintura Europa después de la lluvia, expuesta en una galería de la Place Vendôme de París. Allí, el otro gran genio del surrealismo (Luis Buñuel era su par) convertía la catástrofe europea en un paisaje desolado de roca cadavérica iluminada apenas por el sol de un eclipse.

Vuelvo a Europa y contemplo un bajón económico y muchos errores políticos
¿Hasta qué punto se ha dañado la relación franco-alemana?
Si Max Ernst daba la respuesta estética a la guerra, tres estadistas buscaban la respuesta política. Francia y Alemania iniciaron las guerras de 1870, 1914 y 1939. Establecer un pacto de la concordia entre ambas naciones parecía -y era- el presupuesto de la paz. El canciller francés, Robert Schuman, el canciller alemán, Konrad Adenauer y el gran internacionalista francés Jean Monet construyeron una alianza de cooperación franco-germana que ha sido garante de la paz europea durante casi seis décadas. Pero Alemania estaba partida por la mitad debido a la política estalinista de crear una zona de seguridad para la URSS, del río Elba a la frontera ruso-polaca. La Cortina de Hierro aisló a media Alemania y todo el Este europeo se privó, asimismo, de la recuperación económica auspiciada por el Plan Marshall, originalmente propuesto tanto al Occidente como al Oriente europeos.
El Plan Marshall, es cierto, no era inocente. Al finalizar la guerra, Estados Unidos tenía un trío de estadistas (el presidente Harry Truman y los secretarios de Estado George Marshall y Dean Acheson) que miraban lejos y entendían dos cosas: que la recuperación económica de Europa era la mayor barrera contra la expansión soviética y que Estados Unidos demandaba una economía europea resucitada para ampliar y fortalecer el propio mercado norteamericano.
Que los países del Occidente europeo, recuperándose económicamente, afirmarían cada vez más su independencia política, era previsible.

Que los del Oriente quedasen sujetos al Kremlin, también lo era, como lo demostraron los intentos de democratización del socialismo en Hungría y Checoslovaquia. Que el sistema entero se traducía en baja producción, bajo consumo y excesivo gasto militar, auguraba, como lo vio al cabo Mijaíl Gorbachov, el desplome del mismo.
La comunidad europea salió fortalecida del fin de la guerra fría. Pero si se acabó la neta confrontación ideológica capitalismo-comunismo mediante un sistema mixto de capitalismo con amplias garantías sociales, surgieron a llenar el vacío ideológico diferencias étnicas, religiosas, nacionales, y un imprevisto: la migración de las antiguas colonias africanas a las viejas metrópolis europeas.
Si evoco este trasfondo es sólo para admitir que la pujanza económica de Europa parecía tolerar estos desafíos internos y externos. Lo que hoy se pone en duda no es ya el desafío externo, sino la catarata de males internos. Ausente de Europa desde hace seis meses, me alarma elcambio que percibo en este verano de 2008. El aumento del precio de la gasolina a 145 dólares por barril amenaza la cultura del automóvil e impone restricciones a la circulación. El centro de Londres le es vedado al automóvil privado para favorecer el transporte colectivo. París se convierte en un velódromo de motonetas y motocicletas. Al precio del combustible se añade ahora el de la alimentación, comentado hace meses en estos artículos como una posibilidad que hoy es un hecho: el precio del alimento en Europa ha ascendido en un 40% en el último cuarto y la escasez amenaza a numerosos productos.

Los valores inmobiliarios descienden (en un 20% sólo en Inglaterra) pero los intereses bancarios ascienden. El empleo sufre una merma dolorosa. Sólo en España, las excelentes reformas sociales del Gobierno de Zapatero (derechos de la familia, igualdad sexual, modernización civil) resultan insuficientes para darle la cara a las exigencias de la productividad, el crecimiento y la competitividad en crisis. Abordando estos temas, Zapatero pierde popularidad, pero acaso obliga a España a ver la realidad: la bonanza se ha detenido, las vacas flacas han llegado, la realidad económica debe ser vista con tanta imaginación como, hasta ahora, la realidad social. El valor político se mide en la adversidad tanto o más que en la fortuna.
Añádase a este brusco descenso económico una serie de graves fallas políticas. En su intento de actividad indisciplinada, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, va dejando una serie de iniciativas incumplidas y otras que sustituyen lo indeseado con lo imposible. La unión mediterránea propuesta por Sarkozy tenía que irritar profundamente a Alemania, excluida del Mare Nostrum en tanto que le daba a Turquía un postre insípido a cambio de la exclusión de Ankara del gran banquete europeo.

El proyecto mediterráneo se ha desangrado para quedar como un documento de buenas intenciones. ¿Hasta qué punto se ha dañado, también, la relación franco-germana, piedra angular del edificio europeo?
El ingreso a la Unión Europea de los países menos desarrollados del Este -y aún de los más prósperos- crea aplazamientos, desniveles y fricciones, entre ellas las de la migración Este-Oeste, que, aunada a la migración de África a Europa, da lugar a tensiones que ponen a prueba numerosos datos de la integración europea.

El primero, la capacidad o incapacidad de integrar al trabajador africano a la economía del Norte. Enseguida, la manera de regular la corriente migratoria cumpliendo la ley pero sin violar los derechos humanos de los migrantes.

Tercero, la incapacidad de las economías africanas para retener a sus propios trabajadores y la debilidad de los programas africanos de construcción nacional. Y cuarto, la falta de protección al trabajo y la presencia de regímenes autoritarios o de desorden político en partes de África: de la dictadura de Mugabe en Zimbabue al hambre fatal de Darfur.
Silvio Berlusconi, el bufón de la política italiana, se permite lamentar la ausencia de grandes figuras en el tablero europeo.

Creo que el problema no son los líderes: el problema son los problemas y en el mundo globalizado lo que sucede en Europa se repite, en grados mayores o menores, en otras partes. La migración laboral. El precio de los combustibles. El precio de la alimentación. Los intereses en ascenso. Los valores inmobiliarios a la baja. La crisis financiera. Y el espectro lívido de la inflación.
Carlos Fuentes es escritor.