domingo, 17 de agosto de 2008

La ocasión la pintan calva

Simón Alberto Consalvi

Desde tiempos antiguos, esta expresión "la ocasión la pintan calva" rememora a una diosa así llamada, la diosa romana Ocasión, cuya cabeza ofrecía frondosa cabellera alrededor de su rostro, pero era calva en su parte posterior, de modo que era difícil, si no imposible, tomarla por los cabellos si no se hacía a tiempo. No es ni dios ni calvo el Presidente de Bolivia, no obstante, ahora se le puede aplicar la vieja sentencia.
En efecto, Evo Morales Ayma obtuvo una alta votación en el referéndum del domingo 10 de agosto. Se dice que ningún presidente boliviano había logrado tales cifras, ni el mismo Evo cuando fue elegido. Esto daría pie para suponer que con tanta popularidad el Presidente boliviano estaría en condiciones de imponer su proyecto político signado por el radicalismo y por sus no disimuladas pretensiones de prolongarse en el poder, mediante una reforma constitucional que lo consagre.
Esta perniciosa tendencia de presidentes elegidos democráticamente que de inmediato ocurren a las reformas constitucionales, convocan constituyentes y alteran los sistemas democráticos para imponer sus proyectos políticos, se va convirtiendo en tentación común, lo cual no augura buenos tiempos para América Latina.
Pues, contagiado de esta manera, el presidente Morales está al borde del precipicio, sin que esto pretenda indicar que está condenado a fracasar. Lo estaría, sí, si menosprecia la ocasión que, también en su caso, la pintan calva.
Si bien Evo obtuvo tan grande votación, no menos cierto resultó igual fenómeno con los prefectos departamentales y, en particular, con los más connotados de sus adversarios que obtuvieron, asimismo, respaldos masivos. No se requiere ser demasiado profundo para advertir que los bolivianos le han dado a Evo un voto de confianza, en la creencia de que comprenderá el mensaje.
Lo quieren de presidente, y en buena hora, por lo que representa y puede hacer por su gente, pero no lo quieren como un dictadorzuelo iracundo o un presidente dueño de toda la verdad, mientras los demás son unos degenerados que se atreven a discrepar de sus sabios designios o, en última instancia, no se resignan al silencio.
Como lo dijo en una nota editorial El Diario de La Paz (agosto 11), Morales se sintió envalentonado antes de su triunfo, y dijo en una concentración política "que sabe que comete algunas ilegalidades, pero que eso no le preocupa, porque en su partido existen abogados que las tienen que legalizar, pues para eso son profesionales de la ciencia jurídica".
Tamaña impertinencia fue rectificada la noche del domingo, luego de la victoria. Con tantos votos en la mano, tuvo la sensatez de reconocer que para Bolivia había llegado la hora del diálogo.
En efecto, esa es la expresión de la voluntad popular que ratificó a los prefectos de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y Potosí, con una votación significativamente tan alta como la suya. Uno de sus prefectos, el de Oruro, fue derrotado, y otro, una indígena, acababa de ser elegida y no necesitó ir a la prueba. Una indígena, por cierto, disidente del MAS.
De modo y manera que el cuadro político de Bolivia después del referéndum no es una fiesta. Evo lo entendió así en medio de la euforia, y dijo lo que antes no quiso decir y rehusó aceptar como la condición sine qua non de la estabilidad democrática del país. Esa condición no es otra que la de aceptar los estatutos autonómicos de las regiones, o sea, negociar y modificar el proyecto de Constitución centralista, aprobado entre gallos y medianoche, en un cuartel de la ciudad de Sucre en diciembre pasado.
La condición comporta el reconocimiento del pluralismo de Bolivia, que equivale también a respetar la democracia. Nadie le negará al Presidente que avance en sus reformas, pero no puede hacerlo despojando a las regiones, aplicando un centralismo antes criticado a los regímenes que lo precedieron. Los estatutos autonómicos son perfectamente compatibles con un gobierno de avanzada.
Son, en sí, un signo de progreso, de participación ciudadana y de estabilidad democrática. Bolivia, según los analistas nacionales e internacionales, atraviesa un momento complejo, no cabe duda. Pero, de imponerse la sensatez, y aplicando la inteligencia, los bolivianos estarían en capacidad de echar las bases de una democracia como no la han experimentado nunca.
Bastaría que el presidente Morales vea más hacia dentro que hacia fuera. Que responda a los intereses de su país, de sus regiones, que reconozca la pluralidad de la sociedad y preste menos oídos a aquellos que pretenden inscribir a Bolivia como uno de sus cotos de experimentación. Convendría que el presidente Morales reconozca que no necesita profetas ajenos. Ni dogmas, ni proteccionismos. La ocasión, en fin, la pintan calva tanto por lo que antes se dijo, como porque no vuelve a repetirse. Así de caprichosas son las diosas

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