domingo, 30 de agosto de 2009

Entrevista // Teodoro petkoff, director de Tal Cual


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"El discurso de Hugo Chávez y Evo Morales cayó en el vacío"
"Uribe no recibió la condena propuesta porque prevaleció el principio capital de la no injerencia y la soberanía nacional"

Petkoff vislumbra un pronto restablecimiento de relaciones entre Colombia y Ecuador, pero piensa que no ocurrirá lo mismo, por ahora, entre Chávez y Uribe (AFP)
Para Teodoro Petkoff el fortalecimiento de Unasur resulta uno de los puntos rescatables de la Cumbre de Bariloche.
A su juicio el encuentro sirvió para fortalecer a una organización, todavía en ciernes, que logró superar un obstáculo que ponía en peligro su unidad y su propia existencia:
"el hecho de que un tema tan espinoso, como el planteado (las bases militares en Colombia), se haya podido discutir en un ambiente relativamente tranquilo, indica que ese organismo subregional tiene porvenir y puede ser útil para que los países de Suramérica pro- cesen la infinidad de problemas que tienen pendientes y lo hagan públicamente, a pesar de que a Lula no le gustó esto último".
-¿No fue Uribe el triunfador de la cumbre tomando en cuenta que no se lograron los objetivos que perseguían presidentes como Chávez, cuyo objetivo era hacer aprobar una condena al acuerdo de Colombia y EEUU sobre las bases militares? -

En Bariloche privó la línea moderada. La idea era bajarle decibeles al tono de los discursos en una reunión que, como lo expresó Fernando Lugo, no tenía como objetivo sentar a nadie en el banquillo de los acusados. En ese sentido la resolución aprobada, que no condena a Colombia, significa que privó la orientación de atenerse a la soberanía de cada país.
Por eso las deliberaciones se ubicaron en el contexto de que cualquier discusión del asunto partía del reconocimiento del derecho de Colombia a celebrar los acuerdos que considerase necesarios. Pero también fue evidente que no resultan gratuitas las aprensiones de Venezuela, Ecuador y otros países sobre la presencia de personal militar norteamericano en bases colombianas.

-¿No resulta paradójico que mientras por un lado casi todos los presidentes se oponen a las bases, por el otro no condenen a Colombia? -

No, porque hay un principio capital en América Latina, que es la no injerencia en asuntos internos de otros países y ese principio salió fortalecido. Allí se reconoció explícitamente que cada país es dueño de su política externa y eso, en la reunión anterior de Unasur, quedó establecido como un criterio para ser observado en las reuniones subsiguientes. Por tanto, la pretensión de Chávez y de Evo Morales, de condenar explícitamente a Colombia, no fue aprobada.
Pero, por otra parte, se le pidió a Colombia garantías estrictas de que el personal norteamericano en las bases no va a participar en ningún tipo de actividad contra terceros.

-¿Aun cuando ninguno de los presidentes, salvo Uribe, se refirió al intervencionismo chavista en otros países, no crees que el cuerpo de resoluciones tuvo que ver con ese tema? -

Cuando se aprueba, a partir del principio de no injerencia, una postura que no condena ni rechaza el acto soberano de Colombia, implícitamente se está rechazando la injerencia de otros países en los asuntos internos de Colombia.

-Incluso Uribe quiso que se introdujera el término "intrarregional", para que el asunto quedara claro. -
Interregional, pero eso fue al final, y aun cuando quedó constancia de su posición el texto no fue modificado.
Por cierto, Correa, quien tuvo un desempeño muy bueno en la conducción del debate, dijo que por él no había problema en aceptar la propuesta de Uribe. Debe reconocerse también el rol desempeñado por Cristina Kirchner. Yo no soy fan de la señora, pero ella se manejó, quizás por ser anfitriona, con mucho tino, limando aristas.
Así, cuando Chávez se aprestaba para su segunda intervención, dispuesto a responderle a Uribe, ella intervino y la demoró un poco para que Chávez cogiera mínimo y quizás por eso no fue particularmente agresivo ni belicoso.

-En todo caso, en cuanto a las relaciones bilaterales quedó en evidencia que el impa-sse entre Uribe y Chávez no sólo permanece, sino que se profundizó, sobre todo por las intervenciones del colombiano. Todo lo contrario ocurrió con Correa, hacia quien Uribe tendió puentes.

-Eso es evidente. Ya entre Colombia y Ecuador había andando un proceso de reanudación de relaciones. Correa expuso un memorial de agravios y su visión del modo como Colombia se comportó frente a Ecuador a partir del bombardeo del campamento donde murió Reyes. Pero observé una clara distensión entre Uribe y Correa, y eso me hace pensar que no van a pasar quince días sin que reanuden las relaciones.
Hubo, además, una solicitud, no consignada en la resolución, de que los países cuyas relaciones estuvieran rotas las restablecieran.

-No ocurrió lo mismo con Chávez.

-Así es. Luego de la reunión Chávez insistió en su temática agresiva, pero parecía, más bien, que estaba resollando por la herida.
No obstante la diplomacia suramericana se va a seguir moviendo. Ahora vienen reuniones del Consejo de Defensa, probablemente se instalará el Consejo de Lucha contra el Narcotráfico y Brasil, así como Argentina, continuarán abogando por la superación del contencioso colombo-venezolano.

-¿No crees que lo que sí quedó conjurado es la posibilidad de la guerra?

-Yo nunca pensé que pudiera haber un conflicto armado porque no existen condiciones objetivas para que se produzca una confrontación de ese tipo.

-Las relaciones comerciales se dicen congeladas, pero el comercio sigue fluyendo.

-Con algunas dificultades, pero sigue fluyendo.

Ahora, mientras Hugo Chávez y Álvaro Uribe sean presidentes las relaciones seguirán pasando por estos episodios de agua fría y agua caliente. Por eso no veo cercano un encuentro.

-No tienen que ver las conclusiones a las que llegó la cumbre con un cambio de percepción sobre el papel que juega EEUU desde que Obama es presidente? ¿No resulta evidente que hay una nueva manera de concebir las relaciones con América Latina, a contravía del viejo intervencionismo norteamericano en la región?

-Sin duda. Eso explica por qué los discursos de Chávez y de Evo Morales cayeron en el vacío.
De hecho Chávez, quien se tomó la molestia de leer un larguísimo informe, recibió como respuesta que se trataba de un documento público, de carácter académico, disponible en Internet y que no reflejaba una postura oficial de EEUU.
Eso también refleja que ahora el imperio tiene un emperador mucho más inteligente, pensante y flexible que el anterior. De manera que se ha producido una reorientación de las relaciones con el continente y eso hace muy difícil mantener los viejos discursos.
En el caso del golpe en Honduras la actitud de EEUU es más dura que la de los países latinoamericanos. Suspenden visas, declaran que se debe restablecer a Zelaya y éste se mueve más en Washington que en capitales de América Latina.
Todo eso deja sonando a hueco las constantes recriminaciones de Chávez o de Morales de culpar a EEUU del golpe o de señalar que el "establecimiento" participó en la conspiración sin que Obama lo supiera.

-Lula insiste en una reunión con Obama.

-Porque hay la percepción de que se trata de un interlocutor con quien se puede hablar y del cual se espera oídos atentos a lo que se diga al sur del río Bravo.

-¿No quiere decir eso que el acuerdo con Colombia se basa única y exclusivamente en lo establecido en el mismo tratado y no va más allá en las intenciones de dominación que se concretaban en otros tiempos?

-Por ahora se puede pensar que el acuerdo se limita a lo que dice su letra: la instalación de personal militar y de algún tipo de material (cuya naturaleza no se conoce exactamente) en bases colombianas controladas por colombianos y sin aceptar inmunidad para el personal norteamericano. Pero ya sabemos cómo se suele manejar EEUU en muchas ocasiones, despreciando la opinión mundial.
De forma que son comprensibles las aprensiones y la exigencia de garantías sobre los alcances y límites de esa presencia, y por eso Colombia y EEUU deben disipar todos los temores. Pero, en todo caso, la instalación de bases norteamericanas en cualquier lugar del planeta debería ser cancelada.
Se trata de la única potencia, con algunas excepciones, que tiene bases regadas por todo el mundo que, además, carecen de justificación militar en una época de guerra de las galaxias, cohetes intercontinentales y desplazamiento rápido de tropas.
Además, resultan irritantes para la sensibilidad de países con una larga historia de desencuentros con los gringos.
Roberto Giusti
EL UNIVERSAL

sábado, 29 de agosto de 2009

Cumbre de Unasur


Brasil frena el choque entre Caracas y Bogotá
Colombia defiende ante la cumbre de Unasur el uso de sus bases por EE UU.- Venezuela exige ver el documento íntegro del acuerdo militar
SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ (ENVIADA ESPECIAL) - Bariloche - 28/08/2009

Los doce países suramericanos miembros de Unasur mantuvieron este viernes una tensa reunión en la ciudad argentina de Bariloche para intentar desactivar la crisis provocada por el acuerdo de Colombia de permitir que tropas norteamericanas utilicen siete bases propias. La cumbre puso de manifiesto las profundas diferencias que existen en América Latina, pero finalizó con un comunicado que deja abierta la posibilidad de que el Consejo Suramericano de Defensa, dependiente de Unasur, examine nuevas medidas de confianza mutua y verificación que disminuyan el nivel de enfrentamiento y desconfianza.

El documento garantiza el respeto a la soberanía de Colombia, como exigía el presidente Álvaro Uribe, pero afirma que "la presencia de fuerzas militares extranjeras no puede, con medios y objetivos vinculados a objetivos propios, amenazar la soberanía e integridad de cualquier nación suramericana".
La cumbre se desarrolló en un clima de alta tensión y tuvo que ser el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, inspirador de Unasur, quien a última hora de la tarde, diera un puñetazo en la mesa, lamentando que la reunión fuera retransmitida por televisión, y exigiendo que terminaran los duros enfrentamientos personales que se desarrollaban a varias bandas, para intentar un rápido acuerdo de mínimos. Su llamamiento no consiguió tranquilizar completamente los ánimos pero tuvo resultado.
La cumbre, que se celebró ante las cámaras por deseo del presidente Álvaro Uribe, no logró ningún acuerdo sustancial: Colombia no acepta que nadie ponga en duda su derecho a firmar acuerdos con terceros países para luchar contra el narcotráfico y el terrorismo, y la mayoría de los países presentes desconfía de que ese acuerdo no vaya a implicar, en realidad, una mayor injerencia militar de Estados Unidos en la región.
En cualquier caso, la reunión implicó algo importante: por primera vez en la historia, los países de América Latina han debatido regionalmente un tema altamente polémico y delicado: la presencia militar de países terceros, un asunto que siempre ha tenido una enorme repercusión en América Latina y que sigue suscitando fuertes polémicas.
El debate tuvo aspectos muy significativos. El presidente brasileño dio la impresión de que su principal preocupación era mantener vivo el organismo suramericano. Ofreció todo tipo de muestras de respeto a la soberanía colombiana, pero no ocultó su inquietud por el uso conjunto de las bases. Lula dejó entrever una de sus grandes preocupaciones: la posición de los "países ricos" respecto a la Amazonía, que comparten varios países latinoamericanos. "Ellos se creen que la Amazonia es suya, pero no es así. Es nuestro problema, y somos nosotros quienes deberíamos reunirnos para tratar los problemas ambientales", sugirió.
El presidente brasileño planteó también la posibilidad de que Unasur solicite una cumbre con el presidente norteamericano, Barack Obama, para debatir el papel de Estados Unidos en América Latina, una iniciativa a la que se opuso Colombia, que recordó que Washington ya esta presente, de pleno derecho, en otro organismo, la OEA.
El protagonista de la reunión fue, sin embargo, el presidente colombiano. Álvaro Uribe intentó presentar el acuerdo que permite el uso de siete bases colombianas por parte de tropas estadounidenses como una simple ampliación de la cooperación militar que ya existe entre los dos países, enfocada en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Leyó una larga lista de acuerdos anteriores y recordó que Colombia ha sufrido enormemente por culpa del narcotráfico y el terrorismo. Reprochó a los otros países latinoamericanos que su apoyo se haya limitado a declaraciones verbales y señaló que Estados Unidos era el único que había ofrecido a su país una ayuda práctica y eficaz.
En todo el discurso del presidente colombiano hubo una sola referencia al contenido exacto del acuerdo con Estados Unidos. "El artículo 3", afirmó, "establece que las bases no se pueden usar para asuntos internos de otros Estados", una aclaración que pareció insuficiente a los demás presidentes, según dejaron de manifiesto casi todos los demás oradores.
Tanto el presidente venezolano, Hugo Chávez, como el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, intentaron centrar la discusión, no en las intenciones de Colombia, sino de Estados Unidos. Pidieron a Uribe que facilitara a Unasur el texto completo del acuerdo e insistieron en que las facilidades militares que se conceden en el pacto con Estados Unidos rebasan ampliamente las características de la lucha contra el narcotráfico.
Chávez leyó varios párrafos de un documento norteamericano que esta colgado en Internet y que, según afirmó, resume las necesidades estratégicas de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y alude a la necesidad de usar bases en distintos países.
La presidenta argentina, anfitriona, intentó finalmente la salida del embrollo: plantear el tema de las bases colombianas en un entorno más general en el que se discutan, con detalle y en el plano técnico, medidas de confianza militar recíprocas. Y planteó la posibilidad de que una misión del Consejo Sudamericano de Defensa visite Colombia. La presidenta de Chile, Michele Bachelet, apoyó plenamente la idea.
Todo el mundo contuvo la respiración para ver si Chávez y Uribe, que se habían intercambiado largos reproches, aceptaban la momentánea salida de la crisis. La última intervención de Chávez estuvo a punto de lanzar otra vez todo por el aire con una velada acusación de que paramilitares colombianos habían intentado matarle. Uribe exigió pruebas y la temperatura subió muchos grados. Fue entonces cuando Lula dio un simbólico puñetazo, pidió que se acabaran los enfrentamientos y se examinara el documento final, que fue aprobado sin mayores problemas.
Los conflictos fronterizos amenazan con provocar otro cisma en la región

viernes, 28 de agosto de 2009

Estados Unidos frente a sus vecinos del Sur


La inmigración incontrolada, el crecimiento del narcotráfico y el avance de los neopopulismos son los grandes retos del presente.

Para enfrentarse a ellos, Hillary Clinton cuenta con la experiencia de Arturo Valenzuela
JOAQUÍN ROY 28/08/2009

La primera bofetada diplomática que Hillary Clinton ha recibido por culpa de América Latina no ha procedido de Caracas o La Paz, sino de Carolina del Sur. El Senador republicano Jim DeMint, miembro del Comité de Exteriores presidido por el ex candidato a la presidencia John Kerry, ha ejercido su poder de bloqueo del nombramiento de Arturo Valenzuela, profesor de Georgetown, como secretario adjunto de Asuntos Inter-Americanos, y de Thomas Shannon, jurídicamente todavía titular de ese cargo, como nuevo embajador en Brasil.

La excusa que el senador ha aducido es que la administración de Obama se ha resistido a aceptar como hecho consumado el cambio contundente de la presidencia de Honduras. En la audiencia senatorial a la que se vio sometido (rutinariamente, según el protocolo) el candidato, Valenzuela se había referido a la remoción del presidente Manuel Zelaya como un "golpe militar". Curiosamente, la oposición del tándem Obama-Clinton ha alineado a Washington con Venezuela y Cuba, y el resto del continente. DeMint no está de acuerdo con este veredicto. Con lo que los chivos expiatorios son Valenzuela y Shannon, además de amenazar también con frenar el nombramiento de Carlos Pascual, hasta ahora director del área latinoamericana en la Brookings Institution.
El tema de Cuba está en cierta manera congelado, a la espera de señales positivas de Raúl Castro Todavía está por ver la consistencia de ALBA, liderada por Chávez, y la viabilidad de Unasur
Cuando se siente a su pupitre, Valenzuela se enfrentará a tres retos fundamentales. Además de hacer olvidar la profesional conducta de su antecesor Shannon, Valenzuela se verá obligado a encarar un puñado de temas concretos de cierta importancia para la seguridad nacional de Estados Unidos.

También sufrirá las consecuencias de la baja prioridad que el gobierno de Bush prestó a Latinoamérica, y de la atención predominante a otras zonas más sensibles. Este defecto se verá reforzado por la inercia tradicional de dar por descontado al continente, con la excepción de acudir a apagar algún fuego peligroso. Ahora la crisis hondureña se añade a la carga pendiente.

De nacimiento chileno, hijo de un pastor metodista y madre norteamericana misionera, se educó tempranamente en Estados Unidos, fue ascendiendo en el mundo académico y desde hace años es catedrático de Ciencias Políticas y director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la prestigiosa Universidad de Georgetown, considerada como la mejor institución académica de origen jesuita del mundo.

Valenzuela no es un novato en el entorno de su nuevo puesto, pues ya ocupó el escalón inmediatamente inferior cuando fue subsecretario adjunto para la misma zona, luego de haber ejercido como director del área latinoamericana del Consejo de Seguridad del presidente Bill Clinton. De la entera confianza del ex mandatario y su esposa, fue reclutado por Hillary, una vez ésta consiguió poner en orden casi todas las piezas de Departamento de Estado.

Valenzuela deberá compaginar el tratamiento de los intereses nacionales con la particular visión que tengan tanto Obama como la secretaria de Estado. Pero hay un consenso en principio entre estos tres protagonistas. El continente no requiere las medidas quirúrgicas que necesitaba en plena Guerra Fría cuando estaba a merced de la infiltración marxista procedente de Cuba, ni cuando los excesos de las dictaduras militares que se instalaron para enfrentar el desafío se desmandaron en guerras sucias y represión interna. Hoy las amenazas son de distinto perfil.

Aunque el terrorismo vagamente internacional no representa un peligro como el de ciertos escenarios del Oriente Medio, hay cuestiones que vienen del sur que pueden ser preocupantes. La verdadera amenaza está identificada, perversamente exagerada, con la inmigración incontrolada a la que sé que se quiere culpar de ciertas carencias de la sociedad norteamericana y su economía, cuando no de su indecisa esencia nacional.

A su lado, el cáncer del narcotráfico es más grave porque está acolchado por el consumo interior. Tan culpables son los que cosechan la materia prima de la cocaína, como los que la comercian, y los que la pagan en las calles y suburbios de Estados Unidos. El narcotráfico, por otra parte, contribuye a un ascenso alarmante de la criminalidad que no solamente impacta en la seguridad personal de los turistas norteamericanos que evitan ciertas regiones y urbes latinoamericanas, sino que se ha desparramado por la frontera mexicana, hasta el extremo insólito de haber provocado la colaboración no solamente de los cuerpos policiales de ambos países, sino de sus propios ejércitos.

Éste es un hecho insólito que puede convertirse en un hito imponente en la relación geográfica ya que ambas fronteras terrestres de Estados Unidos, la canadiense y la mexicana, se cuentan como las líneas interestatales más desmilitarizadas del planeta, sin parangón en otras regiones. Ni México ni Canadá están preparados para enfrentarse a las consecuencias del crimen organizado con ambiciones internacionales.

El siguiente tema en importancia que ocupará las preocupaciones de Valenzuela, que deberá recordárselo en diarios informes a su jefa es el incómodo y tenaz ascenso de los neopopulismos latinoamericanos que amenazan con dividir el continente en tres zonas, nítidamente identificables, pero también con fronteras difusas. No es fácil sopesar la fuerza del Hugo Chávez en el resto del continente, ni tampoco su propia supervivencia, pero de momento representa un incordio difícil de ignorar, y menos de precisar el límite que Estados Unidos está dispuesto a tolerar. Luego habría que ver si Washington tiene los medios suficientes para corregir esos excesos.

Descartadas las intervenciones militares, ni siquiera en países cercanos (como antaño se hacía periódicamente en el Caribe y Centroamérica), resulta problemática la capacidad de las agencias de inteligencia en contribuir a cambios de gobiernos tal como se hizo, por ejemplo en Chile al derribar a Allende en 1973. Tampoco es fácil discernir si los gobiernos conservadores (los menos) o los moderadamente progresistas escorados hacia la izquierda pueden convertirse en agentes intermediarios de la nueva influencia norteamericana en la zona.

De menor preocupación, pero susceptible de convertirse en objeto de disputas electorales, como ya sucedió en la campaña presidencial del pasado año, tal como se alude más arriba, son los proyectos de acuerdos de libre comercio de Estados Unidos con ciertos países y subregiones. Como sucedáneo del desastre y entierro del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), las alquitas están a la merced de los vaivenes no solamente de la economía, sino de las coyunturas de cada uno de los países que los anhelan o necesitan desesperadamente para enfrentarse a la globalización, sin caer totalmente en las manos de China. La desintegración del sistema inter-americano, al menos como se conoció en la segunda parte del pasado siglo, se puso de manifiesto en la cumbre de Trinidad, donde se certificó el entierro del ALCA. Las opciones disponibles son inciertas.

Pero en todo caso, la iniciativa parece quedar reservada a los propios latinoamericanos en sus especiales sistemas de integración o de cooperación económica, y a los selectivos acuerdos bilaterales con Estados Unidos. Todavía está por ver la consistencia de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de América (ALBA), liderada por Chávez, y de la viabilidad de Unasur, ya con todos los países sudamericanos incluidos, que se reúnen de nuevo hoy en Bariloche.

Por el momento, el tema de Cuba estará en cierta manera congelado (aunque no perderá su innata importancia), a la espera de algunas señales positivas del gobierno de Raúl Castro. El levantamiento de las medidas restrictivas impuestas por Bush no desembocará a corto plazo en la terminación del embargo, sujeto al desarrollo de algunas condiciones que todavía no se dan. La única excepción a esta inercia sería, en el plano negativo de enfrentamiento entre los dos países, el surgimiento de algunas de las amenazas arriba mencionadas (emigración sin control, narcotráfico alarmante, impacto de criminalidad). El plan positivo hacia un acuerdo pragmático entre Washington y La Habana sería la señal de importantes medidas liberalizadoras en el terreno económico, como preludio de una apertura política, que hagan posible la transición hacia un sistema diferente del impuesto durante medio siglo.


Joaquín Roy es catedrático Jean Monnet y director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.

jueves, 27 de agosto de 2009

Recuerdos de Edward Kennedy




NORMAN BIRNBAUM 27/08/2009

En el momento de su muerte, el senador Kennedy no sólo era el orgulloso heredero de una extraordinaria tradición familiar de compromiso político, sino la voz indiscutible del progresismo estadounidense y su representante más eficaz en las instituciones del Estado. Si hubiera podido permanecer en activo en el Senado estos últimos meses, el miserable debate sobre la reforma de la sanidad quizá habría adoptado un cariz muy diferente.


Tras unos comienzos autodestructivos, supo consolidarse como líder del sector progresista del partido
El senador no se limitó a seguir los pasos de sus hermanos asesinados. Al principio, su camino fue no sólo vacilante sino autodestructivo. Se redimió a base de mucho trabajo y lo que seguramente era un enorme volumen de disciplina interna, además de un fuerte apego -aunque no siempre evidente- a las tradiciones sociales del catolicismo.
Era famoso por reclutar para su equipo en el Senado a jóvenes prometedores que después tuvieron espléndidas carreras de servicio público. Pudo contar con muchos miembros de la sociedad civil que consideraban que trabajar con él en proyectos específicos era un honor y un privilegio. En una medida muy modesta, yo fui uno de ellos, uno entre mil.
Mi primer contacto con él, aunque indirecto, fue muy distinto. La primera vez que presentó su candidatura al Senado, en 1962, hasta los más leales partidarios del presidente Kennedy se sintieron desolados. El futuro senador parecía un joven imberbe, insustancial, y su candidatura era pura desfachatez. Enfrente tenía, además de a un republicano, a un candidato independiente de izquierdas, H. Stuart Hughes.
Este último era un eminente historiador de Harvard, nieto de un antiguo presidente del Tribunal Supremo (que fue el candidato republicano a la presidencia y en 1916 estuvo a punto de derrotar a Woodrow Wilson). Hizo campaña con su oposición al rumbo de guerra fría emprendido por la Casa Blanca de Kennedy. Para su desgracia, las elecciones coincidieron con la crisis de los misiles cubanos, en la que el presidente contuvo a sus generales y asesores civiles más belicosos y proporcionó a Jruschov una vía para la retirada.

Yo pasé el verano de 1962 dando clase en Harvard y alquilé la casa de Hughes en Cambridge, Massachusetts, en la que el propietario conservaba una habitación. Había vuelto a Estados Unidos unos meses antes de mi puesto en Oxford y mis actividades con la Nueva Izquierda británica y europea. Me sentía tercamente inmune a la idea de que tuviera sentido trabajar en la política convencional de mi país, una postura compartida por muchos estadounidenses al principio de los tumultuosos sesenta.
Cuando regresé a Estados Unidos de forma permanente en 1966, mis opiniones habían empezado a cambiar. Al fin y al cabo, la Nueva Izquierda europea tenía como objetivo la revitalización de los grandes partidos de izquierdas: el laborismo británico, los socialistas franceses, los
socialdemócratas alemanes y los comunistas italianos. Alentado por la candidatura de Robert Kennedy a la presidencia en 1968, me atrajo una idea que debería haber sido mía desde mucho antes: que el Partido Demócrata, con su tradición de New Deal y sus fuertes elementos sindicales, su fusión del catolicismo social y la conciencia social protestante (y una buena dosis de mesianismo judío, traducido de forma aproximada a la tradición estadounidense), era el único vehículo disponible para que la Nueva Izquierda estadounidense emprendiera el viaje de vuelta a la historia del país desde sus márgenes agitados.
Con el martirio de Robert Kennedy y Martin Luther King, el movimiento se dividió y flaqueó. La candidatura de McGovern contra Nixon en 1972 ofreció un breve renacimiento. Mientras tanto, Edward Kennedy sufría las tribulaciones personales simbolizadas por el accidente en un puente de Martha's Vineyard, y comenzaba una rápida marcha hacia la responsabilidad y la sobriedad.
Fue en esos años cuando trabajar con Kennedy se convirtió en un rito de iniciación casi obligatorio para quienes se identificaban con la reforma social en Estados Unidos.
Sus logros fueron considerables, en áreas tan distintas como la política exterior, la educación, la sanidad y la justicia. Y, por encima de todo, su condición de icono para los más jóvenes convenció a miles de ellos de la dignidad y el valor de la política normal.
Es lo que me sucedió a mí, desde luego. En 1968 fui a vivir a Massachusetts para enseñar en Amherst College, en la parte occidental del Estado, y entré a formar parte de la base de apoyo al senador. Yo conservaba mis lazos con la izquierda europea, sobre todo con los socialistas franceses, los socialdemócratas alemanes y los comunistas italianos.
A través de su equipo, Kennedy, de vez en cuando, solicitaba asesoramiento del tipo que no podía obtener a través de la CIA y el Departamento de Estado. Cuando se celebraron las primeras elecciones al Parlamento Europeo en 1979, André Fontaine, de Le Monde, tuvo la brillante idea de pedir a Kennedy y Sajarov que escribieran sobre ellas. Kennedy me pidió que escribiera un borrador para su artículo, y me encantó ver que lo utilizó. Ese año me trasladé a Washington, trabajé durante un tiempo con los estrechos aliados de Kennedy en el movimiento sindical, los dirigentes del sindicato de trabajadores del sector del automóvil, y tuve una nueva ocasión de apreciar su tesón en todos los asuntos, grandes y pequeños.
Su derrota en el intento de sustituir a Jimmy Carter como candidato presidencial demócrata en el año 1980 fue lo que, más tarde, le permitió consolidar su puesto como líder de los sectores progresistas y de izquierdas del partido. Ya sin ambiciones presidenciales, Kennedy pudo concentrarse en una estrategia a largo plazo.
En 1980, el sindicato y algunos otros grupos organizaron, en vísperas de la presidencia de Reagan, una reunión entre progresistas estadounidenses y los socialistas europeos, y Brandt, González, Joop den Uyl, Mitterrand, Palme y Rocard fueron a Washington. Yo fui uno de sus anfitriones y me di cuenta de que la persona a la que todos querían ver era el senador. El resto del mundo tenía razón al reconocerle como como auténtico portavoz de unos Estados Unidos muy diferentes.
Hay un aspecto de su vida y su trabajo que, a veces, se pasa extrañamente por alto. A simple vista no era muy devoto, y tuvo sus diferencias con varios obispos norteamericanos. Pero sus decisiones políticas (como las de sus hermanos) estaban impregnadas del legado social del catolicismo estadounidense que había sido la Iglesia de los trabajadores inmigrantes. Su atención diaria a los detalles de la política vinculaban ese aspecto con las vidas cotidianas de millones de ciudadanos corrientes.
Y había algo, que hacía de este personaje, indudablemente mundano, que supo disfrutar de las buenas cosas de la vida, una figura sacerdotal.
Norman Birnbaum es catedrático emérito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown.


Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.




Edward Kennedy
A FONDO
Nacimiento:
22-02-1932
Lugar:
Boston

martes, 25 de agosto de 2009

América Latina reacciona contra Chávez


Carlos Alberto Montaner
Lunes, 24 de agosto de 2009
El Senado brasilero ha protestado contra el atropello de Hugo Chávez a la libertad de expresión. Hasta ahora, ese cuerpo legislativo no ha dado su conformidad al ingreso de Venezuela al MERCOSUR. El Senado paraguayo tampoco parece dispuesto a apoyar la solicitud ``bolivariana'' de acceso al organismo.

El MERCOSUR tiene entre sus reglas de adhesión una ``cláusula democrática'' y el gobierno venezolano no cumple los requisitos. Los senadores sospechan de las intenciones del ``socialismo del siglo XXI'' y temen que el presidente Fernando Lugo, de la mano de Chávez, esté intentando arrastrarlos en esa dirección.
La reacción contra el chavismo, aunque demorada y todavía débil, era previsible. La vocación imperial de Chávez y su injerencismo son demasiado estridentes y oportunistas. Chávez le concede a cada aliado lo que necesita. A los candidatos de su vasta familia política les da dinero y asesoría para ganar elecciones y luego para mantenerse en el poder comprando voluntades. La maleta repleta de petrodólares descubierta en Buenos Aires con destino a los Kirchner, esa ``flor de pareja'', era sólo un botón de muestra. A las narcoguerrillas colombianas de las FARC les proporciona santuario, armas y dinero para sangrar al país vecino y al odiado gobierno de Uribe. A los terroristas de Hamás y Hezbolá y a Gadaffi los corteja con una permanente campaña antijudía y antiisraelí.

En Jerusalén no olvidan que uno de los primeros actos de gobierno de Chávez fue el envío de una carta solidaria al terrorista Carlos Illich Ramírez, el Chacal, preso en una cárcel francesa por sus múltiples atentados y asesinatos contra el Estado judío. A Irán, además de antisemitismo, de acuerdo con las denuncias de la oposición, luego confirmadas por Israel, le entrega uranio para su desarrollo armamentista, le sirve de puente para la adquisición de equipos sofisticados que poseen uso bélico, mientras a los terroristas islamistas que lo requieran para sus actividades clandestinas les entrega pasaportes venezolanos que les permiten moverse con ciertas garantías de no ser detectados.
A los rusos los soborna y contenta con la compra millonaria de armas y aviones, los invita a maniobras navales conjuntas, y les ha dicho que el país examinaría de buen grado la presencia militar permanente de ese país o la instalación de una base de escucha como la de Lourdes, que existiera durante muchos años cerca de La Habana, cerrada en el 2001 por Vladimir Putin, y con la cual Moscú espiaba todas las comunicaciones norteamericanas de la costa atlántica. A los chinos, más pragmáticos, los complace comprometiendo las entregas de petróleo a un precio preferencial, para que puedan seguir creciendo al ritmo del 8 o 10% anual.
No hay la menor coherencia moral o ideológica en el sistema chavista de alianzas. A Hugo Chávez le da lo mismo el indigenismo colectivista y autoritario de Evo Morales, el islamismo fanático de Ahmadineyad, la cleptocracia kirchnerista, el estalinismo decrépito de los hermanos Castro, el capitalismo mafioso de Rusia o la versión salvaje y autoritaria que arraigó en China.

Le tiene sin cuidado si sus aliados de Hamás y Hezbolá dinamitan autobuses escolares o instituciones de beneficencia, como ocurrió con la AMIA en Buenos Aires, o si secuestran ciudadanos indefensos, extorsionan y trafican en drogas, como sucede con las FARC colombianas. Todo lo que se les exige es que practiquen alguna suerte de antiamericanismo, le den respaldo político y diplomático a su proyecto de conquista planetaria y sean renuentes al mercado y a las libertades individuales.
En su gráfico lenguaje cuartelero, Chávez se refirió a uno de sus adversarios, al que obligó a abandonar el país para no acabar en la cárcel, como ``un loco con un cañón''. En realidad, el loco provisto de un cañón es él, y no deja de disparar constantemente contra cualquiera que se mueva, lo critique o le moleste. ¿En qué terminará su vertiginosa aventura? Obviamente, en el desastre. No se puede pelear en tantos frentes sin que en algún momento sobrevenga la derrota. La reacción de los senados de Brasil y Paraguay es todo un símbolo.
Después de escrito este artículo, hace unas horas, fue encausado en New York el oficial de inteligencia sirio Jamal Yousef, con pasaporte venezolano, acusado de intentar venderles a las FARC un impresionante arsenal en el que había 18 misiles tierra-aire para derribar aviones. La transacción incluía el intercambio de una tonelada de cocaína. Yousef había vivido en Venezuela al amparo del gobierno de Hugo Chávez y se había trasladado a Honduras en época del gobierno de Zelaya. El actual gobierno hondureño lo entregó a las autoridades norteamericanas por medio de la DEA.
camontaner@brickellcommunicationsgroup.com

viernes, 14 de agosto de 2009

Contraofensiva modernista en el islam



SAMI NAÏR


Aparentemente hay en todo el mundo musulmán un predominio del Islam conservador y avances del Islam integrista: la victoria de los talibanes en Afganistán, del integrismo en Irán, de la dictadura fundamentalista en Pakistán (sobre todo desde Zia el Aq); la permanencia del wahabismo saudí ultraconservador, la islamización de Sudán, la extensión al Magreb del terrorismo integrista de Al Qaeda. Este panorama demuestra con claridad que las sociedades musulmanas y árabes atraviesan una crisis muy profunda.
La imagen del Islam que prevalece en Occidente está basada, indudablemente, sobre esta evidencia. El Islam se ha convertido en sinónimo de terror o de violencia autoritaria de los poderes fundamentalistas desde principios de los años 90 y, sobre todo, desde el 11 de septiembre. Y esa percepción mediática aumenta gracias a un potente trabajo de adoctrinamiento emprendido por ideólogos (Samuel Huntington, Bernard Lewis) que apoyan a Estados directamente implicados en las relaciones conflictivas con el Islam.

Varios intelectuales libran una batalla por el reformismo en las sociedades islámicas
Pero, aunque la ideología espontánea sea la del "choque de civilizaciones", la realidad es del todo distinta: no hay conflictos abiertos entre lo que llamamos de forma esquemática el mundo musulmán y "Occidente", si exceptuamos las amenazas terroristas de grupos muy aislados. Las sociedades islámicas son en su conjunto más bien pacíficas; cuentan con poderes fuertes y mantienen buenas relaciones internacionales, aparte de la excepción iraní.

Lo que, sin embargo, no vemos es la enorme batalla cultural que se está librando en el interior de dichas sociedades.
Se trata de una verdadera Kulturkampf (guerra cultural) entre tres actores principales: los defensores del Islam conservador, los poderes políticos autoritarios y una generación de grandes intelectuales modernistas, decididos a remover el hierro en la herida del sistema que defienden los dos primeros.
Es en Túnez donde esa batalla adquiere rasgos más espectaculares: gira en torno a las garras de la teología musulmana que hoy bloquea la adaptación de esa religión a la modernidad y hace de ella un terreno fértil para las interpretaciones más rigoristas y la manipulación integrista. Del historiador Hichem Djaït, que es autor de una biografía impresionante sobre Mahoma, y de una obra, entre otras, anterior a ésta, titulada La crisis de la cultura islámica, a Yadh Ben Achour, jurista, especialista en teología y sin duda uno de los mejores conocedores de la cultura sunita, autor de la reciente Los fundamentos de la ortodoxia sunita, pasando por ensayistas de primer orden como Abdelwahab Bouhdiba, Mohamed Charfi, Mohamed Talbi, Hélé Béji o también la jurista Amal Grami.

Todos estos autores se enfrentan a la involución islámica y ya no vacilan a la hora de plantear preguntas molestas. Se hacen eco de las estimulantes investigaciones iniciadas hace unos años por autores marroquíes, como el filósofo arabófono Mohamed El Jabri, autor de una Crítica de la razón árabe, deconstrucción sistemática e implacable de la dogmática musulmana y reivindicación de un averroísmo de la modernidad, o también Abdu Filali-Ansari, sutil autor de ¿Es el Islam hostil al laicismo?, y otros tantos más...
Sus preguntas son decisivas. ¿Se habría desarrollado el integrismo si las sociedades musulmanas hubieran emprendido una reforma religiosa? ¿No está el sunismo conservador tan profundamente enraizado en la cultura espontánea de los creyentes que frena todo avance? ¿Es el laicismo un invento superficial de Occidente o más bien la vía de paso obligatoria, desde luego adaptada a las condiciones particulares del mundo musulmán, para llegar a la modernidad? ¿Puede la mujer acceder al estatus de sujeto de derecho en igualdad con el hombre, cuando sigue atrapada en las redes del derecho musulmán? ¿Es posible la democracia, cuando siguen existiendo poderes que pretenden encarnar la "verdadera" religión prohibiendo, de hecho, un trato igualitario hacia los no musulmanes? ¿Es la apostasía un crimen contra el Islam, como afirma el sunismo conservador mayoritario, o está vinculada a la libertad de conciencia y a los derechos humanos?

Esos autores retoman con estas preguntas la filosofía liberal de los pensadores laicos de principios del siglo XX en Egipto, tales como Taha Hussein, Qasim Amin, Mansour Fahmi, o también el gran precursor tunecino Tahr Haddad, y, a la vez, la superan.
Ahora bien, ese trabajo, que en Europa sigue sin conocerse por razones sospechosas, es de una importancia crucial para estas sociedades. Revela, en primer lugar, que la verdadera batalla por la reforma tiene lugar en el mundo árabe-musulmán.

Se trata de una batalla interna que apunta tanto al conservadurismo religioso de la sociedad como al reformismo de las elites, cuyo fracaso y compromisos conceptuales denuncia. Yadh Ben Achour escribe a propósito de esto: "Hay que ser conscientes (...) de que este impulso hacia el tajdid [la modernización] se hace sistemáticamente [en la sociedad musulmana] volviendo una y otra vez a las enseñanzas de los ancestros de las primeras generaciones de buenos y piadosos musulmanes (...) sin una verdadera ruptura epistemológica, a menudo incluso mediante un endurecimiento del pensamiento, una plusvalía de rigorismo.

Creyendo reformar, el reformista no hace más que volver otra vez al pasado (...) de la religión antigua (...)" (cf. Los fundamentos de la ortodoxia sunita, p. 41-42). La causa de ese fracaso no estriba en la falta de rigor o la incompetencia de los reformistas, sino en su incapacidad para romper con el referente religioso. Pero, ¿podemos pensar al margen del Islam dentro de la sociedad islámica? La respuesta de Ben Achour es claramente pesimista.
En otro plano, Djait constata que "cada vez que se enfrentaron el Islam y la Razón, (...), fue un escándalo y [se produjo] la rendición de la Razón frente al Islam. ¿Por qué?" se pregunta, "porque la Razón estaba apartada de su vocación de búsqueda de la verdad por la dimensión exógena, es decir la dialéctica del yo y el otro.

La identidad cultural entraba subrepticiamente en juego". (La crisis de la cultura islámica, p. 254). Dicho de otra manera: ¿somos capaces de realizar una crítica interna radical de la sociedad musulmana sin justificar sus defectos con el argumento de la eterna responsabilidad del colonialismo o el imperialismo occidental? Esa es una pregunta clave que Hélé Béji trata con profundidad en Nosotros, los descolonizados.
Esta gran empresa de crítica cultural sin concesiones que los intelectuales árabes están llevando a cabo en sus respectivas sociedades merecería ser mejor conocida en Europa; ayudaría a cambiar la mirada sobre ese mundo. Estos autores, y las valientes editoriales que les apoyan, son de alguna manera los nuevos disidentes de las dictaduras y del fanatismo integrista. ¿Pero no serán también las golondrinas que anuncien la primavera del pensamiento moderno en el mundo árabe-musulmán ? Esperemos que sí.
Traducción: M. Sampons

Ecuador no permitirá que Chávez lo involucre en conflicto con Colombia

eltiempo.comJueves, 13 de agosto de 2009
Ecuador no se dejará arrastrar por Hugo Chávez hacia un conflicto militar con Colombia, si "ese fuera el propósito" del mandatario venezolano, afirmó este lunes el vicepresidente Lenín Moreno.
"Bajo ninguna circunstancia, si es que el propósito del presidente Chávez fuera el de involucrarnos en un conflicto militar, no lo vamos a aceptar", dijo Moreno al canal Ecuavisa.
El vicepresidente salió al paso de esa forma ante una pregunta acerca de las supuestas intenciones del líder venezolano de implicar a Ecuador en su conflicto con Colombia.
El gobierno del presidente Rafael Correa sólo ha considerado una respuesta militar frente a Colombia en caso de que ese país incurra en una acción como la de marzo de 2008, cuando bombardeó un campamento clandestino de las Farc en territorio ecuatoriano, precisó Moreno.
A raíz de ese ataque, en que fue abatido el entonces número dos de la guerrilla marxista Raúl Reyes, Quito mantiene rotas las relaciones diplomáticas con Bogotá.
"Nosotros únicamente responderemos con dignidad el momento en que se vuelva a hacer una agresión", precisó el vicepresidente.
Moreno insistió en que el gobierno siempre rechazó el involucrarse en el conflicto colombiano, pero que aún así Ecuador "ha sido el más afectado" debido al desplazamiento a su territorio de miles de colombianos que huyen de la confrontación.
www.eltiempo.com

miércoles, 12 de agosto de 2009

El Congreso del Partido Comunista Cubano no tendrá lugar


Elizabeth BurgosMartes,

11 de agosto de 2009
La actualidad política latinoamericana se ha centrado en el caso de Honduras.
Es cierto que la comunidad de gobiernos y las instituciones internacionales se han tomado muy a pecho el derrocamiento del presidente Mel Zelaya, en particular el Secretario General de la OEA que en este caso reveló sin pudor su parcialidad al apoyar el escenario propuesto por Hugo Chávez como solución de la crisis planteada por el país centroamericano.

En lugar de exigir la vuelta al poder del presidente destituido, lo que procedía, ante todo, era escuchar y llevar a debate, las razones esgrimidas por las instituciones de Honduras que las llevaron a tomar esa decisión extrema. Zelaya fue considerado por las instituciones de su país culpable de promover un golpe institucional instigado por Hugo Chávez que le permitirá a éste, sumar la región centroamericana a su proyecto de geopolítica petrolera al servicio de un utópico Socialismo del Siglo XXI.

Vale la pena recordar que cuando Evo Morales derrocó a dos presidente en Bolivia, - el mismo caso se dio también en el Ecuador - ninguna instancia internacional se sintió concernida ni ningún gobierno latinoamericano se sintió aludido como para que emitieran, por lo menos, un comunicado de protesta.

Ni Fidel Castro ni Hugo Chávez pidieron la intervención del “imperio” para reponer en el poder a los presidentes derrocados por “movimientos sociales” como Fernando de la Rúa en la Argentina, en 2001, Gonzalo Sánchez de Lozada derrocado por un movimiento instigado por Evo Morales en 2003 y luego, el mismo Evo Morales obró para derrocar también a Carlos Mesa, en 2005, el vicepresidente a quien le tocó asumir la presidencia tras la salida de Sánchez de Lozada. Tampoco actuó la OEA ante el fraude electoral perpetrado por Daniel Ortega en Nicaragua, ni ante el derrocamiento de Lucio Gutiérrez en el Ecuador, en 2005.
La desproporcionada sobredimensión, fruto del inmenso profesionalismo de Fidel Castro en materia de manipulación mediática planetaria, le otorgó a un hecho acaecido en un país menor, el impacto de un eco planetario y de alta política, pese al carácter circense que le dio la escenografía diseñada por Hugo Chávez.
Sin embargo un hecho de merecido impacto pasó desapercibido de la opinión pública, que, dada la influencia cada vez más creciente de Cuba en el continente, debería tomarse en cuenta.
Se trata de la decisión de posponer de manea indefinida el tan esperado Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba. A todas luces, la desaparición de Fidel Castro debía llevar a un plano central el papel del PCC pues es evidente que nadie puede ocupar la figura omnipresente y carismática de Fidel Castro. El PC dejaría de ocupar un papel simbólico y de control de la población, para convertirse en el eje del poder institucional que asumiría las riendas de un poder más colectivo; modelo que se adapta más a la psicología de Raúl Castro.
En ese mismo orden de ideas, también pasó desapercibido el hecho de que Fidel Castro al abandonar en favor de su hermano todos los cargos que hasta entonces había detentado, se reservó el del Primer Secretario del PCC.
Cuado Raúl Castro asume el poder por la gracia de su hermano mayor, en 2007, anuncia que para el mes de junio 2009, se celebrará el Sexto Congreso del PCC. Se debe acotar que el desde hace diez años el PCC no ha celebrado congreso alguno, lo que demuestra lo formal o simbólico de su poder.
El anuncio de posponer el Sexto Congreso demuestra las tensiones y profundos desacuerdos entre los hermanos Castro y la nomenclatura cubana.
Todo parece indicar que el escenario que parecía perfilarse a raíz de una sucesión de liderazgo, estaba supeditado a la desaparición de Fidel Castro. La celebración del Sexto Congreso, tras el cambio de liderazgo y la voluntad de Raúl Castro de otorgarle un verdadero papel al partido en la conducción del país, obligaba a efectuar una remodelación de la dirección del partido, lo que significaba nombrar a un nuevo Primer Secretario, cargo que según la tradición castrista, debía recaer en Raúl Castro, lo que significaría, despojar a Fidel Castro del último cargo de poder legitimo que aún ostenta. ¿Quién sería capaz de semejante “magnicidio”? Al mismo tiempo si no se le despoja a Fidel Castro de ese último mandato, a los ojos de la inmensa mayoría de la población y de la misma nomenclatura, significa que nada ha cambiado, que simplemente, no habrá cambios, que el régimen conserva el inmovilismo que lo ha caracterizado.
Ante una población que comienza a dar signos de hartazgo, un gesto de inmovilismo de esa naturaleza, puede acarrear reacciones insospechadas. En aras a evitar desbordamientos, y para callar las tensiones y los profundos desacuerdos que se perciben entre los hermanos Castro y el grueso de la nomenclatura, se prefirió posponer el congreso del partido, hecho que es absolutamente indispensable si realmente se desean operar los cambios que está pidiendo a gritos la población cubana, que conduzcan a una verdadera transición de régimen; lo que no significa, por supuesto, un cambio en la naturaleza de ese mismo régimen.
Mientras tanto, Fidel Castro, lejos de desaparecer, ha demostrado que su salud ha mejorado notablemente, al punto de seguir llevando las riendas de la política exterior, en particular, aquellas operaciones que constituyen su coto personal, destinadas a imponer en el continente su modelo de gobierno y de sistema político mediante el seguimiento y el monitoreo de la evolución del régimen venezolano y de sus satélites.
El liderazgo de Raúl Castro parecía comenzar de buen pie. Anunció reformas urgentes y hasta se permitió emitir críticas a ciertas directivas del sistema, cuando accedió a los cargos hasta entonces, ocupados por su hermano mayor. Pero, a medida que la salud de Fidel Castro ha ido mejorando, el liderazgo de Raúl se ha ido revelando débil, inconsistente lo que aminora su posibilidad de ser reconocido como líder legitimo, como lo señala Brian Latell, uno de los grandes expertos en Cuba y en castrismo.
En efecto, Latell constata que en los dos precedentes discursos de Raúl Castro el 26 de julio, se había podido percibir a un Raúl Castro pleno de brío y de confianza en si mismo. En cambio en el discurso del 26 de julio 2009, aparecía como un hombre fatigado. En 2007 anunció cambios estructurales y conceptuales. En 2008 puso el acento en ocuparse de formar a la juventud y estar a la escucha de la misma; incluso le pidió encarecidamente debatir acerca de los problemas de Cuba. En el 2009, se dirigió a la juventud para instarla a sumarse a tareas agrícolas, a sumarse al proyecto de plantar conucos alrededor de las ciudades. ¿Producir alrededor de las ciudades cuando cientos, miles de hectáreas están en el campo adentro sin cultivar?, es la pregunta que se hacen perplejos los campesinos cubanos.
La figura de los conucos alrededor de la ciudad, como los gallineros verticales de Hugo Chávez, son el reflejo de lo más retrógrado del castrismo: un ruralismo obsoleto y conservador. No en balde en su última “reflexión” Fidel Castro despotrica contra la tecnificación del trabajo, lo que nos recuerda las polémicas que se suscitaron en el seno de la sacarocracia cubana, cuando los más propensos a la modernización buscaban en Inglaterra máquinas para efectuar el corte de caña y así terminar con la mano de obra esclava, mientras que otros abogaban por continuar el sistema de esclavitud.
No en balde la manera cómo ha orientado económicamente el uso de los profesionales cubanos, alquilándolos como fuerza de trabajo, forma parte de esa tradición de mano de obra esclava.
La pervivencia de un régimen tan profundamente conservador cuya influencia en América Latina se impone cada vez más, no es un buen presagio.
eburgos@orange.fr

jueves, 6 de agosto de 2009

EL PROFETA DE LAS TINIEBLAS



CARLOS RAUL HERNANDEZ



El 4 de noviembre de 1979 grupos de comando asaltaron y tomaron la Embajada de los Estados Unidos en Irán, en una acción que duró hasta el 20 de enero de 1981.

La operación la realizaron centenares de miembros de la Asociación de Estudiantes Islámicos (Elm-o Sanath) que se hacían llamar “discípulos del Imán” (Imán es un profeta –en este caso el Ayatolla Ruholla Jomeini- supuesto descendiente de Mahoma).

Quedaba claro el camino de la reciente revolución shiíta que había derrocado al Sha Reza Pahlevi y que el terrorismo internacional no tomaba en serio a los EEUU presididos por Jimmy Carter.

Y se evidenciaba una confrontación de poderes entre moderados y fundamentalistas en el seno del proceso, que en 2005 con la elección de Mahmud Ahmadinejad, parece haberse resuelto a favor de los segundos, que construyen un terrorismo teocrático de Estado,.

Ahmadinejad se jacta de haber sido fundador de tal Asociación de Estudiantes Islámicos, pero es muy ambiguo en lo que atañe a su participación en el asalto, aunque circulan fotografías que lo comprometen y varios de los secuestrados afirman reconocerlo (“duro” y “extremadamente cruel”) como uno de los jefes de sus captores.

Dicen identificarlo, entre otros, el coronel del Ejército Charles Scott, el capitán de la Armada Donald Sharer y el teniente coronel del Aire David Roeder. También un jefe de redacción de la BBC que cubrió en su día la crisis. “Son rumores” es todo lo que ha dicho el denunciado, a quien no le conviene confirmarlo por las posibles consecuencias internacionales, ni negarlo para no exorcizar el mito.

El gobierno austríaco hizo saber que estaba en sus manos un expediente facilitado por el dirigente verde Peter Pilz que comprometía al personaje con los asesinatos en Viena en julio de 1989 del líder kurdo Abdul Rahman Ghassemlou, secretario general del perseguido Partido Democrático del Kurdistán Iraní y dos de sus dirigentes.

El exiliado iraní Alireza Jafarzadeh, quien trabaja como asesor para el gobierno norteamericano y es miembro del Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI), confirma que Ahmadinejad era entonces un comandante de la Brigada Especial de los Guardianes de la Revolución, encargado de operaciones terroristas en el exterior, pero otros opositores han negado estos señalamientos.

Lo que si está claro es que en 1979 Ahmadinejad trabajaba en la Oficina para el Reforzamiento de la Unidad (Daftar-e Tahkim-e Vahdat, DTV) entre los estudiantes y los mullah a través de cursos de teología. La DTV era una tendencia ultra conservadora al servicio del clero shií fundamentalista.

También se desempeñó en las purgas de estudiantes y profesores disidentes en las universidades durante los ochenta, pero ante las acusaciones de que fue delator, interrogador e incluso torturador, sólo hay conjeturas. En 1980 se hizo miembro del grupo paramilitar Pasdarán (Guardianes de la Revolución Islámica) la brigada de choque de extrema confianza de Jomeini y un verdadero gran poder en el régimen, incluso por encina de instituciones formales.

El ex presidente Bani-Sadr sostiene que Ahmadinejad, no sólo participó, sino que era quien informaba personalmente a Jomeini de lo que ocurría en la embajada.Dualidad de no poderEn 1980 estalla la guerra con Irak y el hoy presidente afirma haberse alistado. Pero lo que se supone es que en vez de pertenecer a las filas regulares, como dirigente del Pasdarán actuó en operaciones de comando en la retaguardia y en labores de inteligencia militar, así como en la cacería de disidentes.

En 1987 obtiene el título de ingeniero especializado en tráfico urbano.Cuatro años después de fallecer Jomeini, en 1993 no pasaba, de ser un funcionario medio, asesor del Ministerio de Cultura y Orientación Islámica. Luego durante cuatro años, vicegobernador y gobernador de las ciudades de Maku y Joy, en la provincia de Azarbayján-e-Gharbi.

Da un paso de avance en su carrera cuando lo nombran gobernador provincia de Ardabil y lo reconocieron como "gobernador provincial ejemplar". Pero en octubre de 1997 lo destituyó el nuevo gobierno del hodjatoleslam (cargo religioso por debajo de ayatollá) Jatami, un clérigo aperturista que ganó las elecciones presidenciales del 23 de mayo de ese año, y arrolló la alianza entre conservadores, Ejército y grandes comerciantes.

Ahmadinejad uso su desempleo para regresar a la Universidad. Se hizo profesor, culminó el doctorado en Ingeniería del Transporte, se enroló como miembro del Consejo Científico del Colegio de Ingeniería Civil y de los Seguidores del Partido de Dios (Ansar-i-Hizbullah).

Este era un grupo paramilitar, milicia de choque contra aquellos que “violaran los preceptos del Islam”, guardianes de las costumbres que golpeaban mujeres vestidas estilo occidental o estudiantes y profesores reformistas. Al igual que las Brigadas Ashura y la Fuerza de Resistencia y Movilización (Niruyeh Moqavemat Basij), los basijis asumieron la actuación a nombre del fundamentalismo.

El triunfo de Jatami significa la cristalización de la dualidad de poder entre los aperturistas y los fundamentalistas. Con los aperturistas de Jatami estaba el gobierno y el Parlamento (Majlis) mientras los conservadores contaban con el poderosísimo Consejo de Guardianes de la Revolución que determina quien puede y quien no puede ser candidato a un cargo y especie de Senado que define que leyes aprobadas son compatibles con el Islam; el Consejo para el Discernimiento de los Intereses del Sistema (Majma-e Tashjis-e Maslahat-e Nezam), que arbitra en conflictos entre el Consejo de Guardianes y el Majlis; la Asamblea de Expertos (en la Ley Islámica) y el Poder Judicial.

Ahmadinejad se convirtió por seis años en un leal servidor anónimo de los conservadores, cosa que le valió mucho en su trayectoria, enfrentado al democratismo y el institucionalismo de Jatami, quien jamás enfrentó esas milicias que contrariaban sus planteamientos liberalizadores. En 1999 se lanza al consejo municipal de Teherán y lo vapulean.

En julio de ese año se produce el levantamiento de los grupos progresistas a favor de las reformas, que condujo a un triunfo masivo de los renovadores en las elecciones parlamentarias de 2000.

En junio de 2001, los electores reeligen abrumadoramente a Jatami, lo que parecía despejar el futuro del país hacia la democracia plena, pero Ahmadinejad no se arredró ni abandonó las filas conservadoras. La buena estrella llega con la constanciaEra un papel mojado, un político menor fracasado con pocas posibilidades de recuperación.

Pero su suerte cambia de un momento a otro. Con la frustración que produjo la segunda presidencia de Jatami, cuya vacilación para impulsar los cambios prometidos decepcionó a sus seguidores, los conservadores ganaron la ciudad y él se lanza con éxito para alcalde de Teherán. En su ejercicio clausuró restaurantes “occidentalizados”, eliminó eventos culturales como obras de teatro y conciertos, transformó las galerías de arte en centros de oración y estableció ascensores diferentes para hombres y mujeres. Pero al lado de esto realizó una honrada y eficiente gestión administrativa.

No se mudó a la residencia oficial del Alcalde sino que continuó en el barrio pobre donde siempre había vivido, no cambio su vehículo, ni siquiera cobraba el sueldo de la alcaldía sino que vivía del de profesor. Repartió comida gratis entre los pobres y concedió créditos baratos para jóvenes parejas, entre muchas otras cosas que le granjearon enorme popularidad.

Su estrella asciende más cuando en las elecciones parlamentarias a diversos cargos de representación en todo el país, el 7 de mayo de 2004, ante la posibilidad de un nuevo triunfo de los aperturistas, el Consejo de Guardianes invalidó las candidaturas de más de cuatro mil de ellos.

La tonta reacción de los seguidores de Jatami consistió en retirarse del proceso e intentar boicotearlo, con lo que sellaron el destino final de la apertura. La alta abstención, en consecuencia, le abrió la puerta a los conservadores que obtuvieron 196 sobre 290 curules. Esa conducta de los jatamistas abonó el terreno muy eficientemente a la reacción. En ese contexto inscribe su candidatura presidencial para las elecciones del 17 de junio de 2005.

El Consejo de Guardianes actuó de nuevo e invalidó mil cuatro (1004) precandidaturas presidenciales y sólo permitió seis (6), aniquilando fríamente a los renovadores. Sólo quedaba con aparente opción el pragmático, hábil y oportunista hodjatoleslam Rafsanjani, uno de los hombres más ricos del país, famoso por su amor a los negocios.La campaña del outsider Ahmedinejad se basó en la promesa de lucha contra la miseria, la corrupción, los privilegios de los nuevo ricos (los llamó “la mafia del petróleo”).

Su imagen irradiaba austeridad, sencillez, cercanía, que por su radicalismo prometía la revancha social de los pobres. Esto hizo que se menospreciaran sus mensajes fundamentalistas, como aquello de “hicimos una revolución para tener un gobierno islámico y no una democracia” o sus anuncios sobre estimular el plan nuclear.

Al tiempo encubría sus propósitos, cuando declaró que no se proponía “instaurar el chador” a las mujeres, ni reglamentar los cortes de pelo de los jóvenes. La segunda vuelta electoral ocurre el 24 de junio de 2005 y Ahmedinejad obtiene 62% de los votos sobre Rafsanjani con una abstención de 40% que afectó principalmente a los aperturistas.


El corazón de la tinieblas


Con frecuencia Ajmadinejad se deja ver con una pañoleta de cuadros negros y blancos al cuello. Es símbolo de los basiji. Matthias Kuntzel en un trabajo ampliamente comentado, Los demonios de Ahmedinajad ofrece valiosísimas pistas para comprender la compleja red significaciones que rodean la naturaleza del presidente de Irán y la revolución que encabeza.

Dice que cuando estalló la guerra con Iraq, el Ayatola Jomeini hizo traer de Taiwán medio millón de llaves de plástico. Pronto se evidenció que Irán no podría derrotar el ejército de Saddam Hussein. Entonces Jomeini decidió enviar los niños iraníes a la guerra para despejar las minas con sus cuerpos y permitir así el paso de la infantería.

Previamente se les convencía de que con las llaves en sus cuellos, podrían abrir las puertas del Paraíso.…Cita Kuntzel…”En el pasado –anotó el diario semioficial iraní Ettelaat, al agravarse la guerra–, tuvimos niños voluntarios de catorce, quince y dieciséis años de edad. Estuvieron en los campos minados. Sus ojos no vieron nada. Sus oídos no escucharon nada. Unos instantes después, alguien vio nubes de polvo…

Por los alrededores, desparramados, se encontraban restos humanos chamuscados. Semejantes escenas se evitarán en lo sucesivo, aseguró el Ettelaat: …”… “Estos niños que rodaron hacia la muerte pertenecían a la Basij, una organización de masas creada por Jomeini en 1979... La Basij Mostazafán –o Movilización de los Oprimidos- fue esencialmente una milicia integrada por voluntarios cuyas edades no alcanzaban los dieciocho años... , recordaba un veterano de la guerra Irán-Iraq en el año 2002 al periódico alemán Frankfurter Allgemeine.

Aun sin las órdenes del comandante, todos querían ser los primeros>...” . Se les reclutaba en las aldeas sin consulta a sus padres ya que la ley así lo autorizaba y se les formaba para amar la muerte. Contentaban a las familias concediéndoles reivindicaciones como créditos sin intereses, viviendas o tierras. Ajmadinejad era un notable instructor y organizador de estos niños suicidas. Con sus dotes gerenciales, contribuyó a darles orden y disciplina y convertir esa imberbes en una máquina de matar y morir. Pudo haber sido él quien los enseñara a envolverse en las mantas para que sus cuerpos no se esparcieran demasiado.

No sería exagerado asociar el régimen revolucionario que desde 2005 conduce Ajmadinejad, con “el corazón de las tinieblas”, aquél reino de horror y del dolor que narra la novela de Joseph Conrad.

El Informe Anual de Amnistía Internacional describe una especie de infierno al margen de la civilización, al estilo de Cuba, Birmania o Corea del Norte, donde priva una legislación salida del fanatismo, la violencia y la indefensión de los seres humanos. Habla de por lo menos –comprobadas- 177 ejecuciones por supuestos “crímenes sexuales” (sodomía, adulterio o prostitución) robos, pertenencia a minorías étnicas y religiosas, disidencia, simples expresiones del pensamiento o cualquier cosa que se le ocurra a algún miembro del régimen, por bajo que sea su nivel jerárquico. ¿Quien arroja la primera piedra?Se mata por lapidación a mujeres “pecaminosas”, a las que se entierra hasta la cintura envueltas en especies de sudarios y una muchedumbre les arroja piedras hasta la muerte, suplicio que dura largas horas.

A los homosexuales (que “no existen en Irán”, como dijo en Nueva York) se les lanza por acantilados. Se cortan con cuchillos afilados, con brutalidad dantesca, las extremidades de ladrones, o se les vacían los ojos en escenas que igualan en horror los peores momentos de la Inquisición.

Hay una persecución desatada contra las minorías étnicas por el hecho de serlo, con saña en juicios absurdos. Ajusticiaron cinco árabes sin delitos, entre ellos Mehdi Nawaseri y Mohammad Ali Sawar, luego obligarlos a una autocrítica por la única televisión, la del gobierno. Arrestaron cinco mujeres, algunas con sus hijos, para obligar a los maridos a entregarse, siete abogados defensores de reos “por atentar contra la seguridad del Estado”, miles de ciudadanos de la minoría aserbayana y al objetor de conciencia de ese grupo, Abbas Lisani, lo detienen de nuevo cada vez que cumple condena, en una secuencia diabólica.

El Ministerio del Interior prohibió el funcionamiento del Centro de Defensa de los Derechos Humanos, dirigido por el Premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi, y Abdolfattah Soltani, cofundador del centro, recibió condena de cinco años “por revelar documentos confidenciales” y hacer “propaganda contra el sistema”.

Akbar Ganji, periodista que había demostrado la implicación de policías en la muerte de intelectuales y periodistas durante los noventa, cumplió seis años de cárcel.Nueve personas murieron en cautiverio por torturas, dos de ellas, Akbar Mohammadi y Valiollah Feyz Mahdavi en huelga de hambre. Cerraron once periódicos, se persigue el uso de Internet. Se produjeron cientos de detenciones y nueve asesinatos de kurdos.

Más de mil seguidores de la Orden sufí Nematollahí terminaron en la cárcel por sus creencias y cientos de ellos heridos por la actuación de los cuerpos policiales. Hay persecución sistemática contra los defensores de los Derechos Humanos y contra las ONGs de las que se decía que recibían financiación de “fuentes… internas y externas que pretendían derrocar el sistema”. Arrestaron a más de mil afiliados del sindicato autobusero por protestar el no reconocimiento del sindicato y la detención de su dirigente, Mansour Ossanlu.

Quedaron en libertad pero a muchos no se les permitía regresar a sus trabajos. Ossanlu fue liberado después de siete meses, pero lo detienen de nuevo un mes, luego de que asistiera a reuniones en la Organización Internacional del Trabajo.

Esto apenas comienza.

En Irán también existe la reelección aunque no perpetua. Pero no subestimemos las capacidades de Ahmadinejad para continuar “los cambios”.

martes, 4 de agosto de 2009

Cuatro partidos, un golpe y un decálogo


Un ensayo político

Fernando Mires


3 de agosto de 2009


Los acontecimientos históricos tienen la particularidad de alinear en torno de ellos opiniones y puntos de vistas que antes de que emerjan de modo manifiesto se encuentran en estado latente. Así ha sucedido con el golpe que el día 28 de junio del 2009 tuvo lugar en Honduras y con los hechos que le siguieron.
Tanto en los medios políticos como intelectuales ha tenido lugar frente a ese inesperado hecho, un más que interesante debate; muy importante a mi juicio, sobre todo si se tiene en cuenta que la polémica no es una de las distinciones principales de la cultura política latinoamericana. A partir de este debate será quizás posible que surjan nuevos posicionamientos, nuevas percepciones y nuevas formas de enfocar los temas políticos de nuestro tiempo. No está mal: por discutir nadie se ha muerto.
Más que analizar los acontecimientos hondureños “en sí”, dedicaré las líneas de este trabajo a analizar las diversas posiciones (a las que llamaré “partidos”) surgidas alrededor de ese golpe que más bien fue un “golpe de gobierno” pues todas las demás instituciones del Estado se conservaron intactas. De un golpe que, a diferencia de muchos que han ocurrido en el continente, no surgió una dictadura ni una junta militar sino un gobierno interino que no sólo muestra su disposición a la negociación y al compromiso sino, además, asegura que abandonará ese lugar de acuerdo a la agenda prevista antes del golpe. Eso quiere decir que si el golpe en su ejecución fue muy tradicional, el escenario político después del golpe es un hecho inédito y por lo tanto invita a prestarle toda la atención posible.
En torno al golpe de gobierno ocurrido en Honduras creo percibir que se han formado cuatro “partidos” muy definidos. Ellos son a mi juicio: a) el partido “albista”. b) el partido golpista. c) el partido moralista y d) el partido del realismo político del cual me declaro, para que no quepan dudas, como un activo y disciplinado militante.
Al final de mi trabajo he introducido una suerte de decálogo político. Se trata más bien de los presupuestos que explican o dan sentido a mis argumentos, tanto en éste como en otros trabajos. Recomiendo leerlos al final del texto. Pero también podría ser posible leerlos al comienzo. O incluso, si a alguien no le interesan, no leerlos. En fin, no hay nadie más libre que un lector.
1. El partido albista Es imposible entender la posición del “albismo” frente al caso Honduras sin entender lo que es el ALBA. Surgida como un organismo de cooperación comercial entre Venezuela, Bolivia y Cuba, ha pasado a convertirse en una suerte de internacional latinoamericana del castro-chavismo cuyo objetivo central es expandir el llamado socialismo del siglo XXl, rimbombante slogan sin estatuto teórico pero, por eso mismo, altamente receptivo.
Como he intentado destacar en otra ocasión, la estructura del ALBA semeja una fotocopia borrosa y en tamaño muy reducido de lo que fue una vez el imperio soviético. En su núcleo encontramos el eje La Habana- Caracas dentro del cual La Habana es su canal ideológico y Caracas su canal económico y militar.


Enseguida tenemos a países satélites como Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Luego vienen las zonas de influencia que abarcan hasta los países clientes.


A partir de ahí el ALBA establece ramificaciones interregionales, aún en naciones que no forman parte de su esfera, a través de vínculos que se extienden a organizaciones no gubernamentales (por ejemplo, las casas del ALBA en Perú), a partidos políticos afines al castro-chavismo, a organizaciones terroristas como las FARC e incluso a casas editoriales y universidades. Desde esa perspectiva resulta comprensible que quienes más han sido afectados por el golpe de junio en Honduras son los líderes máximos del ALBA: Fidel Castro y Hugo Chávez.
Castro y Chávez han perdido, en efecto, una pieza geoestratégica clave en el espacio centroamericano. Y si se tiene en cuenta los problemas de legitimación que afectan al gobierno de Nicaragua, la pérdida de una ficha -que eso y no más es para ellos Honduras- resulta aún más dolorosa.
En cierto sentido la ideología de ALBA es, como destaca el escritor chileno Jorge Edwards, una “rémora de la Guerra Fría” (La Segunda, 24 de julio de 2009). Efectivamente: el rasgo esencial de los gobiernos albistas es su declarada enemistad en contra de los EE UU al que denominan unas veces “imperio” y otras veces “imperialismo”.


Frente a ese enemigo universal todas las alianzas están permitidas aunque eso lleve a compartir un destino histórico con los gobiernos más macabros de la tierra (Bielorrusia, Zimbabwe, Irán, entre otros). Pese a ser una rémora de la Guerra Fría, ALBA ha alcanzado para decirlo en los términos de Niklas Luhmann- una suerte de “dinámica autoreferencial” o, dicho más en castizo: algo que se ha autonomizado de sus causas originarias.
Dejaré para otra ocasión un análisis pormenorizado de esa unidad micro-imperial que es ALBA. Cabe sólo destacar que si bien hay diferencias entre los regímenes políticos que la conforman, hay al mismo tiempo semejanzas. Entre otras podemos mencionar el hecho de que ALBA ha enclavado preferentemente en países de economías desintegradas y con débiles estructuras políticas, propensos a irrupciones populistas, a histerias colectivas, y a la emergencia de caudillos presidencialistas con delirios de omnipotencia.


En todos esos países tiene lugar un desmantelamiento de las instituciones públicas, la concentración estatal del aparato productivo, la manipulación de las elecciones como medio de acumulación del poder, las violaciones constitucionales (entre otras), y sobre todo, la realización de “golpes desde el Estado” dirigidos a destruir los reductos de la oposición. En fin, todo aquello que ocurrió en Venezuela y que ya estaba ocurriendo durante el gobierno de Manuel Zelaya en Honduras.
El golpe de gobierno en Honduras fue una respuesta al “golpe desde el Estado” que sin atender a la correlación nacional de fuerzas (los poderes legislativo y judicial, el ejército, las dos iglesias cristianas, y la mayoría de la población activa) intentó llevar a cabo Zelaya a través de la introducción forzada de la ominosa “cuarta urna” (que fue su urna).


Para que se entienda mejor: el golpe de Estado es una transacción al contado; el golpe desde el Estado se paga a crédito. El problema es que Zelaya no tenía fondos políticos para realizar ni lo uno ni lo otro.
No obstante, después del golpe de gobierno que llevó al poder a Roberto Micheletti, el partido albista quedó muy bien posicionado para realizar una política de contraataque, y nada menos que en el lugar que menos le corresponde: en el del espacio democrático.


La razón fue que los militares hondureños hicieron lo que siempre habían hecho cuando los presidentes se les han atravesado en el camino: lo sacaron a empellones del palacio y pusieron, en su lugar, a otro. En ese momento protestamos casi todos, y con razón. La verdad es que creíamos que ese tipo de golpes tan feos ya no eran posibles.


Los golpistas de hoy día son, en cambio, más finos. Chávez por ejemplo, se hace elegir por medio de elecciones aplicando los medios más ilícitos, y así gana. Luego, desde el gobierno devora el poder poco a poco, como quien corta en lonjas un trozo de tocino. El tosco general Romeo Vásquez en cambio, no gozó siquiera del poder: los militares delegaron el gobierno a un civil para que restaurara las instituciones democráticas amenazadas por la alternativa re-eleccionista –tan de moda que está- y luego se retiraron, felices de la vida, a sus cuarteles.


Y todavía no entienden porque casi todo el mundo los condena.
La verdad es que ese mundo –tan bienpensante- no critica tanto al golpe como a su forma. Digámoslo así: a los golpistas de Tegucigalpa les faltó sentido estético. Chávez, Morales, Ortega, en cambio, poseen una refinada estética golpista.


Es la estética de la revolución de la “multitude” (como dicen los sociólogos cursis de hoy día), de las masas uniformadas, de los himnos marciales, del mito histórico, del pueblo-unido-jamás será-vencido, del pasado indígena, del imperio inca, del socialismo nativo, bolivariano, sandinista, martiano, marxista, marciano, cristiano, cualquiera cosa señor: póngale usté.
Los militares hondureños, que duda cabe, dominaban la “técnica del golpe de Estado”. Los golpistas del ALBA, en cambio, dominan el “arte del golpe de Estado”. La diferencia entre técnica y arte la conoce muy bien el gran pintor venezolano de nuestro tiempo: “Cuando Picasso está pintando Guernica no debe ser sustituido”, dijo una vez Chávez, abogando por su utopía de la infinita reelección.


La destrucción de Guernica debe ser llevada a cabo hasta el final en medio de vítores y aplausos frenéticos de la “multitud cósmica” que lo rodea. De ahí que frente al golpe hondureño hasta los gatos se sintieron, de un día a otro, democráticos.
Por supuesto, es más fácil imaginar a Madonna de novicia que a Daniel Ortega o Raúl Castro luchando a favor de la democracia representativa. Pero así estaban las cosas a mediados del mes de julio del 2009. Sólo faltó que el Mono Jojoi desde algún video selvático nos diera lecciones democráticas. Y no habría sido extraño: el arte del neo-golpismo latinoamericano es definitivamente surrealista.
No obstante, pasaría poco tiempo para que el partido albista mostrara su definitivo rostro. Ello ocurrió cuando EE UU no sólo no reconoció al nuevo gobierno hondureño sino que pidió por el regreso del destituido presidente. Más aún: EE UU favoreció la mediación del presidente Oscar Arias, arrancando así a Honduras de las garras de la OEA, organización que ha sido prácticamente secuestrada por el ALBA.


Castro y Chávez percibieron entonces que no sólo habían perdido una ficha en el tablero internacional sino que estaban a punto de perder la perla más preciada del discurso albista: la perla radiante del antimperialismo.
No fue casualidad, por lo tanto, que el más inteligente (o el único inteligente) director del ALBA, que es Fidel Castro, reaccionara de inmediato atacando brutalmente a Arias, negando radicalmente toda posibilidad de negociación e induciendo a sus aliados a arrebatar la presa al enemigo imperial. Y es aquí, justo en este punto, donde se muestra el carácter más retrógrado y anquilosado del partido albista.
La táctica utilizada por el viejo Fidel fue la misma que dio éxito al joven Castro durante la lucha contra Batista, táctica que después fue esquematizada por Regis Debray y su legendario “Revolución en la revolución”.


Fue esa la misma que fracasó estrepitosamente en Bolivia; la misma que llevó a la derrota a tantos movimientos armados y desarmados de los años sesenta. Esa es la táctica del foco insurreccional, sacada hoy del baúl de los recuerdos más polvorientos del mito revolucionario del siglo XX para ser aplicada en esa, como dice Jorge Edwards, “guerra fría reinventada”.


Y a la ejecución de esa táctica cuyas páginas están llenas de polillas y pulgas, se prestó Manuel Zelaya. ¿En qué consiste esa táctica? se preguntarán sin dudas los lectores más jóvenes. La respuesta es muy fácil, pues hasta los más tontos la entienden (de ahí su éxito)


"Exclusivo para Venezuela Analítica"

lunes, 3 de agosto de 2009

Venezuela: relaciones peligrosas



ROMÁN D. ORTIZ

Uno de los pecados mortales en asuntos de seguridad es ignorar una amenaza para ahorrarse los costes de enfrentarla. Los casos abundan. Los países europeos desdeñaron la retórica ultranacionalista de Milosevic hasta que fue demasiado tarde para evitar una década de guerras en los Balcanes y los gobiernos occidentales pasaron por alto el imperio de terror de Sadam en Irak hasta darse de bruces con la invasión de Kuwait. Algo así puede estar pasando con Venezuela. Para llevar a cabo sus ambiciones hegemónicas, Caracas ha desplegado una política exterior extremadamente agresiva y ha ofrecido su apoyo a grupos terroristas. Si la comunidad internacional continúa mirando hacia otra parte, la región andina puede hundirse en una crisis sin precedentes.
El régimen venezolano ha hecho pocos esfuerzos por ocultar su cercanía con un grupo terrorista como las FARC. Hoy, Caracas tiene una plaza que lleva el nombre del fundador de la organización, Manuel Marulanda. Pero las cosas van más allá de la retórica. El hallazgo de cohetes AT-4 de fabricación sueca en manos de la guerrilla demuestra que la autoridad venezolana ha armado a los terroristas colombianos. Este descubrimiento es la evidencia física de un envío de armas desde Venezuela reseñado en los ordenadores capturados al extinto líder de las FARC, Raúl Reyes. Las cosas pueden ponerse peor. El régimen venezolano ha adquirido 200 misiles superficie-aire portátiles Igla-S. Con sus antecedentes, nadie puede garantizar que algunos no terminen en manos de la guerrilla.
Entretanto, Venezuela se ha convertido en la puerta de Irán en América Latina. Ambos países mantienen una activa colaboración en el ámbito militar y espacial. Todo ello sin olvidar que Caracas ha firmado un acuerdo de cooperación nuclear con Teherán que burla las sanciones internacionales contra el programa atómico de los ayatolás. ¿Excentricidades de Chávez? Tal vez. Pero el Departamento del Tesoro de EE UU ha denunciado que al menos un diplomático venezolano ha servido de puente para la penetración en América Latina de Hezbolá. Una organización terrorista libanesa que el Gobierno iraní emplea como un brazo armado clandestino.
Además, el régimen de Chávez esta inmerso en un colosal programa de rearme. Ya ha adquirido cazabombarderos SU-30, helicópteros Mi-35, misiles antiaéreos Tor M-1 y radares JYL-1. Muy pronto, se podrían sumar 100 tanques T-72M y 300 vehículos blindados BMP-3. Estas compras están haciendo de oro a Rusia y China. Pero también gobiernos europeos como los de España y Francia están participando en el negocio sin tomar en cuenta que sus armas van a apuntar a los vecinos de Venezuela.
Tras el 11-S, pareció cristalizar un consenso sobre la necesidad de una política de tolerancia cero hacia aquellos países que tuviesen lazos con grupos violentos. En este contexto, se ha acumulado una evidencia abrumadora sobre las conexiones del Gobierno venezolano con las FARC y los intentos de Caracas de desestabilizar a los países vecinos.
Sin embargo, el Gobierno del presidente Chávez no ha recibido ninguna sanción por este comportamiento. Esta inacción puede resultar muy costosa para la estabilidad de América Latina.
Román D. Ortiz es consultor del Grupo Triarius y profesor de la Universidad de los Andes (Bogotá).

sábado, 1 de agosto de 2009

E.U. debe plantearse si Venezuela patrocina el terrorismo


, afirma el diario Washington Post eltiempo.comViernes, 31 de julio de 2009
El editorial del periódico dice que debe evaluarse la posibilidad de incluir al Gobierno de Hugo Chávez en la lista de patrocinadores de terrorismo, ante las evidencias de su posible apoyo a las Farc.
El diario hace referencia a los lanzacohetes incautados a las Farc, que fueron vendidos por Suecia al Ejército venezolano en 1988 y que han provocado una nueva crisis diplomática entre Colombia y Venezuela.
"Colombia pidió en privado una explicación sobre los lanzacohetes al Gobierno de Chávez hace meses y ahora el Gobierno sueco está preguntando también, pero la única respuesta ha sido el bramido público del caudillo venezolano", que el martes congeló las relaciones diplomáticas y comerciales con su vecino, indicó el periódico.
"Cuando el Gobierno colombiano mostró hace un año numerosas evidencias de que Venezuela había colaborado con el movimiento rebelde colombiano, conocido por el terrorismo y el tráfico de drogas, la mayoría de Gobiernos de América Latina y Estados Unidos miró para otro lado", apuntó.
El diario se refiere a la información hallada en los computadores de de 'Raúl Reyes'.
El mandatario de Venezuela denunció que el material encontrado era "extranjero", pero "ahora Colombia ha hecho pública pruebas que serán más difíciles de ignorar", indicó el Post.
El rotativo recordó que la conclusión de que Venezuela apoya a una organización terrorista contra un Gobierno democrático "podría incluir sanciones obligatorias por parte de EE.UU. y la remisión al Consejo de Seguridad de la ONU".
Los correos electrónicos encontrados en los ordenadores de 'Reyes' incautados en Ecuador "parece que hacen referencia a las armas" encontradas ahora en manos de las Farc, agregó.
En concreto, el periódico hace referencia a un correo en el que "el operativo de las Farc en Caracas habla sobre una reunión con dos generales venezolanos en 2007, incluido el director de inteligencia militar, Hugo Armando Carvajal Barrios, para discutir la entrega de las armas".
El Post cita, además, un informe de la Oficina de Supervisión del Congreso (GAO, por su sigla en inglés), que indica que Venezuela ha creado un "ambiente permisivo" para las Farc y ha permitido al grupo incrementar masivamente su tráfico de cocaína a través de esa frontera.
"Todo esto suena mucho como material de apoyo para el terrorismo", aseguró el diario, que se pregunta "si el Departamento de Estado estudiará de nuevo si el Gobierno del señor Chávez o sus altos funcionarios aparecen en su lista de patrocinadores del terrorismo".
Según el Post, el Departamento de Estado ahora "está ocupado en la aplicación de sanciones a los miembros del Gobierno de facto de Honduras, culpable de un derrocamiento de (Manuel Zelaya) uno de los clientes y posibles emuladores del señor Chávez".
"Tal vez pronto pueda dirigir su atención a aquellos en el hemisferio que han sido capturados tratando de derrocar un Gobierno democrático mediante el suministro de armas punteras a los terroristas", afirmó.
El Departamento del Tesoro impuso el año pasado, durante la Administración de George W. Bush, sanciones sobre el general Carvajal y varios otros funcionarios por apoyar el tráfico de drogas de las Farc.