lunes, 29 de diciembre de 2008

Leonor Filardo // Auge y caída de una revolución

Toda sociedad se organiza para acumular un superávit que le permita crecer económicamente
Carroll Quigley, en su libro Evolución de la civilización, desarrolla un instrumento analítico para aprender lecciones de la historia. Define varias etapas de cambios entre las cuales las más importantes son: expansión, conflicto y decadencia. Según el autor, toda sociedad desarrolla un instrumento de expansión con el cual se organiza para acumular un superávit que le permita crecer económicamente. Pero para que el crecimiento sea real, el superávit debe invertirse y generar nuevos inventos, sin los cuales el crecimiento real no puede mantenerse.

La organización puede ser de diferentes clases. En Occidente, inicialmente feudal y luego capitalista, prevalece la propiedad privada; la inventiva empresarial se premia o se castiga, vista la preferencia de los consumidores de bienes y servicios producidos. Quigley considera esta etapa de verdadero auge por la prosperidad, avances científicos y cambios políticos que se dan. Igualmente plantea que la caída sucede cuando los que controlan la organización emplean el superávit en satisfacer su ego, implantando un gobierno revolucionario/autoritario, cuyo único objetivo es mantenerse en el poder. Así, la expansión va disminuyendo y se acentúan los conflictos.

Éstos pueden tener tres diferentes resultados: reformas (inventar un nuevo instrumento de expansión); refundar viejos esquemas con manejos engañosos: grupos de interés partidarios del gobierno conservan sus privilegios y redistribuyen lo que queda, promoviendo políticas que empobrecen al resto de la población (devaluación y proteccionismo); y, finalmente, reacción cuando dichos grupos frenan la reforma, insistiendo en el autoritarismo.

Si el resultado es la reacción, la declinación se hace crónica. Se mantiene un período de irracionalidad, depresión económica, disminución del estándar de vida, estallido social y guerra civil. El que controla la organización crea un ambiente de amedrentamiento y opresión. La posibilidad de refundar la expansión es nula porque la única solución es contar con el instrumento de expansión: inversión y nuevos inventos.

Al analizar a Rusia/Unión Soviética bajo el esquema Quigley, observamos que su instrumento de expansión inicial fue la agricultura, luego el petróleo. El imperio ruso era absolutista y por ende mantenía al pueblo oprimido. En 1825 se inicia una revolución agrícola que culmina con el derrocamiento del gobierno en 1917. Este año los comunistas bolcheviques, dirigidos por Lenin, toman el poder. Después de la guerra civil (1918-1921), en 1922 se crea la Unión Soviética.

Según Bokserman y Stavrovsky, en su libro La industria petrolera de la URSS, a partir de 1880 Rusia creció en tal magnitud que se convirtió en líder mundial de la producción petrolera. Ésta declinó a raíz de la guerra civil y de las dos guerras mundiales. Pero después de 1945 se incrementó 30 veces y contribuyó a mantener la revolución. En ese período el crecimiento económico, según Jrushchov, fue tan sorprendente que se consideró que el nivel de vida comunista superaría al de EEUU y el capitalismo sería enterrado antes del siglo XX. Pero a partir de 1984 la producción petrolera comenzó su declinación y en 1991 la Unión Soviética se desintegró.

Después del espectacular crecimiento inicial los líderes se preguntaban por qué había ocurrido el colapso. La realidad es que fue consecuencia de las políticas económicas comunistas que le permitían al Estado liquidar el sector privado y asumir el control total de las empresas y la agricultura. El resultado fue la escasez de alimentos y artículos esenciales, que fueron racionados y distribuidos de manera centralizada. En los 80 el agotamiento de la producción petrolera, siderúrgica y agrícola era inminente. En el tendido eléctrico se producían frecuentes apagones. Se destruyó la planta industrial y la infraestructura estaba por el suelo. La contaminación era tal que constituía una amenaza para la salud. Los recursos se despilfarraban en burocracia, corrupción, financiar las pérdidas de las empresas y exportar la revolución a otros países. A este agotamiento productivo se sumó la caída estrepito- sa de los precios petroleros en 1986, al bajar 260% el barril, lo cual trajo como consecuencia una fuerte contracción económica, hiperinflación y desempleo.

En 1991 se firmó el tratado que declaró disuelta la Unión Soviética y estableció los estados independientes, varios de los cuales, entre ellos Rusia, reinventaron un nuevo instrumento de expansión.

cedice@cedice.org.ve

No hay comentarios: